Sabra y Chatila: Una masacre para ser, siempre, recordada

Escalofriantes imágenes de la masacre de Sabra y Chatila

La limpieza étnica sistemática de 1948, en Palestina, según Ilan Pappé, fue el principal acontecimiento “constitutivo de su historia moderna”. Con el inicio de la práctica de limpieza de Israel, miles de palestinos, expulsados o aterrorizados, se refugiaron en Líbano, en busca de abrigo y seguridad.
Según Pappé, tal limpieza fue, prácticamente, eliminada de la memoria y conciencia colectiva global, convirtiendo, por lo tanto, el derecho a la memoria en una de las herramientas más importantes para la resistencia y lucha del pueblo palestino. Cuando, en 1982, Israel invadió Líbano, en busca de la OLP (Organización por la Liberación de Palestina), en la época presidida por Yasser Arafat, el estado sionista encontró, entonces, la situación perfecta para ocupar el país y aliarse a un grupo fascista en camino al poder.
Bashir Gemayel, entonces presidente electo de Líbano y carismático líder cristiano en el país, defendía una política alineada a Estados Unidos. En entrevista concedida en los años 80, al ser preguntado si era o no aliado de Israel, Bashir explica que su relación con el estado sionista no es permanente, y que, políticamente, se aliaba a quien le fuera conveniente, “tomando el máximo de ventajas y beneficios para el balance del poder y el equilibrio de poderes en Líbano”. Su asesinato fue, entonces, el resorte para que una masacre de inocentes, sobre todo de palestinos refugiados, se diese con la ayuda práctica de Israel.
Pero, los planes de tal crimen de guerra fueron orquestados durante encuentros realizados el 15 de setiembre, con el entonces Ministro de Defensa de Israel, Ariel Sharon, y líderes de una milicia libanesa falangista cristiana, ligada al gobierno de Bashir, Elie Hobeika, Fadie Frem y Zahi Bustani. En ese encuentro, Sharon autorizaba a las tropas israelíes, responsables por el cerco a los campos libaneses, para permitir el ingreso de los falangistas.
El historiador árabe Fawwaz Traboulsi describe, en su libro Historia moderna del Líbano, los intereses firmados antes de la muerte del presidente Bashir, que planea poner en práctica una “solución radical” para equilibrar, demográficamente, al Líbano, “provocando un éxodo general de la población palestina” que, según él, constituía “un pueblo en exceso” en la región. Junto a la responsabilidad destinada a Ariel Sharon y al gobierno cristiano libanés, el estado norteamericano, también, tuvo su participación en retirar todas sus fuerzas de paz, responsables de la supervisión de la salida de la OLP, y al evadir a los destacamentos militares de la región y presionando, indirectamente, el retiro de fuerzas francesas e italianas del lugar.
En la práctica, los ataques a los campos de Sabra y Chatila pueden ser definidos como el regreso de la masacre de Deir Yassin1, con las mismas características crueles y de limpieza étnica ejecutados durante y a partir de la Nakba2 palestina. La masacre dejó cerca de 4.000 personas, entre mujeres, niños y enfermos, muertas. Muchos de ellos, decapitados, mutilados o desfigurados. El periodista Odd Karsten Tveit, uno de los primeros en entrar en los campos de refugiados después de la masacre, describió, en relato para la TV Al Jazeera, escenas de horror. En un primer momento, visitó un hospital y encontró a un joven muchacho herido en las piernas y en la cadera, y él gritaba “mataron a mi madre y a mi padre”. Después, un grupo de palestinos, “usando kuffyas3”, mostró lo que, hasta entonces, se trataba apenas de rumores de una masacre. La escena real de una matanza: cuerpos y cuerpos apilados en callejones estrechos, y multitudes llorando, buscando a sobrevivientes entre los escombros.
Tantos muertos, inocentes, olvidados por Siria y Jordania, abandonados, en medio del juego político sucio de Israel con Estados Unidos. Apoyados por Washington, los soldados israelíes cometieron las más diversas atrocidades. La masacre acabó con diversas aldeas libaneses y muchos campamentos de refugiados palestinos.
Un soldado israelí, que actuó en la masacre, Ari Folman, en sus memorias, recuerda el genocidio en Líbano, las ejecuciones sumarias y la noche en Beirut, con el cielo iluminado por bombas de fósforo blanco y otras de fragmentación. Cuando amaneció vio, por las calles, a madres y esposas de palestinos muertos, que lloraban sobre los escombros y calles encharcadas de sangre. El entonces primer ministro de Israel, Menachem Begin, ya poseía un extenso currículum de matanzas ejecutadas contra palestinos. Era el líder sionista de la Stern Gang, grupo terrorista responsable por la matanza en Deir Yassin.

Reflejos de la masacre en Brasil
La representación de la OLP, en territorio brasileño, se instaló en el año 1979 y, en 1982, con la masacre de los palestinos en Líbano, realizó, con diversas organizaciones estudiantiles, sindicatos y partidos políticos, grandes manifestaciones en protesta por el genocidio de los palestinos, en Sao Paulo. Mohamed Al Kadri describe que las manifestaciones contaron con diez mil personas pidiendo el fin de las masacres y Palestina Libre.
Elie Hobeika, uno de los responsables, junto con Ariel Sharon, por las masacres de Sabra y Chatila, en 1985 asumió el puesto de jefe de la milicia cristiana y, poco tiempo después, alineó al grupo a los intereses de Siria.
En enero del 2002, Hobeika murió en un atentado de bomba, y su muerte señaló como responsables a Siria y, principalmente, a Israel. Eso, pues pretendía testificar, en Bruselas, en un proceso de víctimas de la masacre. El daría un importante testimonio, con relatos que perjudicarían al gobierno israelí. En el mismo año, meses después, el empresario libanés Mikhael Youssef Nassar y su esposa, fueron asesinados en un puesto de gasolina de la avenida Juscelino Kubtischek, en Itaim Bibi, en Sao Paulo. Fueran muertos a tiros, con una pistola con silenciador y munición brasileña. El libanés era consejero de Hobeika y, después de él, daría el segundo testimonio más peligroso a exponer contra los organizadores y ejecutores de la masacre de Sabra y Chatila. Además, era hijo del comandante del infame Ejército del Sur de Líbano, fuerza aliada de Israel durante la guerra civil. Sobre él, aún recae la sospecha de tráfico de armas y negocios ilícitos, en áreas en vías de expropiación para construcción de carreteras. El motivo de su asesinato nunca fue esclarecido por las autoridades brasileñas, pero hay grandes posibilidades que sus ejecutores sean los mismos de Elie Hobeika.
Tal hecho reforzó y, de cierta manera, confirmó la culpa de Israel por la muerte de miles de civiles palestinos y libaneses.

La masacre 30 años después
A pesar de tal evento, considerado como una violación grave, ante un Tribunal Penal Internacional, ninguna investigación o condena fueron directamente hechas contra el gobierno del Líbano.  E, incluso, con la acusación formal, por medio de interrogatorio contra Ariel Sharon. El ministro de defensa no fue preso ni dejó el gobierno, sumando este hecho trágico de la historia de Palestina ocupada a tantos otros ignorados por cualquier organización o nación de la comunidad internacional.
El genocidio contra el pueblo palestino y las violaciones de los derechos humanos y de las leyes internacionales continúan formando parte de la política asesina de Israel. Según la ANURP -Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados Palestinos-, más de 500 mil palestinos buscaron refugio en el Líbano y no son considerados por el gobierno libanés como habitantes permanentes. Viven aislados en guetos, como ciudadanos de segunda clase. Solamente en el 2010, por ejemplo, tuvieron derecho al empleo formal y, aún así, sin poder ocupar cualquier cargo. Un analista senior de la ONG humanitaria Human Rights Watch, Nadim Houry, declaró que “los palestinos que viven en Líbano tienen las peores condiciones de vida de todo el Medio Oriente”, sin derechos civiles y acceso a servicios públicos como salud y educación. Queda claro que, además de genocidios planeados y ejecutados por Israel, Estados Unidos y sus aliados, los palestinos sufren, todos los días, con el apartheid promovido dentro de Palestina ocupada y en los campos de refugio esparcidos por el mundo. Sabra y Chatila es perpetuada y velada, entonces, bajo acciones de exclusión étnica, omisión y abandono de los palestinos.

1 Deir Yassin, fue una aldea palestina situada a 5 kilómetros al oeste de Jerusalén. Deir Yassin estaba situada en una colina, a 2600 pies de altura, con una gran vista de los alrededores. Su población era de unos 750 habitantes. Estos eran agricultores. Cultivaban damascos, aceitunas y viñas en el valle. Es conocida por una controvertida matanza de árabes por parte del Irgún y Leji, que tuvo lugar en 1948. Se estima que entre 107 y 120 aldeanos fueron muertos, al igual que cuatro combatientes judíos.
2 Nakba es un término árabe que significa "catástrofe" o "desastre", utilizado para designar al éxodo palestino.
3 La kuffya, también conocida como shmagh, ghutrah, ḥaṭṭah, mashadah, shemagh o pañuelo palestino, usado principalmente en Jordania, los territorios palestinos, Irak y la Península Arábiga, hecho normalmente de algodón o lino. La kuffya se ha identificado, desde los años 60 del siglo XX, con la causa palestina, razón por la cual es conocida también como "pañuelo palestino". En el seno de la OLP, los militantes de organizaciones de izquierdas se han identificado llevando kuffyas de dibujo rojo y, por contraste, las negras se han asociado con militantes de Al Fatah.
* para el periódico Al Thawra
Traducción Laura Sánchez