El método de lucha de la clase obrera

A propósito del Encuentro de Sindicatos Clasistas

La derrota a la lucha de los petroleros de Puerto Gaitán fue un ejemplo del burocratismo de la USO.

La recuperación de los principios va de la mano de la recuperación de los métodos de lucha de la clase obrera basados en la acción directa y organizada, el respeto absoluto por las posiciones políticas y sindicales minoritarias que se expresen a su interior.
La recuperación de los principios va de la mano de la recuperación de los métodos de lucha de la clase obrera basados en la acción directa y organizada, el respeto absoluto por las posiciones políticas y sindicales minoritarias que se expresen a su interior.

El burocratismo, negación de la democracia obrera
El primer problema es el relacionado con el burocratismo y sus métodos. El burocratismo es, de hecho, aliado de la patronal dentro del movimiento obrero. Los dirigentes burocratizados no creen en la acción colectiva y organizada de la clase obrera, creen en sus gestiones por arriba ante el empresario o el gobierno. La movilización y la lucha cuestionan su dominio y control sobre los aparatos sindicales y sobre los trabajadores. El burocratismo expresa en último término una actitud conservadora y situaciones de privilegio ante los trabajadores, por eso casi siempre refleja a los sectores mejor pagos de la clase, a los sectores más integrados al capitalismo; siempre está ligado a las cooperativas, los fondos de empleados, los fondos de pensiones, a los viajes internacionales, a los puestos de “representación” de los trabajadores en los organismos del Estado y se concretan en dirigentes que llevan años sin trabajar, que siempre están en permisos sindicales permanentes y que se jubilan en los puestos directivos de los sindicatos y de las centrales.

El guerrillerismo, pariente cercano del burocratismo
Otro problema relacionado con el método es el del guerrillerismo. Así exprese la indignación y el odio que generan la explotación, la opresión política y las injusticias aberrantes que se llevan a cabo en el país, así hagan parte del campo de los luchadores populares contra el régimen, su programa y su política no es anticapitalista sino reformista (paz con justicia social) y sus métodos basados en los atentados terroristas, su accionar sin ninguna consulta con los trabajadores y las masas, no se corresponde con el movimiento obrero.
A su estrategia basada en los atentados y las acciones descolgadas del movimiento obrero y de su grado de organización y politización, oponemos la movilización directa, la organización de los trabajadores, su autodefensa. La metodología guerrillera niega de plano la democracia; no confía en la acción colectiva y organizada de la clase obrera. Durante muchos años, el movimiento guerrillero ha puesto al movimiento obrero y sus luchas al servicio de su política y su accionar. Esto ha contribuido a la desorganización y despolitización de los trabajadores. Su preocupación central no es cómo ayudar a movilizar las masas trabajadoras. Cada vez con mayor frecuencia tiende a las acciones aisladas que desorganizan más a las masas que al gobierno burgués. Como lo ha comprobado una y mil veces la lucha de clases, “sin los obreros, todas las bombas serían a todas luces impotentes”.
Por fuera de la clase obrera no hay salvación y toda la acción se debe dirigir a ayudarle a politizarse, organizarse y a que pueda jugar el rol de dirección sobre el conjunto de los explotados. Los métodos burocrático y guerrillero se tocan y coinciden en un punto: su carácter antidemocrático. Son en la práctica la negación de la democracia obrera. Contra estas metodologías, la clase obrera tiene que recuperar su propia movilización, organización y dotarse de los mecanismos eficaces para tomar las decisiones democráticas.

Clase obrera y pacifismo
El método de lucha de la clase obrera no es pacifista. Parte de reconocer que el imperialismo y la burguesía (y la colombiana con creces) no se contentan con el ejército, la policía y los organismos secretos legales; siempre organizan o toleran que se establezcan bandas privadas armadas para que completen el trabajo de los organismos oficiales de represión y para que hagan las veces de rompehuelgas. Esta ha sido y seguirá siendo la práctica de las burguesías de los Estados Unidos, de Europa y de los países semicoloniales.
Desde principios del siglo XX cuando el capitalismo y sus regímenes democráticos (parlamento, partidos, etc.) entraron en crisis política, la burguesía acude a todos los métodos posibles para mantener la explotación y la dominación: guerras de rapiña, contrarrevolución armada, bandas paramilitares, etc.
La respuesta a esta política y a este procedimiento burgués no puede ser el atentado terrorista y la acción individual. Tampoco puede ser el pacifismo. La respuesta no puede ser otra que la movilización colectiva, organizada y, como parte orgánica de éstas, acciones colectivas; en casos de extrema necesidad la clase obrera y los trabajadores pueden organizar los piquetes y grupos de autodefensa de la clase obrera, supeditados a las decisiones colectivas de los trabajadores. Sólo destacamentos de obreros bien entrenados, que dispongan de los medios necesarios y que sientan detrás de ellos el respaldo de miles y miles de trabajadores, se pueden oponer con éxito a las bandas paramilitares, detener los asesinatos y desapariciones. La respuesta a los matones y asesinos a sueldo tiene que partir del propio movimiento obrero, de las masas y responder siempre a la experiencia de ellas misma.