“No necesitamos su presencia porque la guerrilla no nos trae tranquilidad; ustedes atacan a la población civil; ustedes irrespetan nuestra autoridad y nuestra justicia. No ayudan a la autonomía: todo lo que tenemos en gobierno propio lo hemos hecho nosotros y nosotras. Los pueblos indígenas hemos dado pruebas de poder construir nuestros propios sistemas económico, educativo, judicial y de salud. La guerrilla no nos protege de los atropellos de la fuerza pública; cuando llega el Ejército los guerrilleros se van y se cuidan entre ellos. Tampoco impiden que lleguen las transnacionales; para conseguir los recursos que sostengan su ejército, hacen acuerdos con ellas.” (Declaración de los indígenas de Toribio a las FARC, julio 18 de 2012)
La caída de la reforma constitucional a la Justicia y el alzamiento de los pueblos indígenas de Cauca, exigiendo la salida tanto del Ejército como de las FARC de su territorio signan en gran medida la presente coyuntura política del país. La primera se quedó en la superestructura de la sociedad colombiana. No se tensionaron las fuerzas en la lucha directa de las masas. La segunda, por el contrario, cobra vida en el terreno de la lucha de clases.
El pueblo indígena nasa, en el norte del Cauca, está librando una lucha de carácter democrático-revolucionario. Están enfrentando al Estado-burgués. Reivindican el derecho como pueblo a su libre autodeterminación. En eso estriba en esencia el carácter del movimiento que está desarrollando. Al considerar como única autoridad administrativa la ACIN y a la guardia indígena como única fuerza que garantiza la defensa de su territorio chocan objetivamente contra el estado burgués colombiano. Esa es la esencia y trascendencia del ultimátum que le dieron no solo a la fuerza pública, sino también a las FARC, donde señalan: “Como hemos dicho siempre, y formalmente a ustedes desde la Declaración de Vitoncó, en 1985: No aceptamos sus fuerzas guerrilleras en nuestros territorios. No las queremos y no las necesitamos”.
“No queremos la presencia guerrillera —ni de ningún ejército— porque estos territorios son nuestros desde tiempos inmemoriales. Si hoy están dentro de la República de Colombia es porque desde la conquista española nos las han venido robando.” Este es el aspecto estratégico fundamental de su programa; además de otras múltiples reivindicaciones por las que los indígenas han luchado durante décadas. Este aspecto programático es parte del programa de la revolución social y sólo ella podrá garantizarlo plenamente. De la revolución que destruya y haga añicos al régimen de la gran propiedad privada.
La clase obrera colombiana debe entrar en escena para brindarle a los indígenas en su conjunto la solidaridad y el apoyo que se requiere. Por tanto, desde abajo es imprescindible desarrollar un movimiento que rompa con las políticas burocráticas que las altas direcciones sindicales agencian. En esto pueden jugar un papel muy importante las nuevas generaciones de proletarios precarizados. Entre múltiples iniciativas podría pensarse en la realización de un encuentro obrero y popular con ese objetivo preciso: respaldar las exigencias indígenas; con el propósito de no permitir que la gran gesta revolucionaria de los indígenas del Cauca termine sumergida en múltiples negociaciones como las que actualmente intenta el gobierno de Santos, reacomodándose ante el enorme golpe político e ideológico que significó el desmantelamiento de los campamentos militares por centenares de indígenas absolutamente desarmados.
El proceso de acumulación de fuerzas, a favor de la revolución, se fortalece en la medida en que se unifiquen las luchas de los distintos sectores de la clase trabajadora en su conjunto. Articular, coordinar y unificar los diversos conflictos, como en el caso actual el de los indígenas y campesinos del Cauca, quienes libran una lucha directa contra el establecimiento burgués en procura de conquistar una tarea democrática revolucionaria es de fundamental importancia.
Durante el pasado gobierno de Álvaro Uribe, ante la minga indígena, expresábamos desde el PST: “(...).La cohesión de los pueblos indígenas en torno a la defensa de la propiedad colectiva de la tierra, y el rescate de la autonomía política y cultural, es un ejemplo para las demás luchas, en particular la de los campesinos desplazados por la violencia paramilitar y estatal. Uribe ha intentado también desprestigiar este movimiento señalándolo como dirigido por la guerrilla, para justificar el asesinato de manifestantes desarmados a manos de la policía.” (El Socialista No 634, editorial)
Al igual que en aquella coyuntura —la minga indígena durante el gobierno de Álvaro Uribe–, hoy en día el gobierno de Juan Manuel Santos, saca a relucir los mismos argumentos, calificando a las luchas actuales de los indígenas del Cauca como infiltradas por las FARC. Trata de este modo de judicializar e incriminar penalmente, a través de la Fiscalía, la esencia de esta magna lucha. Y al mismo tiempo para justificar el uso de la fuerza material de todo el Estado represor. Nada más discordante con la propia realidad cuando las propias organizaciones indígenas rechazan también públicamente y con actos la presencia guerrillera.
Los pueblos indígenas históricamente han dado ejemplo de templanza y disciplina revolucionaria en los procesos de la lucha de clases. Al igual que el campesinado pobre, luchan por el problema de la tierra. El problema agrario, así como el problema de las nacionalidades, son tareas democráticas, las cuales, solo serán resueltas por la revolución socialista.