Santos - Uribe - Farc: ¿Triángulo de las Bermudas?

 
 
El aristócrata gran burgués y sus locomotoras
Santos ha ido reacomodando los grandes proyectos de una poderosa burguesía tradicional, sólidamente unida al imperialismo y a las grandes multinacionales, que ávidamente está desarrollando un acelerado saqueo de los inmensos recursos naturales de un país hasta hace pocos años prácticamente inexplorado e inexplotado. En ese terreno, las diferencias con Uribe son prácticamente insignificantes y empujan las aguas del remolino en la misma dirección.
La inversión extranjera continúa llegando a raudales (en relación al peso de la economía del país) y fomentada por toda clase de gabelas y prebendas tributarias, de sobre-explotación de la mano de obra, de facilidades para exportación inmediata de sus utilidades, etc. A tal extremo estamos llegando que ya se señala como“México y Colombia tienen hoy mano de obra mucho más barata que China” (Entrevista de María Isabel Rueda a George Friedman, El Tiempo, 28/5/2012).
Además de recomponer las relaciones diplomáticas con el vecindario (Venezuela y Ecuador),  destrozadas por su antecesor, el gobierno Santos se ha posicionado como un interlocutor válido para los autodenominados “gobiernos de izquierda” de América Latina y afianza con esas burguesías jugosos negocios.
Avanza la integración energética con Venezuela. El megaproyecto del oleoducto trasandino permitirá traer directamente al Pacífico colombiano (para embarcar hacia China) cientos de miles de barriles diarios de petróleo de la Cuenca del Orinoco venezolana.
Gracias a la combinación de todas esas circunstancias la economía colombiana ha mantenido un ritmo de crecimiento suficientemente aceptable, los niveles de ganancia de los burgueses se mantienen y aparecen aún como falsamente lejanas las penurias y angustias en las que están inmersos los gobiernos y burguesías de otros países, en medio de la crisis mundial capitalista.
TLC: cosechando la siembra uribista
Además, sin el menor tapujo y socarronamente sonriendo, Santos comienza a disfrutar la cosecha sembrada por Uribe, a quien da las gracias en los discursos. El más gigantesco acuerdo comercial del país con los Estados Unidos, luego de  años de batallas y obstáculos, fue ratificado por el gobierno norteamericano, entrando en vigencia y comenzando a implementarse desde el 15 de mayo.
Ese acuerdo significa un duro golpe para franjas pequeñas y medianas de los empresarios nacionales y abre de par en par las puertas del país al saqueo y sobre-explotación de los recursos naturales y mano de obra a los grandes pulpos imperialistas.
Los pequeños y medianos empresarios nacionales, como el jamón del sándwich, serán igual que siempre devorados por las contradicciones económicas y por la lucha de clases. Por un lado sobre-explotan a sus trabajadores (quienes a su vez tratan de defenderse) y por otro lado son asfixiados por los grandes pulpos económicos, el capital financiero y las trasnacionales.
Sólo la cabeza erguida, honesta pero completamente confundida, de los senadores del PDA clama en el desierto por un desarrollo capitalista democrático, autónomo, que solucione pacíficamente la contradicción entre el trabajo asalariado y el capital. Ilusión de ilusos. En el voraz remolino de intereses del capital mundial y las transnacionales, las voces de la oposición pequeño-burguesa encabezada por el senador Robledo no significan más que pequeñas turbulencias.
Los que durante meses y años aparecieron como obstáculos para la ratificación del TLC (amenazas y asesinatos de dirigentes sindicales, violación a los derechos de contratación y asociación) se siguen produciendo… pero ahora no aparecen como “falsos positivos”, ahora son “santos positivos”. Es decir, son parte de la rutina y cotidianidad del ejercicio del poder en el país, a través de un régimen político profundamente reaccionario para el cual el tránsito de un gobierno a otro no pasa de ser un accesorio, igual que el cambio de traje entre el paño inglés usado por el aristócrata Santos y el dril Fabricato del arriero Uribe.
Hay una diferencia, significativa políticamente, sin embargo. Mientras cada dirigente sindical asesinado durante el gobierno de Uribe era señalado por portavoces del alto gobierno como un colaborador de la guerrilla, el gobierno Santos ante esos hechos solicita a la fiscalía “investigaciones exhaustivas”,  que dormirán el sueño de los justos. Entre tanto, los jefes de personal de las empresas (muchas veces oficiales en retiro de las Fuerzas Armadas) continúan contratando sicarios para que amenacen de muerte y asesinen a cualquier activista o dirigente que se atreva a iniciar el proceso de organización de un sindicato.
¿Qué revuelve las aguas Uribe-Santos?
Si todo lo anterior es cierto, ¿cuáles son las razones profundas que conducen a que, cual loco frenético, Álvaro Uribe lance a diario trinos contra el gobierno Santos, llevando a que algunos recomienden incluso que le tapen la boca con un esparadrapo, le coloquen una camisa de fuerza o le amarren las manos?
El gobierno Uribe desequilibró muchísimo el régimen bonapartista colombiano, régimen que de todos modos tiene que conjugar en el ejercicio del poder la función de diversas instituciones. Durante el último gobierno de Uribe, fundamentalmente, se concentró al máximo el poder y capacidad de decisión en la camarilla que se atrincheró en la “Casa de Nari”, la cual era conducida con gritos estruendosos por el mismísimo “Furibe”.
En ese camino pisoteó y maltrató a adustos magistrados, en cabeza de la Corte Suprema, fieles y leales defensores del mismo régimen, que reclaman de los demás poderes estatales un trato de igualdad.  La negociación con los paramilitares abrió la caja de Pandora de los agentes y representantes políticos y socios empresariales de esas bandas criminales; lo cual ha llevado a la cárcel a varias decenas de ellos.
Uribe no logró perpetuarse en el gobierno. Su proyecto de una segunda reelección fracasó por la presión combinada del imperialismo (que ya no lo veía como un objeto útil y consideró conveniente comenzar a empujarlo al cajón de la basura) y las fracciones burguesas locales que veían con pánico la desestabilización institucional acelerada que él encabezaba. Santos –agente incondicional de todo el plan político, económico y social de Uribe durante su gobierno, apareció como el factor que equilibrase el barco en medio de la tormenta.
Y equilibrar el barco significa redistribuir las cargas, buscando que lo fundamental se salvaguarde. Santos buscó su “Angelino” para calmar tempestades sociales en gestación y ha contado con la traición abierta o pasividad cómplice de la enorme mayoría de la burocracia sindical. A cambio de ello ahora el “trato” es cordial, amable y sin los agresivos insultos de su antecesor; o del anterior Vicepresidente que no dudó en preconizar que los estudiantes que salían a manifestaciones fuesen electrocutados. Dos estilos diferentes, sin la menor duda. ¡Y el estilo cuenta! A la vez, Santos ha negociado pacientemente con el aparato judicial cuáles son las contraprestaciones e “indemnizaciones” que reclaman por los atropellos de que fueron víctimas bajo el gobierno Uribe. La reforma a la justicia, a punto de aprobación, sintetiza tales acuerdos y concesiones mutuas.
Santos, igualmente, está dispuesto a colocar algunos paños de agua tibia en la purulenta llaga de seis millones de campesinos desplazados, a quienes se les arrebató la tierra a sangre y fuego. La Ley de Restitución de Tierras tiene ese como uno de sus objetivos adicionales; siendo el principal lograr una institucionalización y legalización del mercado de la tierra, imprescindible para el desarrollo de los grandes negocios de agro-minería que se están desarrollando.
Todo lo anterior desequilibra las relaciones con la fracción burguesa encabezada por Uribe que participó ávidamente del botín de guerra de esas tierras expropiadas al campesinado.
Los daños colaterales
Adicionalmente, el tránsito del gobierno Uribe al de Santos obligó a daños colaterales significativos, en los cuales no hay acuerdo. Encarcelados, huyendo en el exterior, procesados por la justicia se encuentran muchos y significativos miembros del gobierno Uribe. Hay causas más que suficientes para actuar judicialmente contra el mismo ex-residente. Sin embargo, la “Comisión de Absoluciones” de la Cámara, controlada por sus huestes, le brinda el blindaje suficiente.
Insistentemente Uribe trina y retrina defendiendo a sus “honorables” funcionarios. Aconseja a unos huir al exterior, a otros pasar a la clandestinidad. Acusa y vocifera a los cuatro vientos sobre el abandono de sus “huevitos” por parte de Santos. Exacerba a los militares en retiro para que hagan toda clase de insinuaciones de descontento de los activos respecto al manejo que Santos le está dando a la confrontación política y militar con la guerrilla, al fuero militar, etc.
No sobra recordar que Uribe, cuando vio truncada la posibilidad de su segunda re-elección, se jugó totalmente al triunfo de su alfil, su grotesca reencarnación, el “Uribito”, que actualmente se encuentra procesado y encarcelado por los manejos fraudulentos de dineros del Estado en Agro Ingreso Seguro, para financiar su  propia campaña electoral. Uribito estuvo a punto de ganar la interna del Partido Conservador, derrotado por Nohemí Sanín por escasos miles de votos.
En medio de la desenfrenada batahola ninguna acción es descartable por parte de esta fracción burguesa, si considera que dicha acción conviene a su defensa o a la conquista de sus intereses. No es gratuito que el propio Santos haya señalado el accionar de una “extrema derecha” frente a diversos hechos que llegarían a cubrir, según hipótesis manejadas públicamente, desde el asesinato de dirigentes campesinos que reclaman la tierra hasta atentados de claro índole terrorista como el bombazo a su exministro Fernando Londoño.
El otro vértice: las FARC
En el vértice opuesto del Triángulo de las Bermudas de la política colombiana se encuentra un conflicto armado de más de 50 años, que puede personificarse actualmente en las FARC; imposible de solucionar con diálogos, conversaciones, ofensivas militares, planes de arrasamiento, ni Plan Colombia con el respaldo del imperialismo. Todos los medios se han intentado y todos han fracasado. Y mutuamente todos se echan las respectivas culpas.
Uribe culpa a Chávez y a Correa por unas supuestas políticas cómplices y de colaboración con las FARC y coloca el retrovisor contra el gobierno Pastrana por sus diálogos de El Caguán. Santos se abraza con Chávez para lograr que le colabore entregándole a algunas decenas de acusados de la guerrilla. Uribe acusa a Santos de desmotivar a las Fuerzas Armadas, produciendo su desmoralización. El ELN declara públicamente que el atentado a Londoño debió ser de la extrema derecha mientras Santos señala públicamente que todo indica que fueron las FARC pero que continúa buscando la prueba reina que lo demuestre. En los intermedios, las FARC ocasionan cuantiosas bajas a los militares a escasos metros de la frontera venezolana y el ministro sale a buscar su reloj Rolex de $23 millones, que perdió en atentado en el cual hubo 2 muertos y decenas de heridos. Santos a la vez clama ante sus generales: “Una orden a los señores generales, a los señores miembros de nuestras Fuerzas Armadas: Hay que intensificar sus acciones contra las Farc ¡Más plomo, más plomo contra las Farc!”(El Espectador, edición digital, junio 2 de 2012; destacado de Elespectador.com). ¡En Colombia el plomo está barato y no se le niega a nadie!
Cada uno de los contrincantes en el campo burgués, ubicados en los extremos del lado opuesto al vértice del conflicto, toma como referencia para sus acciones y declaraciones ese vértice. Casi siempre las FARC son acusadas, cierta o falsamente –para el caso no interesa– de toda acción armada. Podría decirse que, para que el régimen político colombiano mantenga sus características actuales el conflicto armado es una condición necesaria, mutuamente benéfica para todos; excepto para el propio pueblo, las comunidades indígenas y campesinas que lo padecen constantemente y el resto de activistas revolucionarios que sin ser partícipes del mismo son constante y falsamente acusados de ser agentes de las fuerzas en conflicto.
El Ejército lleva a las zonas de combate, para filmar los fuegos de guerra, a periodistas, que se consideran suficientemente protegidos por su pasaporte de un país imperialista y por las prendas militares que se colocan. El “Angelino”, desde la Vicepresidencia, considera estas actuaciones equivocadas y el Ejército proclama que lo continuará haciendo. Entretanto las FARC retienen como prisionero de guerra al susodicho camarógrafo para luego pedir disculpas por usar tal calificativo y solicitarle el favor de viajar a Francia a que le lleve una cartica a un gobierno “amigo de Colombia”. Todo indica que Hollande (con suficientes problemas con la crisis capitalista que condujo a la caída de Sarkozy) no tiene el menor interés en meterse en más problemas y despacha el asunto, públicamente, con cajas destempladas señalando que no “interferirá” en asuntos colombianos.
Reventar el triángulo
Sólo hay un camino para escapar del remolino. Una gigantesca y caudalosa corriente tiene que entrar en juego y destruir el macabro triángulo que pareciera devorarlo todo. Esa corriente sólo puede ser un masivo y organizado movimiento de masas, que levante un conjunto de exigencias que cobijen las necesidades y expectativas de millones de explotados y oprimidos, que desarrolle como método fundamental de lucha la movilización, la huelga y la protesta callejera, organizada y decidida democráticamente.
El año pasado los miles de estudiantes que enfrentaron el plan educativo de Santos demostraron que ello es posible. Para lograrlo es indispensable construir, al calor de las luchas y movilizaciones parciales y cotidianas que se dan una nueva dirección política y sindical para el movimiento obrero y popular.