Polo y guerrilla no son opción: necesitamos un partido revolucionario
La grave crisis en que está sumido el Polo Democrático Alternativo –que hace pocos años concitó tanta expectativa entre los trabajadores y sectores populares–, y el callejón sin salida en que se encuentra la insurgencia armada –que alguna vez reflejara la lucha del campesinado pobre por la tierra–, pone de presente, una vez más, la necesidad de que los trabajadores y los pobres construyamos una verdadera alternativa revolucionaria independiente de la burguesía y que privilegie el método de la lucha de masas.
Esa contradicción entre las luchas de resistencia que espontáneamente se ven obligados a realizar los trabajadores –como los petroleros de Campo Rubiales– o los estudiantes –como los universitarios colombianos y chilenos– y la inexistencia de una dirección revolucionaria, se ha hecho patente en el proceso revolucionario del norte de África o en la dramática situación del pueblo griego. En Egipto la junta militar reprime sin piedad la movilización tratando de obligar al pueblo a tragar la zanahoria envenenada de las elecciones, sin dar respuesta a los reclamos más urgentes de la población. En Grecia la “troika” del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo, imponen uno tras otro, bárbaros planes de recorte de los derechos sociales básicos. En ambos casos se pone en evidencia que en el marco de la economía capitalista en crisis es imposible que haya empleo, vivienda, salud o educación para todos. La revolución socialista que ponga toda la capacidad productiva de la sociedad en manos de los trabajadores, eliminando la propiedad privada de los medios de producción, hoy está de nuevo al orden del día como única salida a la crisis.
Es el mismo dilema en que se debaten los trabajadores y la juventud colombiana. Mientras el Polo, que tiene influencia en la dirigencia sindical y estudiantil, siga levantando un programa de colaboración de clases y continúe buscando afanosamente nuevos sectores burgueses con los cuales aliarse –como lo hicieron con la corrupta dirigencia de la Anapo– y la guerrilla se limite a reclamar una “negociación política del conflicto social y armado”, empleando métodos que la alejan cada vez más de la población que pretende representar, seguirán siendo un obstáculo para que surja la alternativa independiente, revolucionaria y de masas que requieren la clase obrera y los sectores populares. Las nuevas camadas de activistas y dirigentes sindicales –que hoy enfrentan las maniobras legales de la patronal y el gobierno o directamente la represión a sus luchas–, y las decenas de miles de jóvenes que hicieron su primera experiencia en las movilizaciones de 2011 y reclaman una organización estudiantil democrática de masas, deben saber que su lucha gremial es insuficiente si no se proponen también construir un partido político revolucionario internacional que una sus reclamos a las del resto de trabajadores y sectores populares del mundo y se proponga construir una nueva sociedad. Al servicio de esa tarea están el Partido Socialista de los Trabajadores y la Liga Internacional de los Trabajadores.