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En las pasadas elecciones se ratificó la falta de legitimidad de las instituciones del régimen político colombiano. El 55% de los electores se negaron a asistir a las urnas y, de quienes lo hicieron, más de un millón votaron en blanco, anularon o no marcaron el tarjetón. Era una expresión consciente de rechazo al chantaje al que fuimos sometidos por parte del gobierno de Santos y el candidato Zuluaga al decir que se escogía entre la guerra y la paz. Lo que quedó claro es que, para la mayoría del pueblo colombiano, el conflicto armado no es su principal preocupación, sino los graves problemas sociales que acosan a millones de trabajadores de la ciudad y el campo: tierra, vivienda, salud, educación. Y ese es el talón de Aquiles del segundo mandato de Santos.
La inconformidad popular que se ha expresado en los años recientes en las movilizaciones indígenas, estudiantiles, campesinas y de numerosos sectores obreros y populares, habría podido manifestarse de manera contundente en las urnas si no hubiera sido traicionada por la mayoría de la dirección política de las propias movilizaciones. El Polo Democrático Alternativo, la Unión Patriótica, la Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos y una buena parte de la burocrática dirigencia de las centrales sindicales, se negaron a proponer una verdadera alternativa de rechazo al gobierno; todo lo contrario, dividieron a los trabajadores y los pobres, desorientándolos en las elecciones parlamentarias, promoviendo un programa inútil en la primera vuelta de las presidenciales, para terminar sirviéndole de muleta al candidato-presidente a cambio de su promesa de paz. Ante la amenaza de retorno de Uribe al gobierno, a través de su títere Zuluaga, un sector del electorado optó por dar su voto a Santos abrigando la ilusión de que culmine las negociaciones con las Farc y el Eln y cese el conflicto armado.
Con el limitado aval obtenido en las urnas Santos se prepara para su segundo mandato. Aterrado por la posibilidad de perder la elección, a última hora giró cheques en blanco a diestra y siniestra para comprar el respaldo de toda la podrida clase política y prometió el oro y el moro a los electores. Los trabajadores y los pobres no podemos depositar la más mínima confianza en su gobierno. Podemos estar seguros de que sólo será otro falso positivo y nuestra única alternativa será unificar las luchas de resistencia para enfrentar sus planes.
La reelección de Santos: Falso positivo
Editorial