El 25 de mayo: ¡Vote en blanco!

El desgano con que el electorado viene participando en la campaña electoral presidencial es consecuencia del profundo desprestigio de las instituciones gubernamentales en nuestro país. Para la mayor parte del pueblo colombiano es evidente que el Estado es monopolizado por unas cuantas familias de políticos corruptos que saquean el erario al servicio de sus propios intereses, y los de los grandes empresarios y transnacionales, mientras legislan contra los trabajadores y los pobres.
Ni los candidatos ni sus partidos despiertan el fervor de las masas. No hay interés en discutir sus propuestas políticas o de participar activamente en la búsqueda de apoyo para sus programas. Ese desinterés sólo es vencido cuando se ofrece dinero o prebendas a cambio del voto, la forma más ruin de hacer política. Los promotores de las campañas son sólo parte del ejército de jóvenes desempleados a quienes se ofrece un salario mínimo a cambio de su trabajo mercenario.
Ninguno de los candidatos representa los intereses de las amplias mayorías o la solución a los más graves problemas que afectan a los trabajadores y los pobres. La disputa electoral aparece como un enfrentamiento entre la derecha más recalcitrante representada por el Centro Democrático y el partido Conservador, el supuesto centro político alrededor del cual se agrupan los partidos de la Unidad Nacional, empezando por la U–partido de bolsillo del presidente–y la amalgama verde encabezada a última hora por Peñalosa. La izquierda verdiamarilla del Polo-UP no sólo tiene que vencer la falta de carisma de las candidatas sino arrastrar la pesada carga de la corrupción de la pasada alcaldía del Polo en Bogotá y su programa crasamente reformista. Mientras tanto los Progresistas de Petro no definen ninguna postura política agarrados con pies y manos a la montaña rusa en la que se ha convertido la destitución-restitución-revocatoria de su máximo líder. Y las negociaciones de paz de La Habana, que hasta hace pocos meses parecían definir la suerte del candidato-presidente, tampoco despiertan mayor interés.
Pero en el fondo de las urnas –como caja de Pandora de la cual van a seguir saliendo todas las calamidades que nos traerá el candidato o candidata que logre salir elegido– aún brilla la esperanza. Es el voto en blanco. A pesar del manto de desinformación con que la propia Registraduría, los grandes medios y las encuestas han tratado de ocultar sus efectos políticos, sigue siendo la expresión de inconformidad de los electores que en las parlamentarias anularon la elección amañada del Parlamento Andino y la circunscripción de afrodescendientes. Si el voto en blanco gana la mayoría simple en la elección presidencial o queda de segundo, se puede abrir una crisis que de paso a la movilización social. A ello debemos apostar el 25 de mayo votando masivamente en blanco.