Juan Manuel Santos celebró su primer año de gobierno; y hay que reconocer que disfruta de su luna de miel con la llamada opinión pública. La economía marcha y los empresarios acumulan ganancias; se habla de disminución del desempleo, a pesar de que el trabajo creado es precario; todos los días se destapa un nuevo escándalo de corrupción, lo que ilusiona a quienes creen que este gobierno la está reduciendo “a sus justas proporciones”; los conflictos sociales han encontrado en el Angelino Vicepresidente un paciente mediador, que no resuelve nada pero consigue treguas; hasta la guerrilla quiere intermediarios que encuentren la llave perdida de la paz. Todos buscan en el horizonte las primeras luces de la Prosperidad Democrática prometida pero, más allá de las fronteras, continúan cuajando las nubes de tormenta de la crisis económica.
Pasaron el Mundial Sub 20 y Miss Universo, y después del jolgorio hemos vuelto a la triste realidad. Basta con mirar detenidamente lo ejecutado por Santos y se descubre que todo es media verdad. Como cuando desde su Ministerio de Defensa anunciaba los golpes militares a la insurgencia y entregaba millones de recompensa a los “héroes de la patria”, para después exhumar los macabros “falsos positivos”.
Si, la economía funciona, pero para los capitalistas. Aunque siguen a la espera de la firma del Tratado de Libre Comercio con EE.UU., todavía las ganancias les parecen satisfactorias a banqueros, industriales y grandes agricultores quienes saben que, con la crisis internacional, el palo no está para hacer cucharas. Mientras tanto la locomotora minera amenaza con convertir a Colombia en un cráter después de que las excavadoras y las dragas hayan sacado hasta el último trozo de roca medio útil de las entrañas de la tierra o la ribera de los ríos. A los pobladores sólo les quedará la miseria y el medio ambiente contaminado. Las condiciones de explotación serán las mismas que padecen hoy los trabajadores de la Pacific Rubiales, que estallaron sin control y sin sindicato. La propia Corte Constitucional está pidiendo que se definan los límites del derecho a la huelga en el sector petrolero, pues quieren garantizar el bienestar de las transnacionales.
Por eso Santos sigue adelante con sus contrarreformas. Necesita remodelar las leyes y las instituciones para que calcen como guante de seda en el puño de hierro presidencial, aunque eso provoque enfrentamientos con la aristocracia de juristas apoltronados en las altas cortes. Esta adecuación legal tiene como objetivo seguir descargando la crisis económica sobre los hombros de trabajadores, campesinos, estudiantes y demás sectores populares. Es por eso que debemos continuar resistiendo y salir a las calles para rechazar sus proyectos legislativos, obligándolo a archivarlos o impidiendo que sean aplicados. Su promesa de no legalizar las “instituciones con ánimo de lucro” en el sector universitario, es un efecto de la masiva protesta estudiantil de abril y el temor que le provoca el ejemplo chileno.
La locomotora de Santos se ha echado a andar, pero el primer túnel que tiene que atravesar es el de la crisis que agrieta la economía mundial. Si la recesión que paraliza la industria yanqui, europea y japonesa se prolonga, la luz al final del túnel no será la de la Prosperidad Democrática, sino los relámpagos de la tormenta social que sacuden a Europa y ya incendiaron el Medio Oriente.