La paz no es posible en una sociedad burguesa
“Como marxistas hemos sostenido, que la coexistencia pacífica entre las naciones, no incluye a la coexistencia entre los explotadores y el explotado” (Ernesto Ché Guevara. Discurso ante la Naciones Unidas. 11 de diciembre de 1964).
¿Cuál paz?
En primer lugar, como revolucionarios marxistas, debemos preguntarnos por el tipo de paz que nos proponemos; en segundo lugar, como avanzada que se supone somos, en la defensa de los intereses de la clase obrera y del proletariado, estamos obligados a hacer sobre ello una reflexión seria, es decir, que no raye en la ingenuidad o en la comedia, porque quienes nos reclamamos revolucionarios no podemos reunirnos aquí, en el terreno de las izquierdas y de los ideales de las masas,a hablar de la paz, como lo entiende la burguesía. Así que, en este sentido, partamos de lo elemental hacia lo complejo: es el recuerdo de la anécdota de un hombre, que almorzaba por primera vez con el primer sueldo de su vida, que mitigaba su hambre, pero que sentía que afuera, millones morían en la miseria; sentía, entonces, en su angustia existencial, que esta paz de su cuerpo, era incompleta, en los marcos del caos colectivo, un absurdo semejante a quien eleva gratitud a la divinidad por lo alimentos proveídos, mientras afuera, millones son excluidos de la mesa. Eso no tiene ningún sentido. Así, recuerdo al Ché cuando decía: “De qué vale la vida de un hombre, cuando está en peligro la humanidad”. Excúsenme el tono coloquial.
Ahora vayamos a lo complejo: nosotros los trotskistas no creemos que la paz sea posible en los marcos de una sociedad burguesa; por supuesto, esa no es una fórmula caprichosa que nos hayamos inventado en el laboratorio de las coyunturas partidistas, sino que es una convicción sustentada en el marxismo. Ya hemos entendido, entonces, que la paz, debe ser para nosotros, un elemento dialéctico y no una rueda suelta del engranaje de la historia. A ese carácter obedece este coloquio, fruto de los episodios que hoy ocurren en La Habana. El PST defiende el derecho que tienen las Farc a reinsertarse a la vida política y civil del país, a través de la negociación, pero para nosotros, lo que se negocia allí, es sólo la solución al conflicto armado, es decir, la reinserción de las Farc a la vida civil, pero allí no se está negociando la solución al conflicto social, es decir, en La Habana no se está negociando la solución al origen estructural, de carácter económico, de las grandes desigualdades que padece Colombia.
Los militantes de las Farc, podrán venir a las ciudades a desarrollar su política, pero el problema social continuará, incluso profundizándose. Será, entonces, una especie de “pax romana”, es decir, una paz burguesa, entre dos ejércitos beligerantes, porque, como si esto fuera poco, ustedes deben saber que continuará existiendo un ejército y una fuerzas armadas intactas, al servicio del régimen y de la represión de las luchas sociales; los marcos de un régimen burgués bajo el cual han caído importantes líderes populares de las más variadas organizaciones sociales y políticas, desde Guadalupe Salcedo, hasta el genocidio de la UP, segando entre miles, la vida de Antequera, de Pardo Leal, de Bernardo Jaramillo, de Manuel cepeda, y de Carlos Pizarro, del M-19, entre otros. Ya la Marcha Patriótica cuenta hoy sus primeros 30 mártires.
Ya lo vimos en pasadas experiencias con el M-19, el EPL, el Quintín Lame, y un sector del ELN : eso ocurrió hace ya más de veinte años... fueron a una Asamblea Constituyente, en alianza con la burguesía, cuyo vástago híbrido fue la Constitución del 91, una Constitución burguesa que permitió, a partir del gobierno de Gaviria, la tenebrosa Apertura Económica, que no fue otra cosa que la entrada triunfante del Neoliberalismo a Colombia, la privatización de las Empresas Públicas del Estado, pero además de ello, a su amparo creció el paramilitarismo y se adelantaron los más execrables genocidios en la historia del país, mientras que para los archivos de la memoria ingenua quedaron, como en una comedia, las consignas extraviadas de:“esperanza, paz, y libertad”; hoy preguntamos: ¿Cuál esperanza, cuál paz, cuál libertad?
No vieron ustedes como, la más combativa “Con el pueblo, con las armas al poder” transmutó como en una fábula a“con todos cambiaremos la historia de Colombia”?Y, por supuesto, nada de “corriente” y menos socialista, porque, por ejemplo, el “palabra que sí” es la negra historia que ustedes hoy conocen, sumado a la migración kafkiana de unas consignas combativas que llevaron a sus huestes, a un cambio en la puesta de escena, como en el teatro del absurdo, es decir, a incorporarse y a legitimar al régimen que ellas mismas habían combatido. Las Farc hoy, por ejemplo, han modificado su programa político, lo que se expresa en que ya no llevan a la mesa de negociaciones el clásico programa sobre la tenencia de la tierra, consistente en la ley de “Reforma Agraria Revolucionaria” promulgada por la Séptima Conferencia de 1982; a cambio, llevan a La Habana, un proyecto de Zonas de Reserva Agrícola, en el que se exigen unas tenues reformas que no atentan contra la sacrosanta propiedad privada de los terratenientes y la burguesía agraria.
Además, sepan que uno de los problemas fundamentales, que es el de la megaminería, una de las cinco locomotoras de la violencia del gobierno de Santos, brilla por su ausencia en la Agenda aceptada por las FARC. ¿Qué garantiza que estos antecedentes anti-históricos para los intereses de la clase obrera y de las masas, no sean el preludio desde La Habana, de la crónica de una nueva versión anticipada de lo mismo, y, a su vez, una prueba irrefutable de lo equivocado del método guerrillerista? ¿Cuál paz, entonces, queridos compañeros de la UP, del Partido Comunista, de la Marcha Patriótica, del Congreso de los Pueblos, de la Juco, de la Coalición Larga Vida a las Mariposas, del Moir, de la Red Socialista de Colombia?
Los frentes populares, el fascismo y el bonapartismo
En segunda instancia, voy a referirme a la figura de los Frentes Populares que se ha utilizado por la izquierda democrática para aspirar al gobierno, que no al poder. Recuerden ustedes el caso de la Unidad Popular de Allende en Chile: con el respeto que ustedes nos merecen, me permito citar a Trotsky cuando decía: “Los frentes populares son la antesala del fascismo y del bonapartismo”… ¡Cuéntenme ustedes qué fue lo que pasó! ¿Fue posible construir, en los marcos de la sociedad burguesa, la paz para la clase obrera y las masas chilenas, fue posible construirlo en Nicaragua, donde los sandinistas no expropiaron a la burguesía y al imperialismo? ¿No confundamos, entonces, el gobierno con el poder, porque en el gobierno, los revolucionarios lo que hacemos es administrarle los intereses a la burguesía, la cual sí ostenta el poder, no sólo económico, sino militar, apoyados en el imperialismo, y ustedes deben saber, que quien tiene el poder económico determina las condiciones administrativas de lo político.
En el gobierno, entonces, la izquierda sólo le es útil a la burguesía, y aunque recurra al asistencialismo y a las reformas, no hace otra cosa que confundir a las masas y aplacar las insurrecciones, lo cual le hace un gran favor a la burguesía, que sabe que los Frentes Populares desde la izquierda le son útiles, por lo menos, mientras se lo aconseje el carácter de la lucha de clases. Porque, compañeros, para los revolucionarios,el gobierno en el marco de la sociedad burguesa, no es nuestro mejor terreno, eso es para los revolucionarios estar en el terreno equivocado.
Para demostrarles que nuestra convicción revolucionaria sobre la paz no es un invento nuestro ni una fórmula caprichosa del Trotskismo para hacer rebeldía porque sí, voy a recurrir a Marx y a Lenin, que son sus maestros, y, los nuestros también : en el Dieciocho Brumario, Marx dice que en una sociedad de clases, enfrentadas de manera antagónica como producto de la posesión privada de los medios de producción social, es imposible la paz; ella sólo es posible en el socialismo; es, en consecuencia, lo que dijera Rosa Luxemburgo, en su discurso de 1918, en la fundación del Partido comunista de Alemania “la paz es la revolución mundial del proletariado. Hay una sola manera de imponer y salvaguardar la paz: “¡La victoria del proletariado socialista!”. Es decir, compañeros, los revolucionarios no podemos confundir la paz revolucionaria con la paz burguesa, opuestas por el vértice por un carácter antagónico de clase. De igual manera, es Lenin, quien en El Estado y la Revolución, nos enseña que la sociedad capitalista y sus instituciones son un elemento contra-natura para resolver los problemas de la clase obrera y del proletariado.
En este sentido, aunque nos distancien diferencias, me permito citar a Julio Anguita, ex dirigente de Izquierda Unida en España y del Partido Comunista Español, cuando dice: “Pedir más democracia dentro del capitalismo es como pedirle a un tigre que se haga vegetariano”. Igual, para nosotros, el PST, pretender construir la paz en los marcos del capitalismo, es como pretender conquistar la libertad dentro de la sociedad burguesa.
Lo mismo ocurre con la pretensión anarquista de negar el Estado proletario, sin comprender la necesidad de la dictadura revolucionaria del proletariado para defender sus conquistas y profundizar el socialismo, único terreno garante de la libertad soñada no sólo por el anarquismo sino por todos los revolucionarios. Ya lo dijo Lenin: “Nosotros no discrepamos en modo alguno de los anarquistas en cuanto a la abolición del Estado, como meta final, lo que afirmamos es que, para alcanzar esta meta, es necesario el empleo temporal de las armas, de los medios, de los métodos del poder del Estado contra los explotadores, como para destruir las clases, es necesaria la dictadura temporal de las clases oprimidas”.
Por ello, al PST, no nos parece que sea correcto que los compañeros del Partido Comunista, de la Marcha Patriótica o de la UP, hablen en sus intervenciones y escritos de la búsqueda de “una paz con justicia social”, porque eso no es posible, porque la “paz con justicia social” en el marco del capitalismo, no es una aleación correcta que favorezca a la clase obrera y al proletariado. Eso es como en la guerra, que un ejército pretenda ir a derrotar a otro “metiéndose en la boca del lobo”. Eso no educa a las masas y no eleva su nivel de conciencia. Eso, a nuestro entender, lo que hace es confundir. Entonces, las masas, y la clase obrera, no experimentan la paz en su conciencia, ante la angustia de no ver con claridad qué es lo que es revolucionario y qué es lo que es reaccionario o contrarrevolucionario. Por eso las consignas, son muy importantes en la política revolucionaria. Por eso celebramos que los compañeros de la Juco se formulen estos interrogantes, en la convocatoria a este panel: “Paz con hambre? ¿Paz con injusticia? ¿Paz sin democracia?
La necesidad de un partido revolucionario
Ahora bien, voy a finalizar esta intervención, respondiendo a la pregunta central que muy afortunadamente formulan los compañeros de la Juco en su texto de convocatoria: “¿De qué manera y en qué condiciones se construye la paz?” Para nosotros en el PST, consideramos que los revolucionarios debemos ocuparnos del método revolucionario que el marxismo nos ha legado para la construcción de la paz revolucionaria, que es la paz de la clase obrera y del proletariado: nosotros pensamos que dicha paz sólo será posible cuando el proletariado y la clase obrera nos organicemos en un partido revolucionario principista, es decir, que se rija por los principios del marxismo revolucionario, un partido que se dedique a organizar a las masas para actuar bajo el principio de la independencia de clase, con carácter internacionalista. Un partido que se dedique a organizar a la clase obrera en sindicatos revolucionarios; un partido que eduque a las masas en los métodos clásicos de lucha que nos legó la tradición marxista: la movilización de las masas o la acción directa de masas, el paro y la huelga, y, la toma de decisiones mediante el centralismo democrático.
Que se dedique a educarle y elevarles su conciencia de clase, hacia un nivel de conciencia revolucionaria o socialista. Un partido que no haga alianzas electorales con sectores de la burguesía supuestamente progresivos, sino un partido que busque la unidad con la izquierda para la lucha revolucionaria, y no la alianza para la pugna electoral coyuntural; un partido que se dedique a educar y a enseñarle a la clase obrera y al proletariado a no confiar ni un milímetro en sus enemigos de clase: el imperialismo, los regímenes burgueses, los partidos de la derecha y sus instituciones. Ya lo dijo Engels, en El problema Campesino en Francia y Alemania: “…En nuestro partido, no puede tener cabida en modo alguno, ningún grupo que represente intereses capitalistas”.
Un partido que enseñe a las masas a no confiar, por progresistas que parezcan, en las constituciones de la burguesía, que sólo son hechas para mediatizar los alzamientos populares; que les enseñe que los intereses de la clase obrera y del proletariado son, por naturaleza, irreconciliables con los intereses de la burguesía; un partido revolucionario que enseñe a los trabajadores y al proletariado que el manido Estado Social de Derecho no se defiende, porque es igual, un aparato ideológico de Estado para adormecer la conciencia de las masas; que les enseñe que la burguesía tiene sus pensadores, muy diestros para crear teorías políticas en defensa de los intereses de la burguesía, y que por eso, en el siglo XIX el economista alemán Lorenz Von Stein fue el ideólogo del Estado Social de Derecho y su objetivo era evitar revoluciones.
Si la Constitución del 91 respondiera a los intereses de los trabajadores y del proletariado o fuese peligrosa para la burguesía, esa Constitución no existiría. Por eso, a la izquierda no le queda bien y, menos a quienes se reclamen revolucionarios, defender la Constitución del 91 con el argumento de la “defensa como proceso”. ¿Defender qué, compañeros, una Constitución que permite la aplicación cada vez más férrea de las políticas del imperialismo contra los trabajadores, que permite la privatización de la salud, de la educación y de los servicios públicos? ¿ Defender una Constitución que permite la usurpación del campo por los poderosos megaproyectos de la agroindustria, desplazando las despensas agrícolas de Colombia por el imperio de los agrocombustibles y todas las plagas del TLC, que permite el pillaje y el saqueo de las selvas, de los recursos físicos e hídricos por las multinacionales, que permite los más terribles desastres ambientales, como es lo que ocurre hoy en el Casanare, que permite la superexplotación de los trabajadores y la muerte de millones en la miseria? ¡Cuál ‘proceso’, si el único proceso que se reproduce en los marcos de la sociedad burguesa es la acumulación de la riqueza a favor del imperialismo!
¿Queda bien a la izquierda defender esa Constitución, le queda bien a quienes se reclaman revolucionarios? Un partido que se reclame revolucionario no puede ni debe defender una constitución burguesa ni su Estado Social de Derecho, a los ojos de la conciencia de las masas. Esa es una tragedia.Necesitamos un partido que les enseñe, que no es el parlamentarismo ni el guerrillerismo, alejados de las masas, los mejores métodos para defender sus intereses, porque esos caminos no conducen a la paz revolucionaria, sino el método de la antigua tradición del marxismo revolucionario, que nosotros creemos que es el correcto y que venimos proponiendo desde hace tiempo en nuestras intervenciones, en nuestro periódico, y en nuestras publicaciones: la unificación de los conflictos de los diversos sectores sociales, que a ello se deben dedicar las centrales obreras y los sindicatos, porque para ello han sido llamadas así, centrales, para centralizar o unificar los conflictos de los pobres y de la clase obrera, y no como de manera incorrecta se ha hecho, de forma sectorial.
Tenemos que enseñarle a nuestra clase, que luchar sectorialmente es incorrecto, porque es hacerlo en desventaja frente a los enemigos de clase, que sí viven unificados para defender sus intereses, además, apoyados en sus aparatos represivos. Que hay que unificar los conflictos, con un Plan de acción y un Pliego Unificado discutidos democráticamente y no impuesto de manera burocrática, es la única vía para hacer retroceder al gobierno ante su violencia política y lograr para los trabajadores y los pobres importantes conquistas.
Ese método tampoco nos lo hemos inventado nosotros, sino que son herramientas que nos ha legado la tradición marxista y que de manera embrionaria o inconsciente, a decir de Lenin, han venido utilizando las masas del mundo, y si no, miren lo que ha ocurrido y ocurre con la Primavera árabe y del Medio oriente, en donde, mediante la movilización, las masas lograron derribar tiranos como Ben Alí en Túnez y Mubarak y Morsi en Egipto, en sólo semanas de acción directa. Sólo en unas semanas; igual, en Francia, hace unos años, los jóvenes, mediante la movilización, echaron atrás la Ley del primer empleo.
Aquí en Colombia, los estudiantes lograron mediante el mismo método, que Santos archivara el proyecto de reforma universitaria; lo lograron los maestros colombianos a finales de los setenta, obteniendo, mediante el paro y la movilización sistemáticos, el Decreto 2277, una de las más importantes conquistas de la clase obrera en la historia de Colombia, sin parlamentarios en el congreso; contradictoriamente, sepan ustedes, que en los últimos años, con cerca de una veintena de congresistas del Polo democrático, muchos de ellos ex dirigentes de la Fedode, los maestros de hoy tenemos que lamentar la pérdida de tan importante conquista, porque la Constitución del 91, que la llaman progresista, lo ha permito, y también, quienes han sido en el parlamento los voceros de la clase trabajadora, que han privilegiado el parlamentarismo y han condenado al olvido el método del paro, la movilización y la unificación de los conflictos sociales.
Y así, centenares de ejemplos podemos encontrar no sólo en la historia sino también en las luchas presentes de los pueblos en todo el planeta. En este sentido, la pregunta es, ¿Cuántos gobernantes y leyes anti-obreras y anti-populares han logrado derrocar y retroceder las guerrillas a lo largo de cincuenta años mediante dicho método insurgente, que ha costado ríos de sangre y la pérdida de miles de valiosos, honestos y valientes guerreros que creyeron en esta estrategia y táctica equivocadas?
Volviendo al Magreb africano, por supuesto, han sido derrocados los tiranos, aunque no los regímenes, pero dichos gobiernos han sido desestabilizados y entrados en crisis, pero las masas han vuelto a ser engañadas por los regímenes que mediante Asambleas Constituyentes pro-burguesas y Consejos Nacionales de Reconciliación Nacional, las han disuelto con el señuelo de pequeñas concesiones, elecciones “democráticas” y cooptando a sus mejores dirigentes.
Se necesita, entonces, un partido revolucionario que enseñe a las masas que, tras el derrocamiento del tirano, hay que endurecer la táctica y las exigencias hasta desestabilizar al régimen y hacerlo caer. Un partido que le enseñe a las masas que las conquistas democráticas tienen sentido para sus intereses, en la medida que del terreno de la revolución democrática se continúe la lucha hasta llegar al terreno de la revolución socialista. Es el método de la Revolución Permanente que enunciara Marx y que desarrollara León Trotsky.
Es decir, un partido revolucionario que enseñe a la clase obrera y al proletariado, que la revolución socialista es inicialmente en su forma de carácter nacional pero que en su contenido debe ser de carácter internacional; Pero que para que dicha revolución pueda llevarse a cabo, se requiere igualmente, como dijera Lenin, de un partido revolucionario, que es el elemento subjetivo, que debe ser construido no sólo en lo nacional, sino también, en lo internacional y en lo mundial.
Tampoco esto es un invento nuestro, sólo estamos siendo tributarios de las enseñanzas de los padres del marxismo, y si no, recurran a Marx y Engels, quienes siendo consecuentes con su llamado a la clase obrera en el Manifiesto Comunista, “Proletarios de todos los países, uníos”, se dedicaron en la década de 1860 a construir dicho partido mundial, cuya primera organización fue la Primera Internacional de 1864, luego, la Segunda Internacional, organizada por Engels en 1866, después, la Tercera Internacional organizada por los Bolcheviques en 1919, la que liquidó Stalin posteriormente, con base en su argumento del socialismo en un solo país, dejando huérfana a la clase obrera del mundo, de esa organización, como la pensaron Marx y Engels. Más tarde, y como una alternativa para recuperar para el proletariado y la clase obrera este partido mundial, León Trotsky funda en 1938 la Cuarta Internacional.
Nosotros, el PST, nuestro partido internacional, la LIT, la Liga Internacional de los Trabajadores y nuestros partidos hermanos en el mundo, luchamos de manera denodada por la reconstrucción de ese partido mundial. No discutimos que ese partido se llame trotskista, para nosotros, lo importante es que se construya, puede llamarse marxista, leninista, luxemburguista o incluso, engelista, el partido de la humanidad, pero con el carácter de nuestra clase y regido por el principismo marxista y leninista. El partido revolucionario de la clase obrera y del proletariado debe ser mundial, por una sencilla razón, porque el imperialismo es mundial, porque el sistema capitalista, con todos sus organismos represivos y de explotación de los pueblos del mundo, sí está organizado a nivel mundial; por eso, allí donde se levanta un pueblo, el imperialismo envía su aparato militar mundial que es la OTAN, con su política cada vez más siniestra que es el Neoliberalismo, expresado en sus organizaciones económicas y comerciales como el Banco mundial, el Fondo Monetario Internacional, el BID, la Comunidad Económica Europea, el G8, la OMS, y toda la tenebrosa red de multinacionales y transnacionales que colonizan y saquean los más apartados rincones del planeta.
Trágicamente, así como nuestra clase obrera no está organizada en Colombia, mediante una política revolucionaria de centralización de los conflictos, lo mismo ocurre en el mundo; entonces, nosotros proponemos organizar ese partido revolucionario mundial, que nos piden a gritos desde el convulso y revolucionario siglo XIX, nuestros comunes maestros, Marx y Engels. Quien ose llamarlos ilusos, me parece que es lo más triste y trágico que le pueda ocurrir a un hombre o a un partido que se reclame revolucionario.
Ese Partido hay que organizarlo, para llevar a las masas a la movilización, a la huelga, al paro y a la insurrección, con un programa estratégico y táctico, propuesto y debatido en el terreno de la democracia obrera, es decir, democráticamente, que conduzca al proletariado mediante el armamento obrero, a la destrucción del estado burgués, para luego construir un Estado Obrero y Campesino que de origen a la sociedad socialista, que con una dinámica de revolución permanente, trascienda las fronteras nacionales, desarrollándose internacional y mundialmente, hasta darle el golpe mortal a las burguesías, a lo regímenes nacionales y al imperialismo, mediante la dictadura violenta del proletariado.
Sólo así, de esa manera y en esas condiciones, podremos construir la paz revolucionaria, que nos ha de llevar al soñado comunismo. Quienes se espanten ante el carácter colosal y titánico de esta empresa, es terriblemente nefasto que no se inmuten entonces ante la otra cara de la moneda, es decir, ante el carácter siniestro y catastrófico como el capitalismo en su etapa de suprema degradación, está llevando a la humanidad al colapso final, a la destrucción de la naturaleza y del mismo planeta.
Sólo allí, en el estadio del socialismo y del comunismo, podrá cada hombre, cada mujer, cenar en paz; sólo allí, podrán las culturas indígenas más bellas y exóticas del mundo, volver a vivir los deliquios armoniosos de su Pachamama; sólo allí, los negros, los judíos, los palestinos, los gitanos, los kurdos, los vascos, los tibetanos y, todas las más hermosas culturas y nacionalidades, podrán volver por sus ritos paganos en plena libertad; sólo allí, la mujer, podrá finalmente, conquistar su auténtica liberación revolucionaria, ser libre y ser feliz, sin el peso de la explotación y la opresión a la que la ha sometido la ideología machista del capitalismo; sólo allí, los homosexuales, estigmatizados durante tanto tiempo, de la manera más cruel, no sólo por la contracultura de los dogmas de todos los modos de producción social basados en la división de clases, sino también por el estalinismo, podrán vivir en paz, ser naturales, queridos y respetados por la civilización; sólo allí, serán felices y vivirán en paz su utopía, nuestros camaradas los anarquistas; sólo allí, los místicos y las cosmogonías y el folclor de los pueblos, podrán ser valorados y respetados en todo el mundo; sólo allí, los artistas, gozarán y crearán en paz las nuevas maravillas de las artes y las letras del mundo, ellos serán el gozo espiritual de toda la humanidad; sólo allí, los científicos, hermanados a todos los hombres, sin la cruel división del trabajo del mundo capitalista, podrán, educados y con un alto nivel de conciencia revolucionaria, construir los aparatos más bellos y alucinantes, sólo para reverdecer nuestro planeta, depurar los océanos, volver los ríos a sus cauces originarios, rescatar la naturaleza y proteger al planeta de posibles amenazas cósmicas; ellos, incluso, en el marco de la paz revolucionaria, llevarán a la humanidad, felizmente, a otras regiones del universo, a las futuras migraciones fundacionales de nuestra especie . De lo contrario, la vida en este planeta va a ser destruida y la humanidad perecerá.
Queridos compañeros de la Unión Patriótica, del Partido Comunista, de la Marcha Patriótica, del Congreso de los Pueblos, de la Red Socialista de Colombia, de la Juventud Comunista, del Moir, de la Coalición Larga Vida a las Mariposas, reciban del PST, nuestro abrazo revolucionario.
Dedicado a los camaradas: Raúl Guzmán, Roberto Peláez, Arnulfo Arce y Libardo Rodríguez Marín, mis primeros maestros en el Trotskismo. Para ellos, mi tributo eterno.