A finales del año pasado el Polo Democrático, la Unión Patriótica, el Congreso de los Pueblos, la Marcha Patriótica, País Común y el Movimiento Progresista hicieron reuniones para lograr la unidad de la izquierda, que en realidad buscaban un acuerdo electoral para salvar sus curules, presionados por un régimen político que no permite la participación política de las minorías y que exige medio millón de votos para pasar el umbral.
Pero el acuerdo nunca se firmó, la llamada tercería a la Presidencia de la República no fue posible y el oportunismo electoral se impuso. A cambio, hoy tenemos un panorama en el que el Movimiento Progresista se unificó con el Partido Verde de Enrique Peñalosa en alianza con la Unión Patriótica y sectores de País Común; el Polo Democrático –orientado por el MOIR– quedó con una lista al servicio de los intereses de Jorge Robledo, de la cual hace parte el Congreso de los Pueblos y Vamos por los Derechos de Iván Cepeda; y el candidato de País Común a la Presidencia, Feliciano Valencia, se inscribe con el Movimiento Alternativo Indígena y Social, MAIS.
Todas estas fuerzas políticas se han negado a hacer unidad en la lucha y han intentado llevar las movilizaciones de los últimos años al terreno electoral, desde el paro nacional estudiantil hasta el paro agrario, manteniendo aislados los conflictos y controlando las organizaciones sociales, como la CUT, la MANE y las organizaciones campesinas, impidiendo la unidad en las calles.
Lo que evidencia este panorama es el fracaso político de una izquierda que desde la creación del Polo Democrático Alternativo ha privilegiado el oportunismo electoral, las alianzas con sectores de la burguesía y la instrumentalización del movimiento social para sostener sus curules, abandonando la movilización como herramienta de los trabajadores y los sectores populares para detener los planes de la burguesía.
¿Santistas y uribistas?
Pero ¿qué divide a estos sectores de la izquierda hoy? El proceso de paz entre el gobierno de Santos y las FARC en Cuba. El MOIR lideró la expulsión del Partido Comunista del Polo cuando se afilió a la Marcha Patriótica, un movimiento cuyo programa es el apoyo a los diálogos de La Habana. Por otra parte, el Movimiento Progresista de Gustavo Petro había abandonado el Polo a raíz de los escándalos de corrupción de la Familia Moreno Rojas, intentando convertirse en una opción confiable para la burguesía para administrar sus negocios en Bogotá, y terminaron conformando la Alianza Verde con Enrique Peñalosa.
En diciembre pasado, la destitución de Petro consolidó el acuerdo Verde con la UP y, en medio de las movilizaciones contra la medida del Procurador, Juan Manuel Santos invitó al Palacio de Nariño a dirigentes de la Marcha Patriótica, Verdes y UP, además de Iván Cepeda del Polo Democrático, suscribiendo un acuerdo del que poco se conoce, que fue calificado por Robledo como un acuerdo para que estos sectores respalden a Santos bajo el influjo del proceso de La Habana y el eventual acuerdo con el ELN en Ecuador.
El Polo Democrático, que se negó a hacer acuerdos electorales por fuera de su personería jurídica, intenta ganar votos en sectores del uribismo con su programa de defensa de la producción nacional, en especial de los terratenientes afectados por los Tratados de Libre Comercio. Así, estos dos sectores se acusan mutuamente de ser santistas y uribistas.
El malestar de las bases
Pero estas alianzas oportunistas han causado malestar en las bases del Polo Democrático y de la Unión Patriótica. Los seguidores de Iván Cepeda, que respaldan los acuerdos de La Habana, debido a la negativa del MOIR de hacer una reforma política que permitiera el transfuguismo y la baja del umbral, tuvieron que quedarse en las listas del Polo, con una dirección que incluso dio un respaldo tácito a la destitución de Petro. De igual forma, el Congreso de los Pueblos integra la lista del Polo con el líder campesino Alberto Castilla, mientras sus bases se encuentran divididas entre las candidaturas de Iván Cepeda y Alexander López.
Mientras, en las bases del Partido Comunista –que impulsa la candidatura de Aida Avella a la Presidencia– tampoco entienden que la Unión Patriótica haga parte del acuerdo de la Alianza Verde de Antonio Navarro y Enrique Peñalosa.
Por otra parte, País Común, que se proponía como un espacio unitario, terminó disperso con Fuerza Común en la Alianza Verde, Feliciano Valencia en MAIS y la Corriente Ecosocialista impulsando el Voto en Blanco.
¿Y la unidad?
La unidad de la izquierda sólo es posible cuando las fuerzas políticas renuncien a su programa reformista, su estrategia de llegar a las curules a modernizar el régimen haciendo alianzas con sectores "progresistas" de la burguesía. La unidad de la izquierda sólo es posible en un frente político para derrotar el régimen político a través de la movilización y la organización de los trabajadores y los sectores populares.
Por eso, la propuesta del Voto en Blanco como expresión de protesta ha ganado audiencia en un sector de la población, una importante votación en blanco pondría contra las cuerdas a la burguesía y debilitaría su excluyente democracia.
Para la propia izquierda el Voto en Blanco es la posibilidad de actuar unidos en el terreno electoral contra este régimen autoritario al que dicen querer democratizar. Bastaría que todos los candidatos inscritos a nombre de los Verdes, Progresistas, la Unión Patriótica o el Polo renunciaran a presentarse para provocar un golpe de opinión que fortalecería el Voto en Blanco. Un porcentaje significativo de votos en blanco en las parlamentarias y en las presidenciales provocaría una crisis de legitimidad del régimen por donde puede irrumpir la movilización de protesta con consecuencias imprevisibles. Es a esa crisis del régimen a la que debemos apostar los revolucionarios.