Las FARC: Más alla de Bojayá
“… ojalá algún día seamos perdonados”
Pastor Alape, discurso en Bojayá, 6 de diciembre de 2015
Los 700 humildes pobladores del municipio chocoano que el pasado 6 de diciembre escucharon las palabras de Pastor Alape, a nombre de las FARC, reflejaban en ese momento la misma tristeza que mantienen sus rostros desde hace 13 años; cuando el cilindro bomba lanzado por esa guerrilla acabó con la vida de 79 de sus habitantes, 48 de ellos niños, que se habían refugiado en la iglesia. Ver video https://www.youtube.com/watch?v=TquzcGUNIOE)
En el largo proceso que se inicia en el país, si las FARC terminan suscribiendo un acuerdo de paz e integrándose a la legalidad como todo indica, será imposible saber si “algún día” serán “perdonadas” por los centenares de sus víctimas; como anhela Alape, dudándolo, al señalar: “… ojalá algún día seamos perdonados”. Por el respeto profundo a su situación de víctimas, desde una perspectiva política revolucionaria, no nos corresponde sugerir a las víctimas de las FARC que perdonen o no. Ese será, ante todo, un acto individual. Las FARC tienen, si han de alcanzar “algún día” ese perdón, un largo camino por recorrer del cual Bojayá es sólo el primer paso.
“Ni perdón, ni olvido; castigo a los culpables”
Al lado de los centenares o miles de víctimas de las acciones erradas de las FARC se encuentran los centenares de miles (millones) de víctimas del accionar del régimen sanguinario con el que se ha gobernado el país durante décadas; régimen contra el cual las FARC dicen haber desarrollado “su guerra”, justificando su accionar. Son ellos los millones de campesinos desplazados por terratenientes y agentes de multinacionales para apoderarse de sus tierras; las decenas y decenas de miles de asesinados y desaparecidos, los dirigentes sindicales y populares amenazados.
A las víctimas de ese régimen les hemos dicho y les diremos, abierta y claramente: “ni perdón, ni olvido; verdad, justicia y reparación; castigo a los culpables”. Y esa lucha continuará, más allá de los pactos que realice la dirección de las FARC con el gobierno Santos, agente y representante de ese régimen asesino.
Los pactos que se negocian en La Habana son pactos entre victimarios; a mutua conveniencia de unos y otros, un verdadero acuerdo de impunidad tal como cínica pero abiertamente lo propuso el ex presidente César Gaviria. Las FARC buscan “condenas” benévolas, haciendo públicos actos de contrición por sus “errores” mientras el régimen se lavará las manos ensangrentadas condenando a algunos chivos expiatorios escogidos entre sus agentes más sanguinarios.
¿Qué juicio aceptar y de quién aceptar castigo y condena?
En su accionar, una organización que se proclama revolucionaria puede cometer errores de diversa índole. Una buena medida de su carácter revolucionario es no sólo reconocerlos sino cuándo, en qué forma y cómo repararlos.
Alape afirma que “Hace 13 años que pesa en nuestros hombros el dolor desgarrador que afecta a todos ustedes”. ¡Trece años! ¿Y sólo ahora reconocen su responsabilidad y, en forma bastante débil (por decir lo menos) anhelan ser perdonados (pues clara y directamente no solicitan ese perdón)? ¿Es esa la actitud de una organización realmente revolucionaria? Acá el refrán de “más vale tarde que nunca” no se puede aplicar.
La declaración de las FARC, por boca de Alape, parece responder más al cálculo político dada la imperiosa necesidad que tienen las FARC de, actuando en común con el gobierno de Santos, abrir un espacio para que millones de colombianos que miran con dudas y alta desconfianza el proceso de La Habana modifiquen su actitud.
Las FARC, si enarbolasen una verdadera opción revolucionaria, deberían estar dispuestas a aceptar, sin objeción de ninguna índole, el juicio, condena y castigo que podrían imponerle las propias víctimas; más aún cuando estas no actúan a título individual sino como comunidad.
¿Por qué el propio Alape, en su acto de “contrición” no expresó ante la comunidad de Bojayá que ellos, las FARC, su dirección, estaba dispuesta a someterse al castigo que democráticamente la comunidad decidiese? Porque las FARC no son una organización que defienda ni comparta el derecho de las comunidades a actuar democráticamente; ni siquiera ante los propios “errores” reconocidos por ellos. Así sucedió ya antes cuando la dirección de las FARC rechazó el juicio que hicieron las comunidades indígenas a milicianos suyos por actos atentatorios contra los derechos de esas comunidades.
Las FARC, en términos de justicia, prefieren negociar su castigo y condena con la justicia burguesa de los tribunales constituidos por el gobierno de Santos o los gobiernos burgueses de la denominada “comunidad internacional”, esperando de ellos más benignidad. ¡Tan alejados comienzan a estar de los explotados y oprimidos que esperan más benignidad de los explotadores y opresores!