El Gobierno de Gustavo Petro en Bogotá, al igual que los dos anteriores gobiernos del Polo Democrático, fue el resultado de una alianza entre el reformismo que intenta representar a la llamada clase media con sectores de la burguesía que han visto en el Polo y el Progresismo una salida a la crisis social de la capital del país.
En principio, los gobiernos del Polo accedieron a la Alcaldía con un acuerdo previo con partidos de la derecha (Partido Liberal y Partido de la U) mientras el de Petro fue un acuerdo posterior que reúne además al Polo Democrático y al Partido Verde. Estos acuerdos se han concretado siempre en alianzas en el Concejo Distrital, en la asignación de contratos y en la repartición burocrática de entidades públicas. Pero a pesar de que los gobiernos del Polo y del Progresismo tienen ese carácter común, hay algunas diferencias que debemos abordar.
Por ello, Gustavo Petro no cuenta con el mismo compás de espera que le dieron al Gobierno de Lucho Garzón, quien continuó de manera dócil con los negocios de Peñalosa y Mockus en Bogotá. Ni con el margen que dieron al principio del Gobierno de Samuel Moreno Rojas, quien estuvo involucrado en un escándalo de corrupción junto al principal cartel uribista de contratación, el Grupo Nule.
Petro ha mostrado también una diferencia al no pregonar como los anteriores que su gobierno era una continuidad de las administraciones neoliberales de Jaime Castro, Antanas Mockus y Enrique Peñalosa, sino que se plantea como un gobierno que hace reformas. Por ello, emprende acciones que si bien no implican grandes transformaciones serían medidas normales de un gobierno liberal – medidas que el Polo Democrático no fue siquiera capaz de proponer – como el mínimo vital del agua.
Eso sí, estas acciones son presentadas con grandilocuencia, al estilo del antiguo M-19, y resultan siempre con alcances mucho más limitados a los que anuncia. Dos casos son la apertura del Hospital San Juan de Dios y la recolección de basuras en la ciudad.
En el primer caso, se anuncia la recuperación del Hospital San Juan de Dios, como una reversión a la política de privatización de la salud, pero no se resuelve la situación de los trabajadores que lucharon por su apertura por más de un decenio y lo que se inaugura es un centro de salud que ocupa menos del 10% de la infraestructura del Hospital.
En el segundo caso, Gustavo Petro anuncia el fin del servicio de recolección de basuras como un negocio privado. Desde el mes de diciembre las basuras serían recogidas por el Distrito de Bogotá a través de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, EAAB, y los carteles de la contratación de las basuras quedarían sin un negocio que mueve más de 300 mil millones de pesos anuales. Pero al final terminó con un esquema en el quelas empresas Lime, Ciudad Limpia, Aseo Capital y Atesa son contratadas a través de la EAAB.
En ambos casos el Gobierno de Gustavo Petro anuncia que son los primeros pasos y que para finales de 2013 toda la operación estará a cargo del sector público. Pero la tendencia del progresismo indica que aunque intenta ejercer presión para buscar formas mixtas entre lo público y lo privado al final termina haciendo un gran ruido como una lata vacía, como ya lo vimos en el caso del Transmilenio.
Es por esto que no podemos llamarnos a engaños con Petro, porque hace grandes anuncios y pequeñas acciones, que si bien el Polo Democrático no se atrevió a hacer no quiere decir que apunten a la solución de los problemas. Por algo el Partido del U, el Partido Liberal y el Partido Verde en el Concejo Distrital acompañan la mayoría de sus políticas. Lo que Petro anuncia como grandes transformaciones son pequeños intentos de buscar esquemas mixtos en los negocios que los gobiernos anteriores han entregado al gran capital.
Los trabajadores y los sectores populares no se pueden confundir con el Gobierno de Gustavo Petro ni por la grandilocuencia como presenta sus medidas ni con la ferocidad con la que los medios de comunicación –incluyendo el llamado a la revocatoria – las atacan defendiendo sus intereses en estos negocios. Los problemas de pobreza y miseria en la que viven millones de habitantes de la ciudad y la situación de precarización laboral de los trabajadores, no se resolverán con los llamados gobiernos alternativos sino a través de la organización y la movilización en las calles.