
El paro del magisterio realizado el 30 de mayo, convocatoria a la que se sumaron los demás sindicatos estatales, fue una jornada sin pena ni gloria. No obstante la suspensión de actividades en escuelas y colegios públicos, el paro no se extendió a ninguna dependencia oficial de importancia y las marchas de protesta no lograron ninguna respuesta de parte del gobierno.
En síntesis: los problemas que llevaron a los docentes a la movilización siguen pendientes, las contrarreformas que se van a aplicar a otras ramas del sector público, como el judicial, continúan en marcha y los servicios de salud –otra de las razones por las que se convocó al paro– se siguen hundiendo en medio de la crisis causada por la privatización impuesta con la Ley 100. Mientras tanto el movimiento universitario, que el año pasado obligó al gobierno a retroceder en sus planes, sigue empantanado con la elaboración de un proyecto de ley mientras se agrava la crisis de las universidades públicas.
La jornada del 30 de mayo puso en evidencia dos cosas: aún hay capacidad de lucha de la base docente, pero no hay verdadera voluntad política de la dirección para enfrentar al gobierno. La posibilidad de que el gremio se recupere del desgaste provocado por la sistemática aplicación de los planes de la burguesía contra la educación pública depende de una verdadera revolución al interior de la Federación Colombiana de Educadores, el principal sindicato del país y uno de los de mayor tradición de lucha. El objetivo debe ser eliminar el burocratismo de la dirección sindical, rescatar la democracia asamblearia en la toma de decisiones y retomar el camino de la movilización de masas como única vía para enfrentar la política del gobierno de Santos.
Se avecinan las elecciones en la Fecode; es la oportunidad que tendrá la base del gremio de modificar la actual situación. La corriente Unidad Docente ha puesto a consideración de los maestros una propuesta de lucha alrededor de la defensa del actual Estatuto del magisterio, exigiendo que se haga extensivo a todos los docentes nuevos. Es la vía para unificar al gremio, contra la intención de la dirección de la Fecode de seguir retrocediendo en los derechos conquistados.
Una situación similar a la de Fecode se vive en el conjunto del movimiento sindical, disminuido numéricamente, disperso organizativamente y profundamente burocratizado. La cúpula de las centrales obreras se divide entre los que apoyan abiertamente los planes del gobierno y quienes promueven burocráticamente la protesta con el único fin de que los llamen a “concertar”. Entre esas dos franjas los trabajadores de base no tienen a quien escoger.
En el próximo período la batalla en las organizaciones sindicales seguirá siendo tratar de unificar a los sectores en conflicto al tiempo que se resiste la ofensiva patronal, acentuada ahora con la aplicación del Tratado de Libre Comercio. En ese proceso hay que propiciar la unidad entre los que están dispuestos a luchar por la desburocratización de los sindicatos y la recuperación de los principios de la clase obrera: solidaridad, independencia de clase, internacionalismo, democracia sindical y movilización permanente contra los planes de la burguesía y el imperialismo.