El derecho a la participación política: la principal lucha electoral

El voto en blanco, ante la falta de garantías para presentar candidatos comprometidos con los intereses de los trabajadores.

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Y en la izquierda, el Movimiento Progresista de Petro y Navarro firma un acuerdo con el Partido Verde que agrupa a reconocidos promotores de las privatizaciones y el neoliberalismo como son los seguidores de Mockus y Peñalosa y a santistas como Lucho Garzón. Por su parte el Polo Democrático, guiado por el MOIR y sectores del liberalismo encabezados por Clara López, tiene a la mitad de sus congresistas en el Progresismo y a dos de ellos comprometidos con la Marcha Patriótica.

Los excluídos
Pero todos estos sectores hablan de unidad ante la cercanía de las elecciones parlamentarias y presidenciales en 2014. La razón: el régimen político en Colombia no permite la participación de fuerzas políticas sino de empresas electorales. Lo que no es un problema para la derecha ni para la izquierda del Polo Democrático y de la nueva Alianza Verde, pero sí para los partidos y movimientos que defienden un programa político por encima de los cálculos electorales.
Por ello, si en Colombia 50 o 100 personas deciden organizarse y participar en las elecciones no pueden inscribir su candidatura e iniciar una campaña promoviendo sus ideas sino que se ven obligados en principio a recolectar casi medio millón de firmas. Y si las llegaran a recoger, el Congreso de la República cada vez aumenta más el umbral electoral para poder acceder a una curul.

La amenaza del umbral
Este es el resultado de la Constitución de 1991 que restringió la participación política con el apoyo incluso de partidos como el Polo Democrático Alternativo, que ahora se siente amenazados por el umbral. Y la tendencia es a continuar aumentando los mínimos de votación, buscando eliminar y restringir en esa forma cualquier clase de actividad política de partidos que no representen directamente los intereses de la burguesía y los terratenientes.
Por tanto, la principal lucha electoral que debemos dar los trabajadores y los sectores populares es la lucha el derecho a la participación política de todas las fuerzas pues un régimen como el actual está destinado a que los procesos de unidad no se hagan con base en acuerdos programáticos sino de intereses electorales para cumplir el umbral.

Restricción sin razón
Los defensores del actual régimen político –tanto en la izquierda como en la derecha– lo consideran moderno y organizado y aspiran a tener partidos fuertes, también dicen que con el umbral se garantiza que no proliferen partidos de ‘garaje’. Pero la realidad es distinta pues los sectores mafiosos y paramilitares que no han sido aceptados en los partidos tradiciones de la burguesía, no han tenido ninguna dificultad en obtener sus personerías jurídicas a través su accionar criminal y de la apropiación de los recursos públicos.
Hoy la llamada unidad de la izquierda está presionada por un umbral que aumentaría al 3% para el año entrante y que pone en peligro la presencia parlamentaria del Polo Democrático y los Progresistas e incluso la eventual participación de la Unión patriótica y un proceso de paz en el que se pueden definir nuevas reglas de juego para la participación política de la insurgencia, presionan a la izquierda a volver a hablar de unidad.

Y en los sindicatos también
Igual situación sucede en las organizaciones de masas, en la que las organizaciones políticas de ‘izquierda’ han restringido la participación de las minorías a través de los privilegios con los que cuentan los miembros de juntas directivas para su reelección o para designar su remplazo (con permisos sindicales permanentes durante los períodos electorales, sobresueldos, control sobre las cooperativas) y a través de fraudes electorales, como sucedió en la pasada elección de la Federación Nacional de Educadores, FECODE, y la Central Unitaria de trabajadores, CUT.
Entonces nos preguntamos: ¿Cómo podemos exigir al régimen garantías democráticas si ni siquiera las tenemos en las organizaciones de los trabajadores, estudiantes y campesinos?

El embrujo unitario
Por ello, cuando el congresistas Iván Cepeda, el líder indígena Feliciano Valencia e incluso reconocidos defensores del régimen político como Antonio Navarro, llaman a la unidad más allá de la izquierda debemos nosotros hemos invitado a no caer en el ‘embrujo unitario’.
La unidad no puede ser resultado de la presión electoral de mantener unas curules y unos contratos. Es necesario definir si la unidad es entre los trabajadores, campesinos y sectores populares para destruir el actual sistema capitalista o si la unidad es con sectores ‘democráticos’ para reformar el ‘modelo’ neoliberal.
La realidad nos muestra que ni el Polo Democrático ni el Movimiento Progresista representan esa unidad para luchar contra el capitalismo. Entonces ¿por qué debemos elegir entre el pobre menú político que nos da el régimen?

Garantías para las minorías
Insistimos, la primera lucha electoral que debemos dar es por el derecho a la participación política. Pongamos el ejemplo de Argentina, a pesar de que es un régimen cada vez más restringido, todavía existe la posibilidad de participar en una primera vuelta diseñada para que pasen los partidos minoritarios a las elecciones parlamentarias, pero allá el Frente de Izquierda y los Trabajadores –sin alianzas con sectores ‘democráticos’ de la burguesía– obtuvo casi un millón de votos que triplicaron las expectativas y ahora se acerca a unas elecciones en las que se espera supere esta votación y obtenga una presencia parlamentaria.
Por lo anterior, hacemos un llamado a todas las fuerzas políticas y sociales que no estén dispuestas a elegir entre las personerías jurídicas actuales a luchar por el derecho a la participación política, que no será ganado en negociaciones de paz sino con la movilización.
Ya se han dado experiencias en las que las masas se han resistido al menú que les presenta el régimen y se han expresado a través del voto en blanco, incluso en las elecciones a la CUT y FECODE los trabajadores y los maestros lo han usado como protesta contra la falta de democracia al interior de sus organizaciones gremiales.