La ocupación sionista en dificultades

Grafitti del Artísta británico Banksy sobre el muro sionista de Jerusalem.

La verdad es que, si la Asamblea General de la ONU vota a favor de la propuesta palestina, ella deberá reconocer -o recordar- que los territorios ocupados desde 1967 son territorios “ilegalmente” colonizados.
Mucha tinta ya corrió en los medios pro-palestinos, desde que la Autoridad Palestina (AP) anunció su intención de proponer a la Asamblea General de la ONU, en este mes de setiembre, el reconocimiento de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967. El debate se ha centrado en las consecuencias positivas o negativas que traería la creación -efectiva o apenas formal- de un Estado así definido. Nosotros no pretendemos aquí retomar ese debate, posicionándonos de uno u otro lado. Recordemos apenas que la independencia del Estado de Palestina ya fue reconocida por la ONU el día 15 de noviembre de 1988.
Tres años más tarde, la OLP firmaba los Acuerdos de Oslo y reconocía el Estado de Israel. Fue el inicio de un falso llamado al “proceso de paz” que ha permitido la colonización de cada vez más territorios palestinos y la liquidación de todos aquellos que se presentaron como negociadores dispuestos a hacer concesiones -una verdadera amenaza para la política colonial israelí: fue el caso de Marwan Barghouti (en prisión perpétua), de Ahmed Saadat (cumpliendo una pena de 20 años de prisión), de Yasser Arafat (asesinado).
La verdad es que, si la Asamblea General de la ONU vota a favor de la propuesta palestina, ella deberá reconocer -o recordar- que los territorios ocupados desde 1967 son territorios “ilegalmente” colonizados. Esa votación favorable significará antes que nada el reconocimiento del derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. Y son estos los resultados que el Estado de Israel no quiere que ocurra de ningún modo.

Estado palestino
El hecho de que últimamente numerosos países hayan reconocido -platónicamente, sea dicho- el “Estado” palestino tiene exasperado al gobierno israelí. Aún cuando algunos de esos países están entre sus mejores socios económicos, o militares, como es el caso del Brasil. Lo que nosotros podemos considerar como gestos de hipocresía es visto por Israel, no sin razón, como puntos marcados a favor de la causa palestina.
Los Estados Unidos se ha opuesto vehementemente a cualquier reconocimiento de un Estado palestino. Directamente o por vía de la administración americana, Israel está presionando a la Autoridad Palestina para retirar su pedido a través del chantaje económico, amenazando cortarle los fondos que son regularmente destinados, entre otras cosas, al pago de los salarios del aparato administrativo y policial de la AP.
Paralelamente, el gobierno israelí desarrolla una vasta campaña internacional de propaganda contra la iniciativa de la Autoridad Palestina junto a la ONU, pues sabe que la “legitimidad” del Estado judío se juega en el plano de la opinión pública internacional. Cualquier desequilibrio a ese nivel a favor de los palestinos puede ponerlo en peligro. Tal es por lo menos la convicción de varios dirigentes israelíes que se vienen manifestando en este sentido en la comunicación social.
Por su lado, la Autoridad Palestina, se ha esforzado en dar señales a sus financiadores de que quiere limitar su iniciativa a instancias de las Naciones Unidas y de continuar conteniendo la resistencia popular contra el ocupante. En este sentido, aceptó que los responsables de sus organismos policiales se encuentren en los Estados Unidos con sus homólogos israelíes. Entretanto, continúa deteniendo a militantes de Hamas en Cisjordania, a pesar del reciente acuerdo firmado con la organización rival. Pero ni Israel ni los Estados Unidos parecen sensibles a estas señales y continúan chantajeando a la AP para que esta desista de su propuesta ante la ONU, temiendo que ella contribuya más aún al aislamiento de Israel.

Campaña BDS
Un aislamiento se ha iniciado con los avances de la campaña BDS (boicot, desinversión y sanciones) a nivel internacional. Muy recientemente, la Deutsche Bahn, compañía nacional ferroviaria de Alemania, desistió de participar en el proyecto de enlace ferroviario entre Telavive y Jerusalén, como consecuencia de las presiones de esta campaña. Un ejemplo ya antiguo del éxito de BDS es de la multinacional francesa Veolia, que continúa aún hoy siendo financieramente castigada por su complicidad en la construcción de la unión eléctrica entre los asentamientos alrededor de Jerusalén. Tenemos además los ejemplos del boicot cultural, con las decenas de artistas que ya recusaron o cancelaron espectáculos suyos en Israel.
Sólo referimos aquí unos pocos ejemplos ilustrativos. Una discusión en la Asamblea General de las Naciones Unidas en torno al reconocimiento de un “Estado” palestino debería llevar a la aplicación de sanciones y desinversiones por parte de los países que dicen defender el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación. A nivel autárquico, ya tuvimos el buen ejemplo, muy simples, de dos multinacionales españolas de la provincia de Valladolid que prohibieron el agua Eden Springs en todos los edificios municipales. Si estas acciones, por un lado, tienen un impacto directo en la economía israelí, ellas contribuyen, por otro lado, a la toma de conciencia y a la ampliación de la onda de solidaridad para con Palestina en el resto del mundo.
Una votación en la ONU a favor de un Estado palestino ciertamente no resolverá el problema de la ocupación sionista, ni siquiera dará origen a un Estado independiente, pero, surgiendo en este contexto de las revoluciones árabes, tendrá sin duda un potencial movilizador, en particular para la campaña BDS.