Negociaciones FARC-Santos: ¿Cómo conquistar garantías, derechos y libertades democráticas?
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En La Habana, en las negociaciones de paz entre el gobierno de Santos y las FARC, se inició la discusión del segundo punto relativo a las garantías y condiciones para el desarrollo de la actividad política legal por parte de las fuerzas de la guerrilla, si un acuerdo exitoso completo concluye en su desmovilización y desarme.
Antes de analizar las propuestas, exigencias o demandas de una parte (las FARC) y las respuestas del gobierno es conveniente ubicar los puntos de referencia de una posición obrera revolucionaria respecto a estos asuntos. Sólo en esa forma será posible delimitarse con plena claridad de las propuestas e iniciativas del gobierno y aclarar la estrategia y objetivos políticos que subyacen en las de las FARC.
El poder político de la burguesía: una dictadura
Aquellos que proclaman que su lucha y objetivos fundamentales son lograr una sociedad, un régimen político o un gobierno más democráticos le hacen el juego a la dominación política e ideológica de la burguesía sobre los explotados y oprimidos, cuando no señalan simultáneamente que una sociedad verdaderamente democrática, un régimen democrático para la enorme mayoría de la población y un gobierno realmente democrático sólo es posible destruyendo el poder político de la burguesía y el imperialismo a través de la toma revolucionaria del poder por las masas obreras, campesinas pobres y trabajadoras en general.
En ningún país existe un régimen o un gobierno democrático, así en abstracto, sin condición de clase específica y definida. Sólo los reformistas empedernidos y la propia burguesía hablan de la democracia en general, para esconder la realidad: que la “democracia” existente en cualquier país en el cual la burguesía detente el poder económico sobre los medios de producción, y en consecuencia ejerza el poder político a través de cualquier clase de régimen o gobierno, no es más que una feroz dictadura, una dictadura de clase, la dictadura de la burguesía, los terratenientes y el imperialismo (una minoría) sobre la inmensa mayoría de la población (la clase obrera y el conjunto de los trabajadores, el campesinado pobre, las minorías étnicas y todos los explotados y oprimidos).
Distintas maneras, un solo objetivo
No siempre la burguesía y el imperialismo gobiernan en la misma forma en cada país. Si las condiciones lo exigen pueden implantar una feroz dictadura militar, con decenas, centenares o miles de muertos, desaparecidos y prisioneros. Otras veces se ven obligados a compartir el gobierno con partidos u organizaciones que se reclaman de la clase obrera o dicen defender los intereses de los explotados. Esos son los famosos frentes populares, política preconizada durante décadas por los partidos comunistas buscando gobernar en común con un sector “progresista” de la burguesía.
Los diferentes regímenes políticos, los distintos gobiernos que pueden existir bajo el mismo régimen político, reflejan en últimas la correlación de fuerzas (quien está a la ofensiva, quién a la defensiva) que en cada momento existe al interior de la sociedad burguesa en cada país entre las clases fundamentales: el conjunto de la burguesía imperialista y nacional y el conjunto de la clase obrera, los trabajadores y los miles de explotados y oprimidos.
Pero en unos y otros, bajo los regímenes fascistas, las dictaduras militares, los gobiernos “democráticos” elegidos popularmente con sus estructuras parlamentarias o los gobiernos de frente popular el objetivo de la burguesía es el mismo: mantener el dominio político que le garantiza la propiedad privada sobre los medios de producción y por lo tanto su condición de clase dominante en la sociedad.
Por lo anterior, nunca, en ninguna circunstancia, un gobierno en el cual participe la burguesía –lo cual supone que dicho gobierno respeta lo más sagrado para el burgués: la propiedad privada sobre los medios de producción– podrá ser considerado por una posición obrera revolucionaria como “su” gobierno, ni llamar a apoyarlo o respaldarlo.
Cuando una fracción burguesa reaccionaria o contrarrevolucionaria llama a derrocar a un gobierno “democrático” (Kornilov contra Kerensky en las jornadas de julio de 1917 en Rusia) la posición obrera revolucionara llamará a derrotar con la lucha y la movilización a la fracción burguesa reaccionaria –oponiéndose a ella incluso con las armas– sin depositar ninguna confianza o respaldo en el gobierno “democrático” que continuará siendo un gobierno burgués al cual hay que derrotar (revolución de octubre contra el gobierno de Kerensky).
Con el ejemplo anterior se muestra, en el caso extremo, que la clase obrera y una posición revolucionaria no es indiferente ni ajena a qué clase de régimen o gobierno existe en cada momento. Las tácticas y programas para combatir a cada uno de ellos deberán ser diferentes pero el objetivo será el mismo: buscar derrotarlo con la lucha y la movilización organizada de los trabajadores, explotados y oprimidos; conquistando el poder político y conformando un gobierno obrero y popular, realmente democrático, que inicie las transformaciones económicas necesarias e imprescindibles (expropiación de los grandes medios de producción y muchas otras) para democratizar realmente el conjunto de la vida social. En ese marco se ubicará la garantía de ese gobierno de amplios derechos de organización y expresión política a todos aquellos que no atenten directamente contra el nuevo orden social que se empieza a construir.
¡Por garantías, derechos y libertades democráticas!
Todo el marco estratégico y programático anterior, opuesto por el vértice al programa y estrategia de los reformistas que adoran de rodillas la “democracia” (burguesa) y sus regímenes y gobiernos “democráticos”, permite ubicar con claridad la lucha más consecuente por conquistar garantías, derechos y libertades democráticas bajo cualquier régimen o gobierno de la burguesía.
No luchar por garantías, derechos y libertades democráticas bajo cualquier régimen o gobierno burgués sería el más craso extremoizquierdismo, igual o peor de dañino para el avance de la conciencia obrera revolucionaria que el cretinismo parlamentario de los reformistas.
Se cae de su peso que a la clase obrera, a los explotados y oprimidos, les conviene echar abajo a una dictadura militar cuando ella existe, producto de una derrota contrarrevolucionaria anterior. Echarla abajo significará que la correlación de fuerzas entre las clases ha comenzado a variar favorablemente al proceso revolucionario.
Igualmente, luchamos por las libertades y defendemos los derechos y garantías democráticas en la medida en que la existencia de ellas brinda condiciones más favorables para la organización, movilización y desarrollo de la conciencia de millones de trabajadores. Pero el avance de la conciencia se logra siempre y cuando un partido revolucionario explique constante y permanente que el objetivo a lograr cuando se lucha por un derecho democrático trasciende el marco de la actual sociedad, régimen y gobiernos burgueses, así aparezcan ellos como los más “democráticos”. Que por lo tanto la garantía, derecho o libertad democrática debe ser asumida como una herramienta o instrumento para continuar avanzando en la lucha y no como un objetivo en sí mismo. Que sólo tomando el poder político y conformando un gobierno obrero y popular que comience a colocar los medios de producción al servicio de toda la sociedad podrá hablarse realmente del inicio de la construcción de una sociedad, un régimen y un gobierno democrático.