Paz, equidad, educación: La gran estafa
h2 { margin-top: 0.21cm; direction: ltr; text-align: left; widows: 2; orphans: 2; page-break-after: auto; }h2.western { font-family: "Cambria",serif; font-size: 13pt; }h2.cjk { font-family: "Droid Sans Fallback"; font-size: 13pt; }h2.ctl { font-size: 13pt; }h1 { margin-top: 0.85cm; margin-bottom: 0cm; direction: ltr; text-align: left; widows: 2; orphans: 2; page-break-after: auto; }h1.western { font-family: "Cambria",serif; font-size: 18pt; }h1.cjk { font-size: 18pt; }h1.ctl { font-size: 14pt; }p { margin-top: 0.21cm; margin-bottom: 0.21cm; direction: ltr; line-height: 120%; text-align: justify; widows: 2; orphans: 2; }p.western { font-family: "Times New Roman",serif; }p.ctl { font-size: 12pt; }a:link { color: rgb(0, 0, 255); text-decoration: underline; }
Hace cuatro años Santos prometió cuidar los “tres huevitos” de Uribe: seguridad democrática, cohesión social y confianza inversionista. Pero estos huevitos terminaron siendo reventados por las cinco locomotoras del desarrollo que prometió Santos en su gobierno de “Prosperidad para todos”: infraestructura, agricultura, vivienda, minería, e innovación. Resulta que estas locomotoras nunca arrancaron y la prosperidad sólo llegó para los grandes capitalistas. En su discurso de posesión para un segundo mandato, Juan Manuel Santos ha cambiado la metáfora. Apoyándose en el hastío de la población con el conflicto armado que hábilmente supo aprovechar para garantizar su reelección, ahora promete tres pilares de su plan de gobierno sobre los cuales se construirá la Colombia del postconflicto: paz, equidad y educación. Los trabajadores y los pobres de Colombia no tenemos porqué confiar en las promesas de este jugador de póker; es un tramposo que está acostumbrado a jugar con las cartas marcadas. En lugar de darle tregua, obreros, estudiantes, campesinos y sectores populares debemos volver a la movilización para conquistar en las calles lo que nos niegan el gobierno y las leyes.
Paz: la hora de las víctimas
Las negociaciones de paz en La Habana siguen prolongándose y se anuncian compromisos de espaldas a las mayorías trabajadoras. El tema más reciente y dramático ha sido el de las víctimas. La verdad, la justicia y la reparación que exigen los afectados, están subordinadas a la mal llamada “reconciliación” entre víctimas y victimarios. El gobierno de Santos pretende ahora que todos son “víctimas del conflicto” así hayan sido afectados por la acción de las fuerzas estatales, la guerrilla o los paramilitares. El origen social del enfrentamiento militar es olvidado, y su proceso de degradación por la acción consciente del Estado –financiado por el gobierno yanqui–, de la burguesía, los terratenientes y las transnacionales–promotores del paramilitarismo– y la pérdida de legitimidad de la insurgencia armada –por sus bárbaras prácticas y su relación con el narcotráfico– es la justificación para el “perdón y olvido” con el que se quiere dar vuelta a la hoja sangrienta del último medio siglo consagrando la más absoluta impunidad para los responsables. El régimen político genocida, autoritario y corrupto con el que han gobernado al país un puñado de privilegiados, saldría así legitimado con la complicidad de los comandantes guerrilleros y la mayoría de la izquierda que llamó a votar por Santos diciendo que se votaba por la paz.
Equidad: ni trabajo, ni pan
Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Sus colosales recursos naturales y la capacidad productiva de sus gentes sólo sirven para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Santos promete ahora la creación de dos millones y medio de empleos. Ya sabemos lo que eso significa: beneficios y subsidios para los empresarios, más flexibilización laboral y trabajo en condiciones de precariedad sin límite. Como las condiciones a las que han sido sometidos los obreros petroleros al servicio de la transnacional canadiense Pacific Rubiales que explota el yacimiento más importante del país. O la población de la Guajira, asentada sobre la mina de carbón a cielo abierto más grande del mundo, mientras sus niños mueren de desnutrición, el agua se evapora y la contaminación ambiental oscurece el horizonte. Es el futuro que amenaza a las poblaciones que están siendo afectadas por los megaproyectos mineros, las hidroeléctricas y los monocultivos agroindustriales. La Ley de Tierras en proceso de ejecución no es una reforma agraria, es sólo la legalización del despojo. La legislación laboral sigue negando la estabilidad y el trabajo extra. La negociación colectiva en el sector público es una farsa para preservar los Tratados de Libre Comercio con los que se saquea al país.
Educación: ni calidad, ni mercado laboral
Santos promete hacer de Colombia el país más educado de América Latina y anunció un presupuesto para el sector superior al de las fuerzas armadas. Lo que no dijo es que la mayor parte de ese presupuesto sólo pretende reforzar el gran negocio de la educación privada al que han ingresado como piratas las transnacionales de la educación, endeudando a las familias con los créditos educativos.
La gratuidad hasta el grado once es un engaño mientras los niños y jóvenes de las barriadas estén obligados al rebusque para la supervivencia familiar. La extensión de la jornada única escolar sólo busca aumentar la sobrexplotación de los docentes y más tiempo de control a una juventud víctima de las lacras del capitalismo. Los maestros todavía reclaman salarios dignos, protección en salud adecuada y respeto a la carrera docente.
Las universidades públicas señalan un déficit estructural de once billones de pesos, mientras el 80% de los profesores universitarios sólo tienen contrato ocho meses al año. En esas condiciones laborales y de bienestar no habrá educación de calidad. Y si la hubiera, el único horizonte para esos profesionales sería la emigración o el subempleo. Es la razón por la que se va a dar prioridad a la formación técnica y se reduce a la mitad el presupuesto de Colciencias. El mercado laboral en Colombia será funcional a la desindustrialización del país y la quiebra del sector agrícola.
Ese es el verdadero plan de Santos. Un país en paz para que el capital financiero continúe su labor parasitaria acrecentando la deuda pública, las transnacionales puedan aprovechar la mano de obra calificada y barata, sin protección ambiental frente al saqueo de los recursos naturales y una educación limitada a los planes miserables de “desarrollo” del gran capital. Frente a este plan los trabajadores debemos aprestarnos a presentar batalla. Ninguna confianza en las promesas del gobierno y su Unidad Nacional. Ningún apoyo a la oposición de la ultraderecha uribista. Ninguna ilusión en los acuerdos de La Habana. Necesitamos hoy más que nunca construir un verdadero frente de lucha de los explotados y los oprimidos del país. El VI Congreso de la CUT será una primera oportunidad para que los trabajadores nos postulemos como la verdadera alternativa para la solución definitiva a los grandes problemas de nuestra sociedad.
Bogotá, septiembre 2 de 2014