Declaración de UNES – Por la democratización de la MANE
La decisión política del Presidente Santos de retirar el Proyecto de Ley que reforma a la Ley 30 es indiscutiblemente un logro político del movimiento estudiantil, que durante dos meses desarrolló el Paro Nacional Universitario en casi la totalidad de las universidades públicas del país. Rebosando las calles con la combatividad de un estudiantado decidido a derrotar al gobierno, y ganando la simpatía de la población, logró detener al gobierno con su proyecto de ley que pretendía profundizar la política privatizadora que viene de gobiernos anteriores con la Ley 30.
El anuncio del presidente, un día antes de la gran jornada de movilización del 10 de noviembre, aparece como un chantaje, condicionando el retiro del proyecto a que primero los estudiantes terminaran el paro y regresaran a clases. Pero decenas de miles de estudiantes tomando las calles, retando al invierno y al gobierno, llenaron una y otra vez la Plaza de Bolívar en Bogotá y en otras ciudades, exigiendo sin condiciones el retiro del proyecto de ley, sin ceder al chantaje de Santos. El Presidente, constatando esto, fue modificando su posición hasta tomar la decisión de garantizar el retiro del proyecto de la Comisión Sexta de la Cámara de Representantes.
El triunfo de la movilización
Este logro no se ha obtenido solo con tener la razón frente a un Proyecto de Ley que agravaría la crisis de las universidades paraí poder entregarlas en bandeja de plata al capital privado y a las multinacionales de la educación atraídas por el Tratado de Libre Comercio. Este es un logro fundamentalmente del estudiantado en las calles, que con movilizaciones históricas paralizó varias veces de día y de noche las ciudades de Colombia; y a pesar de la represión y la militarización de las universidades no cedió ante los chantajes ni ante las mentirosas campañas publicitarias de Santos y su ministra por radio y televisión. El paro universitario, combinado con un verdadero plan de acción de movilización permanente, demostró ser la mejor herramienta que le permitió a los estudiantes cosechar este avance, sobre todo cuando empezaron a entender la necesidad de no luchar solos, de convocar a los otros sectores en conflicto, como a los maestros y trabajadores, no solo a brindar apoyo a la lucha de los universitarios sino a colocarse a la par de sus luchas.
En el punto más alto de la movilización estudiantil, la perspectiva de articular la lucha de los universitarios con la de los otros sectores en conflicto, como los obreros de Pacífic Rubiales, los trabajadores de la Palma en el Norte de Santander, o la resistencia a la venta de la ETB, prendió las alarmas en el Gobierno Nacional. Por eso el gobierno cede, porque vio en esta confluencia de luchas el germen de la revolución árabe en el norte de África, de las huelgas generales en Grecia, del movimiento de los indignados en España, de Occupa Wall Street en Estados Unidos y de los estudiantes chilenos.
La MANE: un avance, pero hay que democratizarla
Pero también en medio de este proceso el estudiantado ha logrado encontrar una nueva oportunidad de superar una de sus principales debilidades: la ausencia de una organización gremial estudiantil, de carácter masivo, democrático y nacional. La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE), ha demostrado por un lado la utilidad de la coordinación y centralización de las luchas de los estudiantes y por otro, la necesidad de que se consolide como un proceso democrático y a largo plazo, que permita resistir los flujos y reflujos de las coyunturas.
Pero para ello todavía hay problemas y limitaciones que superar, como lo demostró la reunión extraordinaria de la MANE del pasado sábado 12 de noviembre. Esta cita, de cerca de 3.000 estudiantes que se proponía la urgente tarea de discutir el anuncio del gobierno, desarrolló un intenso debate frente al cambio político que esto significaba. Pero lo que pudo ser un debate democrático de las diferentes visiones, tanto regionales como de las diferentes fuerzas políticas al interior del estudiantado, terminó siendo una lucha por hegemonizar e imponer lo que ya parecía un acuerdo tácito de las organizaciones estudiantiles al interior de la MANE: el levantamiento a toda costa del paro. Esto hizo que la discusión se polarizara hasta el punto de violentar las visiones y expectativas de los estudiantes independientes de estas organizaciones y de los delegados de las regiones, que reflejaron la radicalidad de los estudiantes que en las provincias pusieron el pecho para garantizar el paro nacional. Así, para imponer el levantamiento del paro se recurrió a los viejos métodos que en otros momentos han destruido procesos de coordinación y de unidad del movimiento estudiantil: señalamientos de divisionismo, o callar las opiniones adversas con aplausos, consignas y abucheos, llegando incluso a las agresiones físicas.
Por un método democrático para la toma de decisiones
También el método del consenso demostró sus límites y su inutilidad para resolver las diferencias de fondo dentro del movimiento estudiantil, más aún cuando un “disenso” se acalla forzando votaciones aplastantes, utilizadas a conveniencia, pasando por encima incluso de las definiciones metodológicas anteriores de la misma MANE.
La MANE ha logrado confianza y legitimidad en las bases estudiantiles gracias a que ha permitido la actuación en común, en unidad de acción, de las diferentes fuerzas políticas contra la ofensiva del gobierno. Pero también su legitimidad se basa en que se ha apoyado -aunque aún de manera inconsciente- en los procesos democráticos y de base en las universidades. La acertada iniciativa de los estudiantes de elegir voceros por asambleas y de que éstas sean las instancias que deciden los aspectos cruciales, ha sido un paso muy importante para avanzar en el carácter democrático y verdaderamente representativo que debe tener un proceso de organización gremial.
Pero la imposición del levantamiento del paro desde la MANE en las asambleas de cada una de las universidades es un retroceso en ganar la legitimidad dentro de los estudiantes, que refleja el método burocrático de las direcciones sindicales que negocian y levantan paros sin consultar a las bases. Este método se tiene que erradicar del movimiento estudiantil, y la MANE tiene la obligación de garantizar las condiciones democráticas para que se de este debate a su interior sobre el funcionamiento y método, la legitimidad de las asambleas decisorias y los criterios de representatividad de sus voceros.
Esta discusión que se debe dar al interior de la MANE y de cada una de las universidades contribuirá a fortalecer la unidad y la fuerza que necesita el movimiento estudiantil en el próximo periodo, en el que la prioridad será avanzar en fortalecer la organización gremial para la lucha. Solo así será posible mantener las discusiones, las convocatorias a movilizaciones y la discusión profunda del tipo de educación que necesitamos, las exigencias presupuestales que no dan espera en las universidades y lo que es más importante, volver a desencadenar las fuerzas del estudiantado por la conquista de una educación totalmente gratuita y de calidad con bienestar universitario.
A preparar nuevas batallas
Tenemos que ser conscientes de que Santos jugará sus cartas del desgaste en mesas de concertación, como lo ha hecho con otros sectores, mostrando su careta conciliadora, mientras gana tiempo para alinear sus fichas de la Unidad Nacional para seguir avanzando en su política privatizadora de la educación, como ya lo está haciendo con la reforma a la salud. No debemos confiar en el gobierno, solo en la movilización, que lo obligue a cumplir con nuestras exigencias.
Nuevas batallas se avecinan, y democratizar la MANE dará la fuerza, legitimidad y la unidad necesaria para derrotar al gobierno, convocando decididamente a los explotados para propinarle al gobierno una derrota política más profunda, como nos lo han demostrado los jóvenes y los trabajadores en el Norte de África y en Grecia.