“Toda una clase se alzó desde el fondo de su existencia [asalariada, anónima, miserable, superflua] e interrumpió [como actor y protagonista social] en el santuario más sagrado, la política, considerada hasta entonces como derecho exclusivo [o mayorazgo] de las clases poseedoras. Día a día, la prensa socialista -teórica, política, sindical- revisa [con el filo científico-racional implacable y radical de su crítica] los valores burgueses, tanto los grandes como los pequeños, desde la óptica de un mundo nuevo [posible]; no hay cuestión alguna [o vedada] de la vida social (matrimonio, familia, educación, escuela, iglesia, ejército, patriotismo, sanidad pública, prostitución [y sexualidad, medio ambiente, etc]) sobre la que el socialismo no haya enfrentado [u opuesto] sus concepciones a las concepciones de la sociedad burguesa [actual]” León Trotsky, 1910, (Trotsky, 1968, pág. 181).
“¿Y adónde conduce esa manera superficial y antimarxista de tratar el problema? A que el problema sexual y el matrimonio no se enfoquen como una parte del gran problema social [de la estructura capitalista], sino, por el contrario, éste, el gran problema social, como una parte, como un apéndice de los problemas sexuales. Lo principal se convierte en lo accesorio. Y esto no sólo siembra la confusión en estos problemas, sino que empeña los pensamientos, la conciencia de clase de las proletarias, en general…No basta con reformar las relaciones sexuales y el matrimonio en un sentido burgués. Es una revolución sexual y matrimonial la que se prepara, como corresponde a la revolución proletaria” V.I. Lenin, 1920, (Zetkin, 1920).
En los inicios del Nuevo Milenio en el que nos encontramos, gracias al colosal auge de las TIC y a la permanente revolución informática de las redes digitales en el capitalismo “tardío” (es decir, en la fase imperialista avanzada del capital monopolista), la industria cultural del porno ha ganado una potente difusión a nivel mundial y ha estado en permanente innovación en materia de consumo sexual de las masas con nuevos productos y servicios, en esta ocasión, con los nuevos juguetes eróticos (o sexuales).
En este escrito nos centraremos en el reciente y novísimo juguete erótico, el Twerking Butt, por ello nuestro propósito será analizar críticamente el video comercial de promoción del juguete ciber sexual “Twerking Butt” (2015) y el producto como tal desde una óptica marxista revolucionaria, una polémica marxista sobre la sexualidad (a propósito del epígrafe de nuestros maestros, Trotsky y Lenin) cuya excusa es el susodicho juguetico, indagando la ideología de género y valores que este reproduce en los consumidores de la cultura pornográfica, el público masculino y las sociedades democrático-burguesas de países semicoloniales como Colombia y los países del Sur, así como países imperialistas, como los Estados Unidos de América.
En ese sentido, buscaremos sustentar una postura marxista revolucionaria según la cual en este video-producto en particular, auspiciado por la mega empresa Pornhub, una de las más famosas del mundo, reproduce una ideología de género de corte machista y naturalizada, sustentada en una violencia simbólica traducida en la reificación del cuerpo de las mujeres así como en una alienación cultural de la vida sexual masculina y los consumidores, ambas funcionales a las lógicas machistas inmanentes de opresión de género y de reproducción ideológica del sistema productivo de explotación capitalista del siglo XXI.
Dicho esto, el orden en el cual procederemos será el siguiente: en un primer momento, meramente descriptivo, presentaremos el producto Twerking Butt, sus características, su video promocional y entorno social, reseñandolo de manera lo más objetiva e imparcial (de la “cosa-producto”), como una descripción de la realidad objetiva social; adicional a ello, presentaremos un registro de primeras impresiones y opiniones de 6 estudiantes universitarios colombianos y trabajadores colombianos, a modo de ejemplo, para ilustrar las dos posturas ideológicas generales (“liberal normalizadora” y “problematizadora crítica”) que en el seno de la opinión pública y las masas obreras y populares del mundo hay sobre dicho juguete sexual, la industria cultural del porno y su significado.
En un segundo momento, de índole más analítica, intentaremos mirar los componentes ideológicos del Twerking Butt, a la luz de algunos postulados del paradigma del feminismo proletario o socialista (marxista)[1], es decir, de la aplicación dialéctica del marxismo revolucionario, en asuntos de la mujer y de la sexualidad humana en general, dentro de los debates de los llamados “Estudios Sociales de la Cultura”[2].
En este orden de ideas, daremos un breve cierre, sintetizando nuestra postura problematizadora de corte revolucionario y los problemas socioculturales a los que se deben responder la izquierda y la clase obrera, sus organizaciones sociales y políticas, contrastando con la ideología normalizadora y dominante de índole liberal inicial, su sustento visible en el video comercial del Twerking Butt, promovida por el aparato ideológico pornográfico y estatal, con el apoyo de millones de consumidores y personas alienadas, con sus respectivos legitimadores liberales en las esferas sociales y gubernamentales, de la sociedad estadounidense, pero también de otras sociedades democrático-burguesas semicoloniales y distintas, como lo son la conversadora y católica Colombia, nuestro País del Sagrado Corazón.
“Pornhub”, el portal de videos de pornografía catalogado como el sitio web porno más visitado en toda la Tierra, debido a la afluencia de visitas diarias de millones de cibernautas, jóvenes y adultos, mujeres y hombres, de todas las clases, muchos de ellos de América Latina, cuyos propietarios son el conglomerado capitalista multinacional Mindgeek, el cual cuenta con más de 1000 trabajadores, sacó en julio de 2015 al mercado del sexo y la “cultura porno”, un nuevo juguete erótico que ha generado controversia social e hilaridad entre la opinión pública: el “Twerking Butt”.
El Twerking Butt (que en español puede traducirse “baile del culo”, “trasero en movimiento”, “culo perreando”, con un tono más criollo) es un ciberjuguete sexual que consta de un par de nalgas abultadas en posición inclinada con orificios sexuales femeninos (ano y vagina).
Estas posaderas sintéticas están basadas en la tecnología avanzada y costosa del “Ciberskin” que imita la sensación del piel humana y femenina real, además del calor corporal humano, ya que cuenta con un sistema térmico de 37 grados que puede ser manejado por una app digital (para IOS y Android) de cualquier teléfono celular Smartphone, o bien con un control remoto y música de ambientación, esto con el fin experimentar una mejor sensación interna del acto de penetración sexual directo, eyaculación interna y de una masturbación placentera, para lo cual el juguete incluye un visor VR-3D para ver videos porno, mientras se acarician las nalgas.
Como decíamos, este juguete consta de un orificio de la vagina y los glúteos que vibran y hacen una serie de movimientos cinéticos y pulsaciones semejantes al tipo del baile erótico “Twerking” (popularizado por la artista de pop Miley Cyrus y las bailarinas de Reggaetón), como comúnmente se le conoce entre el público latino, el “perreo”.
Según nos cuenta la empresa PornHub, el Twerking Hub está fabricado/hecho para los hombres (solitarios o amantes de la cultura porno) que quieran experimenten una verdadera “ciberpasión” lo más cercana a la realidad fisiológica del acto sexual, por eso se le llama Twerking robot, porque es un precedente muy real a la fantasía sexual de la Inteligencia Artificial (IA, i.e. el futuro realbotix): la de poder tener relaciones sexuales con robots miméticos humanos, sean estos mujeres u hombres (Bellucci, 2015).
El precio de este juguete oscila entre los 699 a 999 dólares americanos, entre dos y tres millones de pesos colombianos, según una versión clásica o de lujo (con los 7 accesorios: lubricante, control remoto, visor, etc) del Twerking Butt, si bien con descuentos y promociones (Editorial, 2015), aunque carecemos de datos sobre el nivel de ventas que ha tenido el producto, miles de cibernautas están cautivados con este.
En menos de dos meses a partir de su lanzamiento, el video comercial de Twerking Butt ha tenido más de 1 millón y medio de visitas (en constante aumento) en el canal masivo de videos de YouTube[3] (con acceso restringido, es decir, sólo para mayores de edad, según la nacionalidad), donde proliferan variados comentarios positivos de posibles compradores del juguete y cibernautas en general, de tinte más negativo.
El video promocional dura dos 2 minutos y siete segundos, y está pensado como un formato audiovisual de un género de comedia y de lo risible, con ambiente científico en I + D y espacios sociales comunes de uso de este juguete. En este sentido, la narrativa comercial opera en el siguiente orden temporal y procesos:
Primero, se muestra a un grupo de científicos, adscritos a Pornhub quienes están desarrollando un programa secreto, haciendo una serie de experimentos en un laboratorio con las mejores colas de modelos, sus texturas y movimientos, con varias pruebas con nalgadas, para finalmente crear un nuevo trasero robótico (“a revolucionary product”).
Segundo, el video discurre en momentos cómicos al espectador/audiencia, pues se muestra la experiencia de un grupo de clientes o consumidores del producto, los cuales en distintas situaciones usan el juguete:
Desde dos jóvenes de unos 23 o 25 años que le dan palmadas a las nalgas sintéticas mientras se divierten jugando video games; de un hombre casado recurriendo a la masturbación en su cama marital y es descubierto por su esposa, la cual que en principio cree que se trata de un acto de infidelidad, de adulterio, pero después se tranquiliza al saber que está usando un juguete sexual; de un friki con la cultura porno digital, es decir, un consumidor que tiene puestos los visores 3D y busca un estimulación sexual, manifestando verbalmente el placer que siente mientras toca las nalgas; finalmente, de dos hombres que están solos en un campamento, en viaje de cammping, lejos de la ciudad y sin mujeres, pero tienen la oportunidad y el regalo de acariciar las nalgas e introducir los dedos en los genitales del Twerking Butt, con placer.
Para culminar, se da un cierre al video con la ambientación de música bailable techno pop, modelos y científicos bailando de son a son mientras el producto se muestra simultáneamente, como parte de la fiesta vivencial del laboratorio del Pornhub.
La publicidad comercial del Twerking Butt, como bien señala el encabezado del Diario 26 de Argentina y los mass media de América Latina (en Colombia, Blu Radio, del Grupo empresarial Santo Domingo, lo reseñó[4]), así como los medios de comunicación de masas norteamericanos, han generado una controversia social y posiciones diversas, en sectores religiosos, feministas e izquierdistas, cibersexuales, empresariales, gubernamentales y mediáticos, sociales o de audiencias policlasistas, en fin, de diversos sectores sociales de clase en general.
Para ilustrar las posiciones más polarizadas y generales, así como un análisis crítico de la ideología de género que transmite y reproduce el video, compartimos unos comentarios vía redes sociales[5] que hicimos a 6 estudiantes anónimos universitarios y trabajadores de Colombia, basados en la pregunta base: “¿Cuál es su opinión personal sobre el video de Twerking Butt?”. Las respuestas las podemos sintetizar de la siguiente manera:
Los 2 estudiantes y trabajadores hombres de Ingeniera Civil y Técnico en Sistemas, del SENA y de la Universidad Piloto, más un Psicólogo egresado de esa misma institución y actual trabajador independiente, señalaron que les pareció muy chistoso y normal el video, sin ningún misterio o cuestión que haya que repudiar o criticar, pues sencillamente son juguetes eróticos de consumo cultural como cualquier otro para el que lo desee usar (como las muñecas inflables).
Si bien –dicen ellos– el comercial iba dirigido a un público masculino, también habían juguetes sexuales para mujeres heterosexuales (los “consoladores” y otros accesorios sexuales), por lo que no lo hacía algo machista o discriminatorio, si aplicábamos este criterio de analogía. Incluso se podría hacer unas nalgas de hombre para mujeres libidinosas, aplicando un criterio de igualdad de placer, tras el uso de juguetes sexuales y el porno. En suma, era sólo un juguete sexual de unas nalgas, una actividad comercial legal como cualquier otra (como las tiendas de Sex Shop´s o las empresas especializadas de la industria), más no un acto delictivo-ilegal, de violencia contra las mujeres, penalizada por el Estado, pues cada uno es libre de usar estos juguetes y promocionarlos en el mercado, o bien abstenerse de comprarlos, sin hacer mal a nadie.
Esta postura normalizadora (o estándar) es dominante ideológicamente entre el público norteamericano y en una basta masa popular y de trabajadores de todo el mundo, así como del nicho empresarial del comercio sexual, de la industrial cultural del porno, que para el 2014 registró 18 billones (o lo que es lo mismo, 13.000 visitas por minuto) de acceso virtual en todo el mundo y continentes a portales como PornHub (Redacción, 2015), con especial énfasis en 5 países industrializados (US, UK, India, Canadá y Alemania), aunque también en el contexto latinoamericano y colombiano el consumo es medio y alto, ya que en el mundo son 250 millones los que consumen porno y la industria genera anualmente 60.000 millones de euros.
En resumen, la ideología normalizadora viene de los vendedores, compradores y consumidores de juguetes y de sex shops, videos y sitios, en general, de masas populares y obreras, sectores sociales liberales de la burguesía, la clase media y el proletariado frente a la sexualidad y la industria del porno en productos como el Twerking Butt.
Cambiando la perceptiva, los 3 estudiantes (dos hombres y una mujer) de Sociología, Artes Liberales y Arquitectura, de la Universidad del Rosario y la Universidad Nacional – Sede Medellín, concordaron en que el video si bien buscaba producir risa, era irrespetuoso y comunicaba un trato degradante implícito y subliminal con el cuerpo de las mujeres, a saber, su cola (o culo), de ser comercializado el cuerpo femenino, por lo que ayudaba a crear la imagen de la mujer reducida a un objeto de deseo sexual (mercancía), además, que en los hombres era como algo triste recurrir a estos juguetes en vez de conquistar a una mujer, etcétera, etcétera.
Esta posición problematizadora es usual entre varios círculos del Movimiento Feminista y sus diversas corrientes internas (pequeñoburguesas y obreras), del activismo de la Izquierda política mundial (reformista y revolucionaria), de sectores sociales avanzados, educados y alfabetizados (en ciencias sociales y a través de las luchas) de la clase obrera, la clase media y la burguesía, estudiantes o egresados, de igual modo, la Academia “crítica” de las instituciones de educación superior y media del mundo, así como de los Movimientos Sociales y de masas progresistas y Agrupaciones democráticas, ateas y seculares, Organizaciones de Derechos Humanos y ONG´s, entre otras, todos ellos, tienen una mirada problematizadora sobre la industria del porno y juguetes eróticos-exóticos como el Twerking Butt, si bien buena parte comparten una visión democrática y no mojigata sobre la sexualidad humana –por ejemplo, no rechazan in abstracto todos los juguetes sexuales, ni tienen tabúes conservadores frente a estos y otros temas relativos al sexo y su diversidad–.
Una excepción en el bando –aunque parezca lógico o paradójico– es el de la Iglesia Católica e iglesias religiosas globales, conservadoras, de corte más tradicionalista y ultramontano (en Colombia y los países sudamericanos catolizados, Estados Unidos, en países abiertamente confesionales, musulmanes y semicoloniales, de África y Asia), de muchos contingentes de masas obreras y populares y burguesas, religiosas y confesionales, quienes adoptan aparentemente “posiciones problematizadoras” claro que desde un punto de vista oportunista, diametralmente opuesto al de ellos, pues son reaccionarios ultramachistas, conservadores y de derecha, en tema de moral sexual.
Teniendo presente estas dos posturas fundamentales, a saber, la normalizadora y la problematizadora, junto al oportunismo clerical y de la derecha, a continuación, analizaremos el video comercial y publicidad del Twerking Butt, buscando desentrañar la ideología de género oculta tras o más allá del velo de la mera normalización y la problematización superficial, de sentido común, sobre un simple juguete sexual.
Un primer indicio que debemos preguntarnos los marxistas es ver “¿quién produce el video-producto Twerking Butt y qué intereses representa socialmente?”, la empresa Pornhub, la más grande de internet, que desde los planteamientos de Althousser –y otros–, podría analizarse del siguiente modo:
Aplicando la “metáfora de la tópica” (Althousser, 1974, pág. 20) partiríamos de la diferencia básica de la economía capitalista y su ideología, en términos singulares, el mercado sexual de Pornhub, incluido el Twerking Hub, sería parte de la infraestructura material, económica, del consumo capitalista y las redes virtuales, del proceso objetivo productivo y de comercialización, mientras que las ideas superestructurales sobre la “ciberpasión” y las “imágenes audiovisuales” del comercial, acerca de la sexualidad, su discurso, así como la cultura porno de una sociedad burguesa liberal como Estados Unidos, serían parte de la “supra estructura ideológica” (Althousser, 1974, pág. 19).
El video Twerking Butt, de Pornhub, podría hacer parte de los “AIE de la información” (virtual y del comercio-entretenimiento) (Althousser, 1974, pág. 30), un sector integrante de la “industria cultural”, diría la Teoría Crítica (de Frankfurt), porque son medios de difusión de videos porno, adicionalmente, de venta de juguetes sexuales y otros productos eróticos, que estarían en estrecha relación con los “AIE políticos y jurídicos”, es decir, del Congreso Federal y sus partidos liberales corporativos (Tea Party y Demócratas), las altas Cortes de los Estados Unidos, que permiten este tipo de propaganda comercial y juguetes eróticos circulen en canales de YouTube amparados por la Cláusula de Comercio de los U.S, por lo que habría una colaboración entre este conglomerado capitalista transnacional del Mindgeek y el gobierno imperialista de dicho país, por eso son Aparatos Ideológicos del Estado capitalista, o bien una Industria Cultural del entretenimiento para adultos del régimen capitalista existente.
Lo que permite la “reproducción de las relaciones de producción” (Althousser, 1974, pág. 12) de este sector comercial de la economía, no es la propia producción material de mercancía, su flujo, sino las ideas, más exactamente la ideología normalizadora, promovida por la industria y cultura porno, así como por la política liberal norteamericana, de tal modo que el Twerking Butt es una “mercancía” más en la circulación capitalista, un juguete sexual más, que no debe ser censurado ni prohibido, bajo una aparente legislación de los Estados liberales sustentados en el laissez faire y la flexibilidad en las libertades civiles de consumo y uso autónomo de juegos eróticos.
Esta ideología normalizadora, burguesa, permite la sostenibilidad de las ganancias de la empresa, de este sector de los servicios y productos, así como el machismo funcional y estructural del sistema capitalista, el cual sirve para los bajos salarios de las mujeres obreras y la extracción de plusvalía de millones de trabajadoras, los recortes sociales, la discriminación y los acosos sexuales y feminicidios, el no reconocimiento del trabajo doméstico (invisible) y el no cuestionamiento de la pornografía, sus elementos criminales y del reaccionarismo de la opresión de género y el reaccionario proxenetismo burgués, patronal, el trabajo de la prostitución, la pobreza y afluencia obrera a prostíbulos, trata de blancas y violencia sexual en las guerras imperialistas y conflictos, etc., cosas tan simples y simbólicas como un ciberjuguete sexual reproducen el imaginario social machista o machismo cultural (la ideología reproductora), indispensable para el funcionamiento productivo e institucional del sistema cultural y económico capitalista.
Un segundo indicio marxista, sería preguntarnos “¿qué tipo de hombre o consumidor podría (o suele) usar el Twerking Butt?”, si para Althousser el concepto de “ideología” consiste en las “representaciones de las relaciones imaginarias de los individuos [de las clases, sus sectores policlasistas] con sus condiciones reales de existencia” (Althousser, 1974, pág. 52), de igual modo, para la corriente partidaria, feminista obrera, la ideología de género, asignaría un tipo social de hombre consumidor o “masculinidad”, entonces podría verse primero que el público masculino al que está dirigido es a los cibernautas y frikis, de sectores de clase media urbana, debido al costo del juguete (2/3 millones) y a las relaciones y usos consumistas del internet que suele tener la pequeña burguesía, en relación al alto coste de vida en Estados Unidos, donde hay más de 40 millones de pobres y millones de obreros pobres, muchos de ellos inmigrantes (si bien sin denegar que existen muchas franjas sociales de nuestra clase obrera, en especial, la aristocracia obrera y los obreros rasos populares, las cuales entre su consumo cultural y menú variable según la crisis y el coste de vida, está el uso regular del internet y el consumo de porno, así como la costumbre regular de frecuentar los prostíbulos y tal, etc) bajo la promesa de una “ciberpasión” y de nuevas formas de experimentar placeres sexuales, con representaciones imaginarias, en cuanto al placer y la visión normalizadora sobre el susodicho juguete cibersexual.
Aquí podría fraguarse un aspecto de la alienación[6] (no tener conciencia de clase), ¿en qué medida se torna “alienante”? Primero, porque hay evidencias empíricas de que en ciudades industrializadas como Tokio, China y New York, las relaciones amorosas y sexuales reales tienden a reducirse ostensiblemente, por la jornada de trabajo capitalista y el ascenso social, lo cual aumenta el individualismo y consumismo y la substitución de la experiencia real por una virtual o no convencional, como bien lo señala el periodista Santiago Alba Rico del Diario Público de España (Rico, 2012), una “modernidad líquida” del amor virtual, diría el sociólogo burgués Zygmunt Bauman, haciendo que los hombres solitarios de estratos populares, medios y altos, busquen medios de satisfacción en juguetes eróticos como el Twerking Butt y afluyan a la cultura porno virtual.
Si bien en no todos los casos es así y muchas franjas de consumidores de estos juegos muestran aparentemente niveles normales de sociabilidad y posiciones progresistas sobre sexualidad sana con sus parejas y mujeres en la sociedad según las encuestas (sobre aborto, derechos laborales y civiles de las mujeres) realizadas a 25.000 personas en Estados Unidos que consumen porno hechas por el General Social Survey (Redacción, El Tiempo, 2015), lo cierto es que, esta masividad de productos sexuales de “sexo consigo mismo”, autoerotismo, porno hardcore y heteronormativo, sado patológico (en algunos casos) y machista, muestran las contradicciones culturales del sistema capitalista, tales como:
La alienación y sus manifestaciones de crisis moral de la sociedad burguesa contemporánea (pocas relaciones sociales con otros e individualismo enfermizo; razón instrumental del otro como objeto sexual, de explotación y opresión, para los propios intereses o fines; poco tiempo de recreación y sociabilidad tras los tiempos del trabajo asalariado; escapismo sexual y violento no consensuado; uso del tiempo libre y consumo excesivo-masivo de gadgets y tecnología virtual, geekismo extremo y frikismo extremo; adicciones a drogas legales e ilegales; ciberamor , trastornos sociales y psicológicos; aristocratismo de las costumbres sociales; apoliticismo y una cultura política reaccionaria, pro-burguesa, en aspectos de la vida social; catarsis y opios en las Iglesias, católicas, protestantes, musulmanes, budistas, etc, así como en prostíbulos y redes sexuales, raves y chemsex, swingers, etc), que impiden desigual y combinadamente que el público policlasista –de la clase obrera, la pequeña burguesía y la burguesía– o el género masculino y femenino en genérico humano de los países, tengan un amor-sexualidad compartida, democrática, libre y viva, emancipada, en suma, que haya una liberación (o revolución cualitativa) sexual revolucionaria en el capitalismo imperialista, sino todo lo contrario[7].
La alienación también se da porque impide a los hombres consumidores y público en general, en relación directa espontánea o neutral con la cultura porno, que gustan del Twerking o lo naturalizan, muchos provenientes de sectores populares y obreros, de las masas populares en general, tras cierta masificación (o “democratización” sumamente relativa y parcial, no tan abultada como lo plantean los demócratas burgueses) del uso del internet y comercialización del sexo (prostíbulos urbanos, para obreros embrutecidos y reventados por el trabajo), tener una conciencia avanzada y revolucionaria sobre la situación desigual y de opresión de las mujeres (en especial, las mujeres pobres y periféricas) y cómo la publicidad reproduce simbólicamente esto, además, de cómo la industria del porno y sus efectos negativos, coadyuvan un mercado de consumo sexual, bajo las reglas del capitalismo.
La alienación se ve en la normalización de estos canales de experimentación sexual y el machismo cultural inmanente de la clase obrera y los sectores populares, familias (incluidas las organizaciones de masas, como los sindicatos obreros, federaciones estudiantiles y organizaciones agrarias campesinas, y las organizaciones políticas, como los partidos de izquierda, de nosotros mismos), sin tomar en cuenta aspectos negativos tales como la violencia simbólica y sistémica que viven hoy por hoy millones de mujeres trabajadoras y hermanas en el mundo.
Un tercer indicio, que condense una postura socialista revolucionaria, se preguntaría, para saldar cuentas, por “¿cuál es el significado ideológico que tiene el video y el producto del juguete sexual singular del Twerking Butt en el entramado o nodos del sistema social capitalista?”, como vemos, tanto para Althousser como para las feministas marxistas, la “ideología” burguesa puede y de hecho la mayor parte de las veces opera de un modo no coercitivo, de fuerza física, como aparato “ideológico”, como una suerte violencia ideológica o “simbólica”.
Así pues, el video comercial de Twerking Butt muestra que el símbolo de las nalgas (“glúteos”) en varios escenarios, primero, cuando se les da palmadas, al alcance de la manipulación masculina del objeto, sus manos, o bajo la forma/posición en que estas están colocadas en posición inclinada-sumisa, lo mismo las modelos morenas (la piel libidinosa, latino-africana, periférica) haciendo el movimiento Twerking (que evoca los bailes eróticos-perreo de trabajadoras sexuales en los clubes nocturnos y prostíbulos capitalistas, a merced de los “billetes” del público masculino, imágenes aberrantes) y un tipo ideal de trasero femenino “abultado” como ideología comercial de la belleza femenina, diría Nick Morgan (Morgan, 2005, pág. 3), una pornificación, promueven una reificación sexuada de las mujeres (correlativa a la reificación burguesa del cuerpo-vida laboral de los obreros), como meros objetos sexuales, un proceso cosificado mediado por la reducción de la mujer a unas nalgas, en la que las continuas y burdas nalgadas al juguete son el signo simbólico de la violencia machista real, una acéfalización de la mujer, puesto que, como nos dice Jessie Blanco:
“En el aspecto de las imágenes de las mujeres que nos vende el sistema del mundo capitalista-patriarcal: la catira regional (una mujer sin cabeza) es la mujer deseable, en donde se muestra la fragmentación del cuerpo, reducido a algunas más deseables que otras (las nalgas y el busto en detrimento del rostro y los pies)…Por un lado y por el otro, a través de la violencia simbólica sexual convertida en bombardeo mediático del uso del cuerpo y de la imagen de la mujer, no sólo como objeto de consumo sexual sino reforzador del estereotipo que nos hace ver descabezadas (acéfalas)…sin pensamiento y sin rostros, cuerpos fragmentados, destacando senos y glúteos, libres de pensamientos y sobre todo de ideas” (Blanco, 2009, págs. 66 – 6)
Todo ello conlleva, de modo velado o abierto, pero visible, a formas de invisibilidad de la subjetividad y derechos de las mujeres, por su mera corporeidad y funcionalidad “natural” en juguetes sexuales como el Twerking Butt, que no obstante, reproduce y oculta el nivel de desigualdad de género y de clase, de las mujeres y trabajadoras.
A modo de conclusión provisional, podemos decir que la ideología de género del Twerking Butt se puede comprender críticamente si problematizamos el juguete sexual desde una moral revolucionaria –eso sí, sin comprometernos por ello ni con un puritanismo-ascetismo sexual, ni con una moral conservadora religiosa (monoteísta sobre todo) y derechosa inquisidora, pero tampoco con una moral ultraizquierdista pequeñoburguesa y libertina occidental, de tinte oportunista, o una moral stalinista[8] (pseudomarxista y oportunista)–, es decir:
Si vemos que este responde a un AIE cultural de la información y del comercio-entretenimiento, el Pornhub, el cual busca irradiar socialmente un encubrimiento ideológico normalizador, basado en la libertad de consumo y de la inocencia de un juguete sexual para uso personal, pero que en realidad se trata de una ideología capitalista del género, marcada tanto por una violencia simbólica de las nalgas y reificación de las mujeres con hondas repercusiones sociales, como por una alienación en el consumo y en la conciencia de los hombres y de clase, sobre la opresión de las mujeres y de una sexualidad emancipada, más allá de la tecnología capitalista avanzada (TIC´s, IA, I + D, WWW, etc, etc) y la industria cultural capitalista, sus nichos comerciales y visiones normalizadoras de reproducción sociocultural y económica en la era del imperialismo.
Como bien nos dice la publicidad del sexo y la tecnología capitalista contemporánea: “El futuro ha llegado”. No nos sorprendamos. Antes bien, los revolucionarios tenemos el deber de prever y analicemos los cambios de la realidad social material, de prepararnos, estar al son de los tiempos y a la altura del enemigo de clase, sus armas alienantes y su escenario de combate, pues el juguetico del “Twerking Butt” es sólo un precedente singular, un ejemplo banal de lo que se viene, del cúmulo de cambios que están ocurriendo en la vida sexual, social y laboral, virtual y tecnológica, científica, bajo el imperialismo capitalista global, su crisis sistémica, en que mal-vivimos la clase trabajadora y los sectores populares, millones de seres humanos.