La huelga de los trabajadores petroleros en Puerto Gaitán, quienes no estaban organizados sindicalmente, hace parte de un proceso de reorganización de la clase obrera debido a las duras condiciones de explotación en las que laboran y muestra además que es la movilización y no la concertación el camino para conquistar sus derechos.
A mediados del mes de junio, un grupo de trabajadores petroleros de Montajes JM en el Campo Caracara de Puerto Gaitán, entidad contratista de servicios de la firma Cepcolsa, iniciaron una huelga para exigir mejores condiciones salariales y laborales en uno de los sectores que más generan ganancias, como es la industria del petróleo. La respuesta de Montajes JM fue el despido de 1.100 trabajadores.
Un mes después, más de 7 mil trabajadores de Barranca Utría, Cristalinas y Campo Rubiales, junto a la comunidad de Puerto Gaitán, suspendieron actividades en el pozo que explota la multinacional Pacific Rubiales debido a las duras condiciones laborales y a que sus salarios son inferiores al promedio de los trabajadores del sector. Las protestas se agudizaron cuando la empresa bloqueó el acceso a los campos y cuando el Escuadrón Anti Motines de la Policía, Esmad, reprimió a quienes llevaban a cabo esta movilización.
De nada había servido la mesa de diálogo que intentaba desde hacía un mes apaciguar los ánimos de los trabajadores y de la población en Campo Carara, orquestada por el Vicepresidente Angelino Garzón, la Gobernación del Meta y Pacific Rubiales, a la que acudieron la CUT y la USO.
Antes de la huelga, los trabajadores no se habían organizado en sindicatos y sufrían no sólo la explotación por parte de las empresas petroleras sino el abandono de las autoridades estatales que mientras desarrollan campañas publicitarias con miras a la aprobación del TLC con Estados Unidos, brindan garantías a las multinacionales para la explotación de los trabajadores a través de formas de contratación tercerizadas.
Pacific Rubiales gana, los trabajadores pierden
Campo Rubiales tiene hoy la mayor producción del país con 177 mil barriles diarios de petróleo. Pero esta condición de pozo más importante de Colombia no se ha traducido en una mejoría de la situación laboral de los trabajadores y para la comunidad de Puerto Gaitán la presencia de Pacific Rubiales sólo ha traído una gran inflación que hace más precarios sus ingresos. De igual manera hay una clara responsabilidad de Ecopetrol, propietaria del 30% de la empresa Cepcolsa y del 60% del campo de la Pacific Rubiales.
Además, las multinacionales que explotan el petróleo —como la Pacific Rubiales— no tienen trabajadores con vinculación directa y por ello salieron a los medios a decir que quienes protestaban lo hacían contra otras empresas contratistas y de esta manera evaden su responsabilidad. Estos trabajadores, a pesar de laborar en el pozo de mayor producción del país, reciben ingresos inferiores al promedio de la industria, trabajan jornadas continuas de 21 días en el campo con 7 de descanso e incluso existen casos de trabajadores que han tenido que laborar por 40 días continuos. A todo esto se suma la situación de hacinamiento en los campamentos y la alta accidentalidad.
Los trabajadores también denuncian que la Pacific Rubiales ha incumplido los acuerdos con la comunidad de Puerto Gaitán, sobornando a las autoridades locales, por lo cual la población se unió a las protestas. Pues el deterioro del medio ambiente, en especial de la irrigación a las tierras y a los siete resguardos indígenas de la región, no se corresponde con las pobres inversiones de la multinacional en el municipio.
El apagafuegos del régimen
Y en medio de este levantamiento de los trabajadores, Angelino Garzón, quien se ha convertido en el principal apagafuegos de la Unidad Nacional, después de intentar que el conflicto de Campo Caracara se dilatara en una mesa de negociación, con presencia de la dirección de la CUT, manifestó que para buscar solución a los conflictos se debe generar “un ambiente favorable de tranquilidad y convivencia ciudadana”, mientras enviaba tropas del Esmad.
Además intentó obligar a los trabajadores de la Pacific Rubiales a suspender la huelga para iniciar sus ‘gestiones’. Pero esta protesta había surgido de manera espontánea y la burocracia sindical no podía llevarla a su política de concertación de manera inmediata y por tanto sólo podía intervenir como mediadora.
La Unión Sindical Obrera (USO), que logró la afiliación de más de 4 mil trabajadores durante la huelga, denunció la persecución de las multinacionales a quienes intentan organizarse. Rodolfo Vecino manifestó que en los últimos dos meses han despedido a 19 trabajadores de la Pacific Rubiales por tener en su poder boletines sindicales y a 126 trabajadores de Pomai y Propilco en Cartagena por afiliarse a la USO.
Movilización, no concertación
El caso de los trabajadores de la Pacific Rubiales es emblemático porque desde hacía muchos años no había una lucha de esta magnitud de los trabajadores petroleros pero hace parte de un proceso abierto desde la huelga de los corteros de la caña, que ha pasado por las protestas de los trabajadores del carbón y de la industria alimentaria en el Caribe Colombiano, en el que la clase obrera se ha movilizado abandonando la política de concertación que han impuesto las centrales.
Pero estas huelgas y protestas muestran que el camino no está ni en las mesas de diálogos ni en los debates parlamentarios sino en las calles. Además, estas luchas pueden abrir paso a una nueva generación de trabajadores dispuestos a la movilización que se distancien de los métodos burocráticos y de la política de concertación que por más de veinte años ha llevado a la derrota de la clase obrera y a la pérdida de sus derechos.
Antonio Romero