Santos y las FARC: En el laberinto de la paz

El secreto a voces que existió durante los meses anteriores sobre los contactos y diálogos previos entre el gobierno Santos y la guerrilla de las FARC, para ambientar posibles conversaciones de paz, se convirtió en declaraciones y aceptaciones públicas la última semana de agosto.

Ya está acordada la agenda y definido el sitio, los organizadores y el menú del banquete inicial con el cual se dará inicio a las conversaciones, banquete quese realizará en Oslo, Noruega. Para combinar sabiamente el calor y el frío, como en tratamiento de fisioterapia, con algo de turismo y distracción para todos los participantes, la Mesa de negociaciones funcionará en La Habana, Cuba, pudiéndose realizar reuniones en otros países, pues en la diversidad está el placer. Los costos de todo el paquete, con hasta 30 representantes por cada delegación,  serán cubiertos por el Gobierno Nacional.
Se entrará, en pocas semanas, en el desarrollo de la partida habiéndose pactado previamente que se juega a todo o nada, pues el preacuerdo estipula en las reglas de funcionamiento que “las conversaciones se darán bajo el principio de que nada está acordado hasta que todo esté acordado” (http://www.semana.com/nacion/posibles-puntos-negociacion-entre-gobiernof... - según aparecía el 29 de agosto 2012).
Se ingresa nuevamente en el laberinto de la búsqueda de la paz a través de la negociación política. Sea cual sea el resultado tendrá importantísimas repercusiones en el proceso político del país durante los próximos años, igual que ha sucedido con anteriores procesos de negociación. Por lo anterior las organizaciones revolucionarias debemos prestarle la mayor atención, analizando e interpretando a qué intereses y proyectos estratégicos sirven cada una de las propuestas y posiciones que asuman tanto quienes están directamente en el laberinto como los que no lo están.

Partida corta
Todos los analistas consideran que la actual deberá ser una partida de corta duración. Expresamente Santos señaló que buscará no repetir errores del pasado. Los distintos intentos de negociación con la guerrilla durante los últimos 30 años (incluidos los exitosos de los años 90)han dejado gran experiencia a la burguesía en este terreno y sabe, de antemano, que una partida de larga duración le es adversa.
En menos de un año el país estará en plena campaña electoral y mucho antes de ese momento el gobierno (más aún si desea la reelección, como es evidente) necesita haber concluido los aspectos fundamentales de la negociación, anotándose un triunfo político o teniendo aún el tiempo necesario para recuperarse de un posible fracaso.
No es de descartar que ya muchos aspectos centrales de la agenda estén suficientemente acordados. Llama la atención que Santos, mientras en uno de sus bolsillos acariciaba los tres huevitos de Uribe, insistentemente señalaba que en cualquier momento podía sacar la llave de la paz del otro.
Suficiente demostración de cumplimiento de exigencias previas ya dieron las FARC pocos días después del Encuentro Exploratorio del 23 de febrero en La Habana. En marzo liberaron a la totalidad de los miembros de las Fuerzas Armadas que tenían retenidos y a la vez anunciaron públicamente la decisión “unilateral” de cesación de la retención (secuestro) de personas con fines económicos, la cual siempre fue una exigencia perentoria de la burguesía durante la última época para poder sentarse a dialogar.

Pleno respaldo imperialista, con cartas en la mano
Conocida públicamente la noticia, y desde antes, porque seguro estaba informado del plan, el imperialismo mundial (a través de los gobiernos de Estados Unidos y Europa y sus mandaderos de la Secretaría General de la ONU) no solo expresaron públicamente su apoyo sino que valoraron las cartas con las cuales esperan participar en la partida.
Para ellos el gobierno Santos es suficiente garantía en los gigantescos proyectos para arrasar los recursos naturales del país con su locomotora minera, entregándole a las transnacionales toda clase de ventajas en sus planes de exploración y explotación. Por eso no expresan la menor duda o desconfianza sobre las conversaciones o posibles acuerdos y por el contrario están dispuestos a colaborar.
A la vez, en esta alineación favorable de los astros para elgobierno Santos, el gobierno de Chávez ha servidocomo auxiliar en toda la logística y será, igual que el reaccionario gobierno de Chile, “acompañante” del proceso al lado de Cuba y Noruega que actuarán como “garantes”.

Uribe: ataques defensivos
El único que, trinando cual ametralladora en ráfaga, ha salido a cuestionar el plan de negociación de Santos ha sido el anterior presidente, Álvaro Uribe Vélez. Conociéndolo suficientemente, preparándose cuidadosamente para la partida cual el avezado jugador de póker que es, Santos lo cercó sistemáticamente por los cuatro costados.
Se podría decir que, últimamente, Uribe está más cercado que las propias FARC. Sus más allegados colaboradores se encuentran en la clandestinidad, en la cárcel o huyendo en el exterior. El más cercano guardaespaldas de Uribe, el general Santoyo, decidió pactar con el imperialismo luego de ser extraditado por Santos, dispuesto a revelar todas sus obras y milagros, entre los cuales seguramente tiene suficiente información para comprometer al propio Uribe, de quien fue Jefe de Seguridad en el Palacio Presidencial. La última semana el “Pacificador de Urabá” condecorado y defendido por Uribe, el ex general Rito Alejo del Río, fue condenado a 25 años de prisión. Desde las cárceles de Estados Unidos los jefes de las AUC, extraditados por el propio Uribe, continúan soltando a cuentagotas acusación tras acusación sobre las andanzas, respaldos y negocios comunes que los unieron durante años.
Si bien Uribe representó durante sus dos gobiernos anteriores la unidad de la enorme mayoría de la burguesía en torno a su plan de aniquilamiento militar de las FARC, lo cierto es que no logró el nivel necesario para llegar a la rendición incondicional. Tampoco le convenía, pues el fin de las FARC significaría, en gran medida, el fin político de un personaje como Uribe pues, no existiendo guerrilla, ya no tendría ninguna utilidad para la burguesía.
Los rabiosos ataques de Uribe al plan de Santos son, en síntesis, ataques para defenderse él mismo del riesgo que pende sobre su cabeza. Sin embargo hay que tener en cuenta que más que un loco frenético, Uribe es el reflejo y expresión de una poderosa fracción de clase profunda y confesamente reaccionaria que, al acecho, esperará un estruendoso fracaso de la búsqueda en el laberinto a la cual se lanza Santos. Hoy la fortaleza de Santos, más que su fuerza sobre Uribe, depende ante todo y sobre todo de la debilidad de las FARC.

¿Qué das tú, qué doy yo?
Excepto los millones de dólares en viajes, cenas, alojamientos y toda la logística que se utilizará, conversar no cuesta mucho. Lo que no es fácil pronosticar es cuáles serán los puntos centrales del “Acuerdo Final para la terminación del conflicto que contribuya a la construcción de la paz estable y duradera”.
LasFARC tienen mucho y a la vez poco para ofrecer. Por un lado ofrecen un nombre emblemático, parte casi de la identidad nacional, como el café, por ejemplo. Para millones de colombianos e incluso más allá de las fronteras, Colombia sin las FARC será “otra Colombia”. Haber mantenido un alzamiento armado contra el Estado durante cerca de cinco décadas convirtió a las FARC casi en una leyenda, incluido su comandante histórico, Tirofijo, ya fallecido.
Pero los golpes militares que han recibido las FARC los últimos años, el aislamiento internacional y su limitada capacidad de incidencia política sobre amplias masas urbanas del país las han colocado ante la imperiosa necesidad de una negociación a la cual no llegan en las mejores condiciones.
Al lado de lo anterior, si se logra el “Acuerdo Final para la terminación del conflicto” seguramente (igual que lo hicieron el M-19, el EPL y las guerrillas que negociaron en el pasado) sus centenares de militantes y dirigentes se convertirán en convencidos defensores de ese “Acuerdo Final”, actuando en común con la totalidad o la amplia mayoría de la burguesía que igualmente lo defienda. Ello establecerá una nueva realidad en el país, pues en una u otra forma expresará una colaboración política sobre aspectos fundamentales entre fuerzas que hasta antes de ese acuerdo establecieron su relación a través de tiros y bombas. Igual que con el M-19 existe la posibilidad que, en los años venideros, importantes dirigentes de las actuales FARC sean agentes oficiosos, funcionarios eficientes del régimen y del estado burgués colombiano, defendiendo una “paz estable y duradera”. Para la burguesía, lograr lo anterior en una negociación con las FARC, significa una importante ganancia política e ideológica, a la que le sacará frutos durante años. En ese sentido, las FARC y su dirección, con el programa reformista que defienden, tienen mucho que ofrecer.
En el otro extremo, a pesar de la existencia de la guerrilla, y en algunos aspectos aprovechándose de ella, la burguesía colombiana obtuvo y obtiene jugosas ganancias de la sobre-explotación de las masas urbanas y campesinas. Su poder político y económico actual no está cuestionado. Cuenta con un régimen político con la solidez suficiente (y una vocación reaccionaria probada a diario), que le da la confianza necesaria para continuar oprimiendo y explotando –así la guerrilla con sus características básicas se mantuviese durante varias décadas más.
En las conversaciones previstas, y en la agenda pactada, la burguesía no arriesga nada fundamental. Algunas concesiones hará, si realmente se concluye en un “Acuerdo Final” pero bajo ninguna circunstancia está en riesgo la existencia del régimen político que, trascendiendo la Constitución de 1991, ha garantizado la dominación burguesa-imperialista-terrateniente en el país.

Después de la paz, ¿qué?
Si se pacta el “Acuerdo Final” habrá jolgorio, festejos, abrazos, llanto y reconciliaciones. Unos cuantos, que no logren contener el odio y rencor acumulado durante años, de pronto actuarán por su cuenta cobrando con sus propias manos las deudas pendientes. A pesar de ello es posible que el proceso se aclimate, se consolide y afiance.
Pero la rueda de la explotación capitalista, de la opresión y discriminación que es la base sobre la cual funciona la actual estructura económica y social del país, continuará girando y cada día con mayor intensidad.
La crisis económica mundial obliga cada día a la burguesía a imponer planes más duros de explotación en todos los países, con recortes sistemáticos a conquistas y derechos de millones de trabajadores. Ahí no hay paz. Ahí hay una guerra social permanente, constante, acallada, que no se expresa con los tiros, las emboscadas a patrullas del ejército, la plantación de minas o las bombas.
La guerra social se expresará, como actualmente se expresa, en decenas de confrontaciones a lo largo y ancho del país. En la resistencia de las comunidades indígenas a quese extraiga el oro de la madre tierra secando y envenenando las fuentes de agua fresca. La guerra social se expresará, como actualmente se expresa, en las negociaciones de los pliegos de peticiones, en las huelgas obreras por aumento de salario y por la defensa de sus derechos. La guerra social se expresará en el descontento, que hay que canalizar y organizar, de millones de trabajadores a quienes no se les brindan condiciones de atención adecuadas en salud. También en las luchas estudiantiles por la defensa de la educación pública.
Ahí, no lo dudamos, la guerra será más violenta, más feroz. Los socialistas no llamamos, para actuar en ella, a la continuidad de la actividad guerrillera. En cierta medida el accionar guerrillero en el país distorsionó esa otra guerra, más profunda, más sangrienta y más constante, adelantada por la burguesía durante estas décadas contra millones de colombianos. Los socialistas llamamos a organizar un amplio y masivo ejército (un partido político revolucionario)para plantar batalla a la burguesía, contra sus planes económicos, contra la entrega de los recursos naturales a las multinacionales, exigiendo que la crisis económica no se descargue sobre los hombros de los trabajadores. Ahí esperamos encontrarnos con los revolucionarios que, habiendo sido parte de las FARC, decidan continuar la batalla por las reivindicaciones obreras, populares y campesinas que un “Acuerdo Final para la terminación del conflicto que contribuya a la construcción de la paz estable y duradera” no solucionará. Es necesaria una revolución para cambiar el régimen político, la estructura de la sociedad y así acabar con la explotación, la desigualdad y la miseria, sin lo cual no habrá paz social.