El derrocamiento de los gobiernos de Túnez y Egipto no fue calculado por el imperialismo. Por eso en el primer momento de la sublevación intento ayudar a sostener a los dictadores, pero cuando se dio cuenta que era imposible, les quitó el apoyo y pasó a hacer propaganda sobre la necesidad de democratizar los regímenes. Es decir, en el discurso se vio obligado a cambiar de bando.
Como el proceso se fue extendiendo a toda la región, el imperialismo hizo ajustes: en Barheim orientó una brutal represión a través de las tropas de Arabia Saudita, en Yemen ha ayudado a sostener el acosado gobierno, en Siria se ha ido acomodando más rápidamente a como lo hizo en Egipto, mientras que en Libia, donde se desató una cruenta guerra civil, sin dejar de buscar una negociación con el dictador hasta última hora —para que abandonara el poder—, terminó copando la dirección de la rebelión interviniendo militarmente con el argumento de prestar ayuda “humanitaria” y protección a los civiles.
Las causas del descontento
La sublevación de los pueblos del norte de África y el Medio Oriente fue originada por los planes económicos de recorte al gasto social de los gobiernos, el alto desempleo (especialmente entre la juventud) y la acumulación de odio contra los regímenes dinásticos y déspotas que los han mantenido en la más feroz represión desde hace décadas. Los pueblos no aguantaban más tanta hambre y rejo, sobre todo cuando ven que el territorio tienen muchas fuentes de riqueza, como el petróleo, pero que son saqueados por las transnacionales imperialistas, y sus gobernantes viven con lujos extravagantes y la corrupción campea.
En medio de la crisis de la economía mundial, el precio de los alimentos aumentó significativamente en estos países que tienen poca producción agrícola, y el desempleo aumentó en algunos casos como en Túnez, a niveles del 40% y en Argelia alrededor del 50%. A esto se suma el hecho de que los trabajadores, especialmente en el sector textil de Túnez y Egipto, se venían organizando y luchando, desarrollando huelgas desde hace algunos años, y desafiando la prohibición de las protestas.
Los intereses externos
Para el imperialismo en general, y el norteamericano en particular, controlar el Norte de África y el Medio Oriente es fundamental. Allí está el 60% de las reservas del petróleo mundial y es una zona clave para el comercio mundial porque el petróleo y buena parte de la producción industrial de Asia, que abastece a occidente, necesita las rutas de esta región.
En el caso particular de Libia, las principales transnacionales petroleras ya estaban instaladas saqueando el petróleo. Ahora se disponen a reanudar la explotación de los cerca de 1.800.000 barriles diarios que se producían antes del conflicto. Allí tiene asegurado el negocio la francesa Total, la italiana ENI, la alemana Winterstal, las norteamericanas ConocoPhillips y Marathon Oil Corp, la británica BP, la angloholandesa Royal Dutch Shell y la española Repsol. Estas transnacionales se piensan repartir los 46 mil millones de barriles de petróleo que tiene Libia, las mayores reservas de África. Por su parte Rusia y China, que no apoyaron abiertamente al CNT pero tampoco vetaron la resolución de la ONU que “legalizó” la intervención de la OTAN, están realizando reuniones con miembros del CNT para pedirle que les mantengan los negocios que ellos tenían con Gadafi.
El viejo cuento de las intervenciones humanitarias
Después de la derrota de Vietnam en 1975, producto de la movilización del pueblo norteamericano en su contra y la resistencia militar del pueblo vietnamita, el imperialismo norteamericano ha continuado sus agresiones militares con intervención y ocupación, diseñando un cuidadoso discurso humanitarista. Así lo ha hecho en Somalia, Haití, Yugoslavia, Kosovo, Irak y Afganistán. Ahora lo repitió en Libia. Pero esta vez, teniendo en cuenta las dificultades en Irak y Afganistán, se colocó detrás del gobierno francés para dirigir, tras bambalinas, la agresión. El imperialismo aprovechó la necesidad de la resistencia de enfrentar militarmente a Gadafi —en desarrollo de una guerra civil que se desató a comienzos del presente año—, para intervenir militarmente. Quienes se ubicaron como dirección de la resistencia a Gadafi, organizados en el CNT con centro en Bengasi, solicitaron ayuda extranjera, con el argumento de evitar que la población sublevada fuera masacrada por el dictador libio. Ante esa oportunidad, el imperialismo no se hizo de rogar.
En un comienzo el imperialismo, a través de la ONU, decretó una zona de exclusión aérea, pero poco a poco fue aumentando su intervención, liderada por Francia, con bombardeos contra las posiciones de Gadafi, regulando el avance de uno u otro bando, mientras buscaba negociar con el dictador para que dejara el poder. Así fue poniendo condiciones a la dirección de la resistencia, negociando con ella y sometiéndola a sus dictados hasta lograr compromisos sobre cómo distribuir el saqueo del petróleo y el negocio de la reconstrucción del país.
El Consejo Nacional de Transición (CNT), encabezando la dirección de la resistencia, ha prometido que: “En el camino al desarrollo de Libia prometemos favorecer a los países que nos han ayudado”. Como parte de ello el diario francés Liberatión, publicó una carta del 3 de abril firmada por el CNT, donde se afirma que: “…en cuanto al acuerdo sobre el petróleo con Francia, hemos delegado al hermano Mahmoud para firmar el acuerdo atribuyendo 35% del total del petróleo bruto a los franceses a cambio del apoyo total y permanente a nuestro”. De otra parte, el ministro de Finanzas y Petróleo del CNT, Ali Tarhuni declaró, por ejemplo, que “No hay problemas con Repsol. Son bienvenidos” según nota titulada “El nuevo gobierno libio respetará los contratos suscritos con Repsol” (abc, 16 de septiembre de 2011). No hay secreto, la intervención del imperialismo es por el petróleo, y por el negocio de la reconstrucción del país que ayudó a destruir, con armas, que también han sido un negocio.
Un triunfo controlado por un enemigo
Se señala que los rebeldes han triunfado porque han derrocado a Gadafi. Eso es así, pero hay que tener en cuenta las circunstancias en que se dio este triunfo. La población, al no contar con organizaciones revolucionarias para una lucha revolucionaria, que fue la que terminó librando para derrocar el régimen dictatorial, terminó siendo conducida por una dirección burguesa compuesta por ex funcionarios del dictador y agentes del imperialismo organizados en el CNT. Para lograr derrotar a Gadafi el CNT hipotecó —a las transnacionales imperialistas— el petróleo con el que el pueblo pretendía enfrentar su miseria, y la soberanía nacional. Es decir, a través del CNT el imperialismo comienza a controlar el proceso revolucionario y pretende canalizarlo hacia la democracia burguesa semicolonial.
Recién constituido el CNT, este comenzó a anunciar medidas para controlar los comités populares en Bengasi, desarmándolos. Omar Mohammed en nombre del CNT afirmó que antiguos miembros del Ejército se encargaban del restablecimiento de la ley y el orden en Bengasi: “Ellos han estado recopilando una gran cantidad de armas de los civiles porque es muy peligroso. Algunas personas piensan que las necesitan para protegerse. Pero esta idea no es aceptable. Estamos recogiendo las armas”. Controlar estos comités, es desvertebrar los organismos de base que habían a asumido funciones de gobierno local, y al estar armados eran una garantía para impedir que vuelvan a imponerle a la población otra dictadura, o la ocupación del país por parte del imperialismo. El plan del CNT se orienta hacia la reconfiguración de un Estado y gobiernos burgueses completamente sometidos al imperialismo y sin que las masas tengan, directamente, ningún ejercicio real del poder.
La intervención imperialista, los compromisos del CNT para entregar la riqueza del país, así como la política de desarme de la población y el desmantelamiento de los comités populares para ir a elecciones y reconstruir el país como una semicolonia imperialista, no resuelve los problemas de miseria de las masas, una de las razones por las cuales se levantaron. El nuevo régimen les concederá algunas libertades democráticas formales, pero el proceso será frenado y controlado. A no ser que el ascenso de la resistencia en Europa se fortalezca y logre algunos triunfos contra los gobiernos imperialistas que no están dispuestos a dejar de saquear a Libia y a toda la región del Norte de África el Medio Oriente, y que la población de éstos países continúe su lucha, no sólo contra las dictaduras que le han servido al imperialismo, sino contra el mismo imperialismo, contra su presencia en Irak y Afganistán, Israel y ahora en Libia.
La suerte de estos pueblos (y también la de los europeos) estará determinada por la brutal contradicción entre el ascenso revolucionario y la tremenda debilidad o inexistencia de una dirección revolucionaria que haga de esas luchas una sola lucha general contra todos los gobiernos que defienden y sostienen la estructura capitalista. La lucha por sí sola no es suficiente. Veamos el caso de los trabajadores griegos, en un año han realizado cerca de 10 huelgas generales, pero su dirección, al ser aliada del gobierno, impide que se vaya a una huelga general indefinida hasta derrocar el gobierno. Y mientras no se logre derrocar los gobiernos y configurar gobiernos que se planteen romper con el núcleo de las relaciones capitalistas, todo será como patinar en un barrizal.
Fuera el imperialismo de Libia
Hoy en Libia sigue planteada una dura lucha contra el imperialismo y la dirección burguesa del CNT, que es su agente nacional, para evitar que el triunfo que ha significado para la población el derrocamiento de la dictadura de Gadafi, se convierta en una derrota, simplemente en un cambio de opresor. Hay que exigirle al CNT que rompa sus acuerdos con el imperialismo y las transnacionales, impedir la intervención de las potencias extranjeras, en nombre de la estabilidad y la reconstrucción. El pueblo Libio tiene derecho a juzgar al dictador con sus propios tribunales y en su propio suelo. No a la Corte Penal Internacional. Por la nacionalización inmediata del petróleo, estos recursos deben ser utilizados en un plan de obras públicas, de vivienda y de empleo para la población más pobre y afectada por la guerra. Todo aquel que controle armamento (Comité o individuo) y que haya participado en la lucha contra Gadafi, tiene derecho a continuar controlándolo. Ninguna confianza en el gobierno del CNT, que ha hipotecado la soberanía y los recursos a sus aliados.
¿Cómo está constituido el CNT?
Este organismo fue conformado el 27 de febrero con el propósito inicial de coordinar la resistencia de las distintas ciudades donde tenían control los rebeldes. Reflejando la diversidad de sectores de la resistencia, este consejo se conformó con funcionarios y militares que desertaron del gobierno de Gadafi, intelectuales y líderes de tribus. El CNT se apoya en los comités populares que se han armado, en un principio para defenderse, pero que han terminado funcionado como organismos de gobierno local en los barrios. El 5 de marzo se constituyó un Comité Ejecutivo, como gabinete, que es la base del nuevo gobierno de transición. Algunos de sus miembros son:
Mustafá Abdel-Jalil: Presidente del CNT. Fue ministro de Justicia de Gadafi.
Abdul Fathah Younis: Ministro del Interior de Gadafi. Desertó para pasar a convertirse en jefe militar de los rebeldes. Fue acusado de ser agente de Gadafi y asesinado por los mismos rebeldes el 28 de julio de 2011.
Mahmoud Jabril: fue jefe de la Junta Nacional de Desarrollo Económico de Gadafi, negoció los contratos de Libia con las potencias occidentales y promovió las privatizaciones.
Abdul Hafez Ghoga: Vicepresidente y portavoz del Consejo Nacional.
Omar El-Hariri: compañero de Gadafi en el golpe de Estado de 1969 que derrocó al rey Idris. En 1975, cuando era secretario general del gabinete revolucionario, intentó organizar un complot para derrocar a Gadafi. Fue descubierto y encarcelado durante 15 años.
Ali al-Essawi: fue jefe de relaciones exteriores. Segun Wikileaks, el embajador de Estados Unidos en Libia lo describía como “un interlocutor serio que comprende la perspectiva estadounidense”.
Ali al Issawi: fue ministro de Economía del gobierno de Gadafi entre 2007 y 2009.
Ahmed al Zubair Ahmed al Sunasi: estuvo en la cárcel durante 31 años, desde 1970 hasta 2001, acusado de intento de golpe de Estado contra Gadafi.
Como se puede apreciar la mayoría del CNT está compuesta por ex funcionarios del gobierno de Gadafi, cómplices y agentes de su dictadura, y son de confianza de los gobiernos imperialistas. Así el nuevo gobierno —como títere del imperialismo—, no resolverá de fondo los problemas por los cuales se levantó la población. El CNT tiene unas fuerzas armadas que suman 8 mil militares que desertaron del ejército de Gadafi, y una de las principales funciones es el control de los principales pozos petroleros y los puertos.