Herschel Grynszpan asesinó a un funcionario nazi en la embajada alemanaen París el 7 de noviembre de 1938. En este artículo, aparecido por primeravez en la publicación estadounidense Socialist Appeal el 14 de febrero de 1939,Trotsky se solidariza con el heroísmo personal de Grynszpan, a la vez que señalala inutilidad de su acción.
Resulta claro para cualquiera que posea siquiera mínimos conocimientos de historia política, que la política de los pandilleros fascistas provoca, abierta y a veces deliberadamente, actos terroristas. Lo más asombroso es que hasta ahora haya habido un solo Grynszpan. Indudablemente esos actos proliferarán.
Los marxistas consideramos que la táctica del terrorismo individual es inconveniente para la lucha liberadora, tanto del proletariado como de las nacionalidades oprimidas. Un héroe aislado no puede reemplazar a las masas. Pero comprendemos con toda claridad la inevitabilidad de semejantes actos de desesperación y venganza. Todas nuestras emociones, nuestra simpatía están con los sacrificados vengadores, aunque ellos hayan sido incapaces de descubrir el camino correcto. Nuestra simpatía es mayor porque Grynszpan no era un militante político sino un joven inexperto, casi un muchacho, cuyo único consejero fue la indignación. ¡Arrancar a Grynszpan de las manos de la justicia capitalista, capaz de decapitarlo para servir a la diplomacia capitalista, es la tarea elemental, inmediata, de la clase obrera internacional!
Tanto más repugnante en su policíaca estupidez e inconfesable violencia es la campaña contra Grynszpan de la prensa stalinista internacional, bajo las órdenes del Kremlin. Tratan de pintarlo como agente de los nazis. Al meter en una bolsa al provocador y a su víctima, los stalinistas atribuyen a Grynszpan la intención de crearle a Hitler un pretexto para sus pogromos. ¿Qué puede decirse de estos "periodistas" venales a quienes ya no les queda vestigio de pudor? Desde el inicio del movimiento socialista la burguesía a atribuido toda muestra violenta de indignación, sobre todos los actos terroristas, a la influencia degeneradora del marxismo. Aquí como en otros campos, los stalinistas han heredado las tradicionesmas sucias de la reacción. La Cuarta Internacional [5] puede enorgullecerse con toda razón de que la escoria reaccionaria, incluido el stalinismo, vincule a la Cuarta Internacional toda acción y protesta audaz, todo estallido de indignación, todo golpe dirigido contra los verdugos.
Así ocurría con la Internacional de Marx en su momento. La solidaridad moral nos une, desde luego, a Grynszpan, no a sus carceleros "democráticos" ni a los calumniadores stalinistas que necesitan el cadáver de Grynszpan para apuntalar, aunque sólo sea parcial e indirectamente, los veredictos de la Justicia moscovita. La diplomaciadel Kremlin, degenerada hasta la médula, trata al mismo tiempo de utilizar este incidente "feliz" para renovar sus maquinaciones tendientes a lograr un acuerdo internacional entre varios gobiernos, incluidos los de Hitler y Mussolini, para la extradición mutua de terroristas. ¡Cuidad maestros del engaño! La aplicaciónde semejantes ley requerirá la entrega de Stalin a por lo menos una docena de gobiernos extranjeros.
Los stalinistas gritan en los oídos de la policía que Grynszpan asistía a reuniones "trotskistas". Lo cual desgraciadamente, no es cierto. Por que si se hubiese acercado a la Cuarta Internacional habría descubierto una válvula distinta y más efectiva para su energía revolucionaria. Personas capaces de clamar contra la injusticia y la brutalidad, las hay a montones. Pero aquéllos que, como Grynszpan, son capaces también de actuar, hasta el punto de sacrificar sus vidas si es necesario, son la preciosa levadura de la humanidad.
En el sentido moral, aunque no por su forma de actuar, Grynszpan puede servir de modelo para todo joven revolucionario. Nuestra sincera solidaridad moral con Grynszpan nos otorga el derecho de decirles a todos los futuros grinszpans; a todos aquellos capaces de sacrificarse en la lucha contra el despotismo y la bestialidad: ¡Buscad otro camino! No es el gran vengador sino sólo el gran movimiento revolucionario de masas el que puede liberar a los oprimidos, movimiento que no dejará vestigios de la estructura de explotación de clase, opresión nacional y persecución racial. Los crímenes sin precedentes del fascismo crean un deseo de venganza totalmente justificable. Pero es tan monstruosa la envergadura de estos crímenes, que no puede satisfacerse este deseo mediante el asesinato de burócratas fascistas aislados. Para ello es necesario poner en movimiento a millones, decenas y centenas de millones de oprimidos de todo el mundo y conducirlos al asalto de las fortalezas de la vieja sociedad. Sólo el derrocamiento de toda forma de esclavitud, solo la destrucción total del fascismo, sólo los pueblos juzgando implacablemente a los bandidos y matones contemporáneos pueden dar una verdadera satisfacción a la indignación popular. Esta es precisamente la tarea que ha asumido la Cuarta Internacional. Limpiará el movimiento obrero de la plaga del stalinismo. Reunirá en sus filas a la heroica generación juvenil. Abrirá el camino a un futuro más digno y humano.