Cuba: el socialismo es saludable

Hasta los más acérrimos enemigos de la revolución socialista se ven obligados a reconocer los extraordinarios logros que obtuvo el pueblo cubano en el terreno de la salud. Después de derrocada la dictadura de Batista, expropiadas las empresas transnacionales y estatizados los principales medios de producción –en particular la tierra– el Estado dio prioridad a la alimentación, la educación y la atención sanitaria.
Se garantizó una canasta alimentaria básica, en la que se privilegiaba el acceso de los niños a nutrientes fundamentales en sus primeros años y, a pesar de las restricciones de la economía, la libreta de racionamiento le permitía a toda familia cubana un consumo mínimo.
La democratización de la educación facilitó la formación y ejercicio de su profesión a decenas de miles de médicos, lo que permitió el avance de la cultura de la prevención, al extremo de generalizarse el “médico de familia” (se llegó a supervisar el estado de salud directamente en los hogares). Un logro que ningún país latinoamericano ha obtenido.
También se avanzó sustancialmente en la investigación en salud y en la propia farmacología. Este avance social le ha permitido al Estado cubano atraer a pacientes de muchas partes del mundo que van a la isla a buscar atención médica y son fuente de divisas.
Lamentablemente el grave estancamiento de la economía, el restablecimiento de relaciones capitalistas de producción y distribución y la ausencia de libertades políticas ponen hoy en peligro estas conquistas. En los años recientes el régimen ha utilizado los avances en el sector salud como material de exportación, enviando a centenares de médicos a otros países, como Venezuela, con un doble objetivo: hacer un canje por petróleo subsidiado, recibir divisas por los salarios miserables que esos médicos reciben en el extranjero y mitigar la presión social que los profesionales ejercen en la isla exigiendo un reconocimiento social a su formación y mejores condiciones de vida, pues los burócratas del Partido Comunista sin méritos académicos gozan de privilegios económicos y acceden a niveles de consumo que se niegan a la mayoría de la población.
No obstante eso, la revolución socialista (al igual que ocurrió en un pasado no tan lejano en la URSS, China y Europa del Este) mostró durante muchos años sus virtudes en Cuba, con las conquistas del sector salud y la mejora en la expectativa de vida de toda la población.