Salarios: mínimo el máximo

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Si algo angustia a los colombianos es la supervivencia diaria. La “Prosperidad Democrática” prometida por Santos ha sido una estafa; sólo ha beneficiado a los ricos y a las transnacionales. La mayor parte de la población sigue sumida en la pobreza o la miseria. Los empleos son precarios y esclavizantes. El salario no alcanza para satisfacer las necesidades vitales. Sólo una élite cuenta con remuneraciones que se correspondan con sus méritos o productividad, pero –incluso en ese caso– los jugosos salarios de los cuerpos directivos de las empresas privadas o los altos cargos del Estado sólo son la confirmación de que Colombia es uno de los países más desiguales del mundo.
El caso más indignante ha sido el restablecimiento de una prima de más de $8.000.000 mensuales (¡!) para los congresistas, decretada por el gobierno de Santos para que desbloquearan su lesiva reforma al sector salud. Mientras tanto se niega un modesto incremento salarial a miles de madres comunitarias.
Se ha iniciado la negociación del reajuste del salario mínimo. Los dirigentes de las centrales obreras se nuevo se prestan para la farsa de todos los años. Ellos no representan a los ocho millones de colombianos que lo devengan, y tampoco a los quince millones que reciben aún menos pues están sometidos a trabajos informales sin ningún control estatal.
Exijamos del gobierno que, así como expidió por decreto la prima de los congresistas, decrete para el salario mínimo un reajuste del 100% –sólo así se podría atender las necesidades vitales de los trabajadores–. Es lo mínimo a lo que debemos aspirar. Y movilizarnos todos, trabajadores y desempleados, para conquistarlo.