PST Colombia

Partido Socialista de los Trabajadores

Segundo punto del temario de las negociaciones en La Habana ¡Mucha tela de donde cortar!

Al extensísimo pliego de propuestas presentado por la delegación de las FARC sobre el punto de las garantías para la participación política, cuya discusión se inició hace dos semanas, se le podrían agregar muchísimas más. Sin exagerar ni ironizar, nos atrevemos a decir que en este terreno, desde su punto de vista, las FARC se quedaron cortas aunque su propuesta haya sido cuestionada por proponer rehacer el conjunto de la estructura estatal, del régimen, del gobierno y de las condiciones para la actividad política.

Mientras el gobierno habla de paz reprime la protesta.

P { margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; color: rgb(0, 0, 0); widows: 2; orphans: 2; }P.western { font-family: "Calibri",sans-serif; font-size: 10pt; font-weight: bold; }P.cjk { font-family: "Calibri",sans-serif; font-size: 10pt; font-weight: bold; }P.ctl { font-family: "Calibri",sans-serif; font-size: 10pt; }A:link { color: rgb(0, 0, 255); text-decoration: underline; Una democracia a sangre y fuego
Si bien durante décadas ha sido denominada como una “democracia”, la estructura política del Estado, del régimen y el accionar de todos los gobiernos de los últimos 60 años –por fijar un límite– merecen un calificativo bien diferente. Podría denominársele “democracia de los asesinos”, “democracia de los hampones y rufianes”, o simplemente “democracia burguesa a sangre y fuego” en una definición de clase más precisa.
Porque sangre es lo que le ha costado a los trabajadores y a los explotados en general el ejercicio del poder político realizado por la burguesía del país en estas décadas. Y fuego, físico fuego (denominado popularmente plomo) es con lo que la burguesía, los terratenientes y las multinacionales –que sostienen y han garantizado los diversos gobiernos– han respondido ante las exigencias obreras y populares por mejoras en sus condiciones de existencia. Como lo acaban de comprobar los campesinos del Catatumbo.
En gran medida han sido estas condiciones excepcionales de represión, recorte de libertades democráticas, persecución, amenazas y asesinato de los opositores lo que dio pie para que sectores radicalizados del campo y la ciudad considerasen –equivocadamente– que el único camino para enfrentar y transformar tal situación era alzarse en armas contra el estado, lanzándose a la lucha guerrillera.

¿Apostando fuerte para ganar poco?
Pareciera que la táctica de las FARC en las negociaciones es la del jugador que apuesta fuerte así sepa que ganará bien poco. Ubicados en el campo de forcejear reformas y algunas garantías democráticas, los resultados del primer punto, relativos al problema de la tierra, así parecen indicarlo. El balance que hace el propio Andrés París, vocero de las FARC, es elocuente: “…La reforma agraria, si se quiere, beneficia más a las fuerzas del capitalismo, que requiere modernizar más el campo, adecuarlo a los desarrollos generales del país capitalista…”*
En el terreno de las propuestas de derechos y garantías para la participación política es posible que suceda algo similar. Que luego de muchas idas y venidas, vueltas y revueltas, el asunto termine con algunos ajustes que no modificarán sustancialmente las condiciones bajo las cuales la burguesía ejerce su poder político. Es posible incluso que tales reformas, ajustes o garantías hagan aparecer al régimen como más “democrático”; confundiendo en esa forma a quienes toman como referencia la “democracia” en general sin entender que mientras la burguesía mantenga el poder político se tratará de la democracia burguesa, que es dictadura de clase contra los trabajadores y los pobres. Pero apariencia no es realidad.
Como antecedente no lejano tenemos la Constitución de 1991. Con la firma incluso del Partido Comunista, con participación de exguerrilleros que levantaban banderas “democráticas” similares a las que actualmente levantan las FARC, ¿qué cambios sustanciales desde el punto de vista de los derechos y garantías para la actividad política asegura? ¡Ninguno sustancial! ¡Durante lo que va de su existencia en el país se perpetraron y se siguen perpetrando masacres, desplazamientos, amenazas y asesinatos en forma generalizada contra todo opositor político o luchador social!.
Muchos de los gestores y defensores de la Constitución del 91 se lamentan ahora señalando que el problema son las decenas de reformas a que ha sido sometida y que su espíritu no ha sido aplicado. ¡Cuál espíritu! La Constitución en un estado burgués es un pedazo de papel con el cual la burguesía en el poder hace lo que le da la gana. Como detalle, que no como añoranza, en algunos aspectos electorales era incluso más democrático el régimen anterior a 1991. Bastaban tres ciudadanos para presentar legalmente un candidato a la presidencia y que éste fuese reconocido como tal por el Estado.

¡No es tan mamey!
El asunto no está entonces tan sencillo para los acuerdos en el segundo punto del temario. No es imposible que se produzcan cambios o modificaciones (incluso sustanciales) en un régimen político sin un proceso revolucionario que derrote el anterior régimen. Pero es claro que sin un cambio en la correlación de fuerzas entre las clases tales cambios o no son sustanciales o son bastante efímeros o reversibles y terminan siendo asimilados y aprovechados por la propia burguesía para perfeccionar sus mecanismos de dominación y control político.
La apertura, vía una negociación, a que fuerzas guerrilleras desmovilizadas dispongan de una expresión parlamentaria legal, por ejemplo, rápidamente puede convertirse en un factor adverso para la lucha obrera y popular. En general, por su carácter de clase y por su estrategia programática y política tales fuerzas terminan convertidas en agentes administradores del Estado burgués a nivel municipal, departamental o nacional. Esa experiencia ya está suficientemente hecha en el país.