PAZ: Cese al juego

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El gobierno de Santos y las FARC se encuentran atados por la misma camisa de fuerza: una negociación de paz de resultado incierto. Después de un año de discusión sólo se ha adelantado el primer punto –el problema de la tierra– sin llegar a acuerdos definitivos, pues “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, según han pactado. Santos necesita resultados si aspira a ser reelegido, y las FARC también, pues el fin del conflicto armado las obligaría a librar su lucha política en el mismo terreno de legalidad recortada que el resto de la oposición al régimen. Es un salto, casi mortal, al vacío de la política burguesa.
Hasta ahora, el comportamiento de la mayor parte del pueblo colombiano oscila entre el escepticismo y la indiferencia frente a la negociación de La Habana. Nada de lo que allí se discute solucionará sus problemas más urgentes: tierra, trabajo estable, salarios dignos, acceso a la vivienda, educación y salud.
Sólo hay una manera de cortar el nudo: que el gobierno se comprometa a brindar plenas garantías políticas a todas las organizaciones –partidos, asociaciones– de los trabajadores y los pobres del país y, a cambio, las FARC cesen todas las acciones ofensivas. Las organizaciones de los trabajadores nos comprometeríamos a exigir con nuestra movilización respeto a la vida e integridad de los combatientes y sus familias. Esta decisión unilateral desnudaría ante la opinión pública el juego perverso de la gran burguesía colombiana y el imperialismo cuyo único objetivo en esta negociación es preservar el orden capitalista, la raíz de todos los males. Y, como decía Carlos Marx: ser radical es atacar el problema por la raíz.