E.S.: La Constituyente que usted señala se obtendría a partir de un triunfo del voto en blanco, un hecho político que obligaría a la opción de una Constituyente. ¿Eso es suficiente?
J.A.: Siendo yo jurista, hay que decirlo claramente, reconozco los límites del instrumento jurídico. O sea, una revolución, un cambio, así sea pacífico, requiere más que el instrumento jurídico. Pero lo que no podemos es abandonar el instrumento jurídico. Y eso es lo que nos enseña la historia, inclusive de los movimientos democráticos. Para poner un ejemplo, cuando en el Ecuador se quiere modificar algo, además de eso hay que modificar las estructuras. Cuando usted quiere hacer una reforma agraria porque lo que hay es concentración de la tierra es cierto que para que usted pueda pasar del sistema de latifundio al sistema de tierra de otra manera, sin latifundio, sin minifundio, o con propiedad social, usted necesita un organismo para que haga esa distribución de la tierra, por ejemplo. En ese caso ese es un instrumento jurídico.
Si bien es cierto el instrumento jurídico no siempre es suficiente, de todas maneras como instrumento es un medio para lograr un fin. La Asamblea Constituyente no es todo, pero es el comienzo del todo. Cuando se producen movimientos populares, como el movimiento popular de Ecuador o el movimiento popular de Venezuela o cualquiera otro movimiento, como el de Bolivia, pues también tienen que adecuar sus instituciones jurídicas. Entonces nosotros sí creemos que hay que hacer uso del instrumento jurídico para comenzar el proceso de cambio. Por esa razón es que creemos que la Asamblea Constituyente independientemente de que sigue un gran trecho para hacer efectivos los derechos –no basta que estén en la Constitución—pero no hay duda que hay que elevarlos al máximo rango normativo para después poderlos hacer efectivos y eficaces.
E.S.: Hay una cierta similitud con el planteamiento de Constituyente que hacen las FARC en La Habana. ¿Usted ve posible que estos dos procesos tengan una expresión política que lleguen en algún momento a una coincidencia?
J.A.: Usted sabe que en Colombia ha habido muchas marchas el año pasado. Hay inclusive un movimiento que se llama Marcha Patriótica. Y yo alguna vez le decía a esas personas: ustedes tienen que aspirar al poder político. ¿Qué es tener vocación política? Acceder al poder político. ¿Por qué razón? Porque los que no estamos conformes con el orden de cosas existentes –cuando vemos la falta de salud, la falta de educación, los falsos positivos, las chuzadas…– y eso no nos gusta, la única manera de modificarlo es tomando el poder político. Y tomándolo en todas las ramas del poder, en el Congreso, en el Ejecutivo, en el Judicial, en los Órganos de Control.
Lo del Procurador es vergonzoso. Un Procurador de derecha como el que tenemos, vulnerando derechos a las mujeres, a las personas diversas sexuales, destituyendo alcaldes sin tener competencia. Entonces, si nosotros tuviéramos un Procurador democrático, que respetara los derechos, no nos encontraríamos en esa situación.
Si el movimiento democrático de verdad tuviera el poder eso permitiría que en el Congreso se hicieran leyes a favor de la salud del pueblo colombiano, por ejemplo. Y entonces la marcha no sería contra la ley contraria a los intereses del pueblo sino que la marcha sería para hacer efectiva y eficaz esa ley. Estaríamos marchando no contra la ley tal que nos hicieron o la nueva ley que nos van a hacer, sino que estaríamos marchando por aplicar las leyes justas que se hacen a través de la gente democrática que está ahí.
E.S.: Hace relativamente poco –en términos de constitucionales– hubo en este país un proceso muy complejo que dio lugar a la Constitución de 1991. ¿Qué es lo que sucede con su aplicación y por qué es necesaria una nueva Constitución?
J.A.: Lo primero, es que la Constitución del 91 en su espíritu fundamental fue desmontada por la derecha de Colombia. No hay duda. Segundo: porque los cambios que se hicieron fue para retroceder, no para avanzar y profundizar el proceso democrático. Tercero: porque los que estaban en esos órganos de poder, en el Congreso para poner un ejemplo, pues entonces no estaban por aplicar la Constitución sino por modificarla y precisamente traicionarla. Entonces, eso me da la razón a mí. Es que no solamente necesitamos el instrumento jurídico democrático sino que en esos órganos de poder también haya una mayoría del movimiento democrático. Primero: para evitar que las normas democráticas que existen dejen de aplicarse. O lo que es más grave, para evitar que las reversen y se vuelva hacia atrás en la democracia. Por eso hay que hacer ambas cosas. Hay que crear la infraestructura jurídica pero también hay que llevar a la gente democrática a esos órganos de poder para que puedan aplicarla democráticamente e impedir que los sectores no democráticos reversen los procesos democráticos en Colombia.
E.S.: El senador Jorge Robledo afirma que el voto en blanco y la propia campaña le causa daño al Polo Democrático, pues al elevar el umbral perjudica a los partidos minoritarios ¿Qué opina sobre eso?
J.A.: Que parte de una premisa equivocada: que la gente democrática tenemos que resignarnos a ser minoría. Yo no acepto eso. Yo creo que en Colombia están dadas las condiciones objetivas para que el pueblo por primera vez pueda hacerle a la oligarquía colombiana lo que ella le ha hecho al pueblo, que es dividirlo y a través de la división ganarle a la gente democrática.
Sabemos que Santos y Uribe en el fondo son lo mismo. Pero Santos tiene la burocracia, tiene la clase política cortesana, tiene los contratos y Uribe tiene la derecha recalcitrante, tiene todos esos rezagos de los grupos en armas, movimientos residuos del paramilitarismo. Frente a esos sectores, y en esas circunstancias, estaban dadas las condiciones para un frente amplio del movimiento democrático, con un programa mínimo. Por ejemplo, puntos como la defensa de la soberanía nacional, la defensa de los recursos naturales, una reforma agraria, una reforma urbana, una reforma financiera. Con ese programa mínimo, era posible que el movimiento democrático llegara, por primera vez en Colombia, a ser mayoría. Eso se les propuso a muchas de las personas que están en el movimiento democrático. Y sin embargo prefirieron hacer esas candidaturas individuales y esa conducta individual. Como dijera Jorge Eliécer Gaitán: “El pueblo es superior a sus dirigentes”. Lo que el pueblo les estaba pidiendo a la gente del sector democrático era que se unieran con unas reglas del juego claras, con un programa mínimo para por primera vez aspirar al poder político. ¡No fueron capaces de hacerlo! Entonces no somos nosotros los responsables de su pequeñez, de su falta de grandeza, de no ponerse de acuerdo en ese programa mínimo. Y si el pueblo les cobra eso pues es culpa de ellos, no puede ser culpa de nosotros.
E.S. Robledo reconoce que son minoría, pero argumenta que el Polo es la oposición y por eso deben ser reelegidos…
J.A.: El movimiento democrático no puede aceptar que son la minoría, que son la oposición. Y entonces el movimiento democrático siempre está buscando a ver quién es la mayoría dentro de la minoría de la oposición. Nosotros no aceptamos eso…. Creemos que el movimiento democrático tiene que ser mayoría en la sociedad colombiana y estaban creadas las condiciones. Y hay que decirlo claramente. Hay que buscar una renovación no solamente de los políticos tradicionales sino también del movimiento democrático. A aquellos que hayan cumplido con su deber, en el congreso, en las asambleas, en los concejos, en las gobernaciones, en las alcaldías, hay que decirles que eso es su deber. Y cumplir el deber no es ningún mérito. El demérito es no cumplirlo. Si a mí me eligen gobernador debo ser un buen gobernador. Si me elijen parlamentario debo ser un buen parlamentario. Lo grave es que no lo sea. Y si soy bueno, pues para eso me eligieron.
Pero además por otra razón, fundamental, que los demócratas tenemos que aceptar: es que de acuerdo con la concepción democrática del poder, la democracia en el fondo es anárquica… Y es anárquica por una razón simple: Es que si usted es una persona como yo, con dos ojos, una nariz y una boca, en principio ni usted debería mandarme a mí ni yo a usted… Somos iguales y no habría razón para que una persona mandara a otra. Eso desde el punto de vista, digamos, de la igualdad; porque no se le olvide a usted que la democracia es libertad e igualdad. Entonces entre iguales, en principio, nadie debe mandar a nadie. Si por alguna necesidad se necesita el gobierno, y el gobierno es un mal necesario, pues entonces los periodos deberían ser breves. Por eso cuando surge la democracia en Grecia, en Atenas, los periodos eran breves. El cuento de que los gobernantes tienen que durar muchos años no es cierto. La democracia dice, precisamente, por la igualdad, hoy tú tienes la oportunidad, mañana la debe tener otro. Y ese mañana debe ser muy rápido.
Pero además por otra razón elemental. Es que los que somos demócratas tenemos que saber que podemos ser útiles. No hay duda que hay personas que han sido útiles al movimiento democrático. Pero de ahí a creerse indispensables e imprescindibles hay una posición antidemocrática. Porque lo que tenemos que tener claro los demócratas es que aún en el evento en que cumplimos con nuestro deber y lo hacemos bien eso no quiere decir que no haya otra persona capaz de llegar y hacerlo igualmente bien o mejor que nosotros. Y ese es el error de esas personas que porque han cumplido con el deber se creen hoy indispensables o imprescindibles. Y el movimiento democrático no acepta ni indispensables ni imprescindibles.
E.S.: Las campañas electorales en este país son excepcionalmente costosas. Y el voto acá se cotiza más alto entre más intensa esté la campaña. ¿Cómo esperan ustedes enfrentar, desde la campaña del voto en blanco esa realidad política?
J.A.: Muy claro. Nosotros le hemos dicho a la gente… Lo primero porque lo creemos así, que la gente debe votar en conciencia, sin ningún estímulo distinto a su convicción. Eso es lo que le hemos dicho a la gente. Pero también entendemos que hay esas maniobras que usted señala. Nosotros no las patrocinamos. Pero les decimos a las personas que entran en esas maniobras que no se les olvide que el voto es secreto y que allá, con su conciencia, en el momento de depositarlo o de marcar, son hombres libres.Aun en esas circunstancias excepcionales de presión que utilizan los gobiernos para decirle a las personas que tienen que votar contra su conciencia –porque ellos le dan el puesto, o el contrato, o la beca– que no se les olvide que el voto es secreto y como voto secreto, al momento de llegar a la urna, pueden ser personas libres. Confiamos entonces que aún aquellas personas que están sometidas a presiones puedan ellos plantear y lo decimos de la mejor manera, su voto con el voto en blanco frente a todas esas maniobras.
E.S. ¿O sea que el voto en blanco si vale la pena?
J.A.: Les decimos a todos los colombianos, a todos los colombianos libres, a los colombianos inclusive democráticos –muchos de los cuales han sido abstencionistas– que no se les olvide que por primera vez con un voto de más, de manera pacífica, sin necesidad de violencia, en dos días –el 9 de marzo y el 25 de mayo—en sólo dos días, podemos derrotar a la clase política con todos sus vicios de corrupción, con todos sus vicios de falta de soberanía, con todos sus vicios de explotación. No dejemos pasar esta oportunidad, antes de que nos cambien el instrumento; porque lo más probable es que en la próxima elección si no lo hacemos ahora pues entonces nos van a derogar la norma o nos van acabar el instrumento pacífico. Acompáñenos en el voto en blanco, porque el voto en blanco es el voto de la dignidad, para lograr –no dentro de cien años sino ya– un país mejor para usted, para sus hijos y para el futuro de los colombianos.
Jaime Araujo: “La Asamblea Constituyente no es todo, pero es el comienzo del todo”
ENTREVISTA