Negociación FARC-ELN-Santos: preparando las cartas

Al tiempo que se habla de negociación de paz, el ejército persigue a la guerrilla y toma sus campamentos.

Las posibilidades de una apertura de negociaciones entre las fuerzas guerrilleras y el gobierno de Santos se han convertido en “pan de cada día”. El presidente no desaprovecha escenario para señalar que tiene las llaves para la apertura de cualquier negociación y que él –y sólo él– las puede utilizar; agregando que está dispuesto a hacerlo siempre y cuando la guerrilla de muestras fehacientes –es decir, cumpla exigencias perentorias– de su voluntad de negociar sin cartas bajo la mesa.
Por su parte las FARC y el ELN proclaman a través de los más variados medios que esa, la búsqueda de una negociación, ha sido siempre su objetivo fundamental; que lo que se impone es una “solución política al conflicto social y armado” y que la meta a conquistar es la “paz con justicia social”.
En los intermedios de las declaraciones de los actores principales se cuelan constantemente las entrevistas, opiniones, comunicados y cartas de toda clase de intermediarios. Algunos de ellos asumen ese papel por iniciativa propia; sinceramente preocupados por los estragos que en amplias franjas de la población producen décadas de enfrentamiento armado. Otros presumen de independientes siendo en realidad “agentes políticos encubiertos” de alguna de las partes.

¿Es posible abrir un proceso de negociación?
Las FARC responden positivamente. Alfonso Cano, contestando por escrito a la pregunta del periódico Público de España, “¿Cree que es posible abrir un proceso negociador con el Presidente Juan Manual Santos?” afirmó: “Con el esfuerzo mancomunado de muchos sectores progresistas y democráticos interesados en una solución incruenta del conflicto, siempre será posible construir escenarios e iniciar conversaciones directas de horizontes ciertos, con cualquier gobierno, incluyendo al actual pese a que este, empezando con su mandato, redujo las posibilidades al imponer una ley que cierra puertas a diálogos dentro del país. Pero somos optimistas sobre la eventualidad de lograrlo.” [Público.es, 11/06/2011. Destacado nuestro]. Lo que claramente subyace en la respuesta es que las FARC se proponen lograr tal proceso de negociación.
Para el ELN, la búsqueda de una negociación ha sido su táctica más importante, como mínimo desde 1997. En entrevista a El Espectador (14/08/2011), Felipe Torres, ex comandante del ELN que pagó condena y luego de un prolongado exilio regresó al país señala cómo durante la época Uribe el ELN mantuvo con dicho gobierno 8 rondas de negociación en La Habana, con acompañamiento de delegaciones de España, Suiza, Noruega, Cuba y Venezuela. ¡Mayor espíritu y disposición negociadora no se puede mostrar! Afirma cómo tal organización “ha sido consecuente en su propuesta de paz y la mantiene desde 1997”, concluyendo que “El ELN hubiera firmado la paz con Uribe si Luis Carlos Restrepo no se hubiera atravesado como una mula muerta” y que “La paz hoy es más posible que siempre”.
Otros sectores, como el movimiento Colombianos y Colombianas por la Paz, encabezado por la ex Senadora liberal Piedad Córdoba, desarrollan una constante labor de buenos oficios en lo que podría denominarse sondeos previos, a través de misivas y declaraciones radiales de la más variada índole.
Si bien aún Santos no ha abierto la puerta para montar una mesa de negociaciones sí podemos afirmar que, tras bambalinas, los preparativos parecen desarrollarse. Se discute el color de los manteles que adornarán tal mesa, quiénes serán los oferentes del coctel de bienvenida y otros detalles más. Tanto se avanza en este terreno que Piedad Córdoba, en carta del 16 de agosto al Comando Central del ELN señala “la necesidad de una mesa única de diálogo y negociación, para un proceso de paz único y nacional habida cuenta que en las últimas comunicaciones de ustedes y del Secretariado de las Farc – EP registramos una coincidencia total en el enfoque de hacer de los diálogos y la negociación el camino apropiado para la solución política al conflicto político social y armado” (El Espectador, 16/08/2011). ¡Para no duplicar esfuerzos! Eso sí, a diferencia de ocasiones pasadas, tal vez aprendiendo de la experiencia, todos los implicados parecen seguir la recomendación de Felipe Torres: “Se necesita que el Gobierno y las organizaciones insurgentes empiecen a hablar, pero ese auscultamiento debe ser privado y secreto, lejos de los micrófonos” (El Espectador, 14/08/2011).

Aceptando lo mínimo
Las demandas concretas que podría llegar a presentar la guerrilla están por verse. Más allá de la exigencia de respeto a la vida de los excombatientes, de los aspectos jurídicos para darle salida a los procesos judiciales que pesan sobre la enorme mayoría de sus dirigentes y sobre decenas de combatientes de base, de la libertad o procesos de amnistía de sus prisioneros, todo lo demás cae hasta ahora en fórmulas tan abstractas y vagas como “paz con justicia social”. Esa fórmula bien podría ser bendecida por un cura o por la reaccionaria jerarquía de la Iglesia Católica, trayendo al Papa para que todos, de rodillas, prometan al “Señor” que Colombia será un país de “paz con justicia social”.
La solución a las necesidades concretas de millones de explotados y oprimidos del país no pasará por una mesa de negociación del gobierno de Santos con las organizaciones guerrilleras. Ya Felipe Torres lo ha expresado: “El ELN ha actualizado su agenda buscando consenso a partir de mínimos donde nos sintamos satisfechos. Mínimos en educación, economía, desarrollo social o justicia” (El Espectador, 14/08/2011) Estamos seguros que con tal enfoque coincidirán con Santos: La burguesía siempre está dispuesta a eso: ¡a entregar lo mínimo! Y Felipe Torres de antemano anuncia que con tales mínimos se sentirán satisfechos.

¿Qué negociarán?
Esa pareciera ser la pregunta del millón. Sin embargo, no es muy complicado encontrar la respuesta. Basta leer cuidadosamente las declaraciones del gobierno y de las organizaciones guerrilleras para acercarse a encontrar la posible solución a lo que aparentemente pareciera la cuadratura del círculo para unas organizaciones guerrilleras de décadas y un gobierno (el de Santos), representante de un régimen político absolutamente reaccionario como el colombiano.
Para la gran burguesía y el imperialismo parece bastante simple. Se trata, como mínimo, de que la guerrilla abandone expresamente la que durante varias décadas fue su estrategia: que era necesario, para conquistar profundas transformaciones económicas y políticas a favor de millones de explotados y oprimidos, derrocar por la vía armada a dicho régimen político y conformar un gobierno democrático y nacionalista. Dicha estrategia se combinó siempre en el pasado –cada vez menos– con alusiones generales a un futuro socialista del cual tal gobierno democrático-nacionalista sería una “etapa necesaria”, siguiendo la clásica escuela estalinista (las FARC) –con su variante castrista en el caso del ELN–.
Logrado lo anterior, la renuncia a tal estrategia, como dice el proverbio todo lo demás vendrá por añadidura. Terminará el desprestigiado método del secuestro, terminarán las exigencias económicas a las transnacionales que desarrollan los grandes proyectos mineros y agroindustriales, se entregarán las armas (para fundirlas y hacer monumentos, como en el pasado) y, luego de “profundas negociaciones”, se buscará la forma de que los comandantes guerrilleros logren convertirse en respetables “dirigentes políticos”, puedan ser elegidos al Congreso, a algún ministerio o a la gobernación de algún departamento.