Bajo el paraguas de los gobiernos imperialistas

Desmovilización, concentración y desarme de las FARC

Sesión del Consejo de Seguridad de la ONU

La posición del gobierno, al reiniciar en enero las negociaciones en La Habana, fue categórica: había que acelerar a fondo y rematar los puntos pendientes. Las FARC tenían que dejar de lado reticencias y detalles que prolongarían los acuerdos finales más allá del 23 de marzo; fecha anunciada con bombos y platillos por Santos en la ONU para la firma del Acuerdo Final, luego de que Raúl Castro lo empujó a apretar la mano de Timochenko.

Al momento, faltando sólo 54 días para ese día, más que un empujón al acelerador asistimos a una carrera contra-reloj, al mejor estilo de los afamados ciclistas del país. No pasa día sin que se produzcan noticias de hechos significativos. La más importante de ellas la decisión conjunta del gobierno y de las FARC de solicitar a la ONU la constitución una Misión de verificación del proceso de concentración, desmovilización y desarme; hablándose ya de las zonas donde se llevará a cabo.

Presuroso, respondiendo a la política del gobierno Obama de apoyo a las negociaciones y a los acuerdos previos entre el gobierno Santos y los gobiernos europeos, el Consejo de Seguridad aprobó –por absoluta unanimidad y en tiempo récord– la constitución de esa Misión. Paralelamente los gobiernos de la CELAC reunidos en Quito decidieron colocarse al servicio de ella –¡ni más faltaba!.

A la vez, el pasado 28 de enero,  Iván Márquez es “invitado” a expresarse ante el Parlamento Europeo en video-conferencia conjunta con Sergio Jaramillo, delegado del gobierno; solicitando encarecidamente que las FARC sean retiradas de la lista de organizaciones terroristas en la cual fue incluida luego del fracaso de las negociaciones del Caguán. Santos ha anunciado que, en su visita a Obama en febrero para celebrar los 15 años del Plan Colombia (el mismo que permitió asestar durísimos golpes militares a las FARC) intercederá para que en Estados Unidos se inicie un proceso similar; abriendo el camino para retirar las solicitudes de extradición de muchos dirigentes de las FARC.

Muchas consideraciones podrían hacerse en torno a todos estos hechos. Nos limitaremos al profundo significado que tiene que las FARC acepten que su proceso de concentración, desmovilización y desarme sea verificado por la ONU.

¿Qué es la ONU?

Sin entrar en los vericuetos de su origen a partir de los acuerdos del imperialismo con la burocracia soviética luego del final de la Segunda Guerra Mundial se puede asegurar, sin el menor riesgo de error, que la ONU –y de manera muy especial su Consejo de Seguridad– es la principal instancia en la cual los gobiernos directamente imperialistas (USA, Francia, Alemania, Gran Bretaña, etc.) o que representan intereses de fuertes burguesías nacionales provenientes de la restauración de los denominados anteriormente “países socialistas” (Rusia, China) negocian y transan sus intereses; recubriendo sus decisiones con un manto de “legalidad” internacional. A través de todas sus instituciones imponen o determinan lo que, a su conveniencia, debe hacerse o no en cualquier otro país del mundo.

No es necesario extenderse en el historial de tropelías que contra diversos pueblos del mundo se han cometido al amparo de las llamadas “Misiones” de la ONU, la gran mayoría de índole militar. Señalamos sólo la guerra y ocupación actual de Afganistán, comandada por los Estados Unidos bajo el manto de la ONU. Y otra más cercana, la Minustah en Haití, con participación de los mal llamados “gobiernos democráticos” de América Latina (Brasil y Uruguay).

Lo único que hace la ONU en Haití es mantener en “orden” la más descarada explotación de las masas haitianas por parte de las multinacionales imperialistas, asentadas en decenas de maquilas. La ONU tiene que mantener tropas en Haití porque sin ellas las masas haitianas desbordarían de inmediato el control de los lacayos y agentes directos de esa explotación imperialista, los siervos locales.

En la ONU los acuerdos son rápidos cuando los “astros” se alinean, es decir, cuando en el negocio en discusión todas esas potencias pueden sacar tajada. En otros casos existe el poder de veto de unos cuantos. Conformar la Misión de verificación para la concentración, desmovilización y desarme de las FARC fue una decisión rápida y unánime. A todos esos gobiernos, a sus respectivas burguesías, les interesa la terminación del conflicto armado en Colombia. Podrán así disminuir costos en las inversiones millonarias que cada cuál pretende hacer aprovechando la “mano generosa” de los gobiernos colombianos con la “inversión extranjera”.

¿Confiar en la ONU?

No nos corresponde cuestionar o recomendar a qué clase de organismos o instituciones debería acudir la dirección de las FARC para que sean “garantía” de sus derechos y del cumplimiento de los compromisos que pacten con el gobierno de Santos. Hasta ahora, por lo menos, no han llegado al extremo de señalar públicamente que confían en el propio Santos.

La dirección de las FARC agradece a diestra y siniestra el respaldo y apoyo de una de las estructuras más reaccionarias del mundo, la Iglesia Católica, encabezada ahora por un “progresista”. Agradecen y piden que sean garantía y respaldo de su proceso los gobiernos de la gran burguesía europea –la misma que adelanta los más feroces planes de austeridad contra sus propios trabajadores. Han empezado incluso a “agradecer” al mismísimo demonio, el imperialismo norteamericano; el mismo que con sus drones y pactando con Rusia intentan derrotar la revolución siria.

Por donde va, la dirección de las FARC ya está metida en la boca del lobo. Su base campesina, más sabia en últimas que sus dirigentes, bien sabe que “de eso tan bueno no dan gratis”. A cambio de todos los apoyos y colaboración recibida esas instituciones y gobiernos empujarán, presionarán y actuarán decididamente para “domesticar” a las FARC. Probablemente viviremos su última transformación. Hace décadas fue una organización alzada en armas contra un reaccionario régimen político, que reivindicaba transformaciones radicales en la estructura económica y social del país; en ese sentido no cabía la menor duda en catalogarla como una organización democrático-revolucionaria. Su estrategia, tácticas y métodos errados la transformaron –más allá de la voluntad de sus dirigentes y de las propias bases– en una organización que perdió la simpatía de millones de trabajadores y campesinos pobres, empeñada en una guerra de aparatos con el aparato militar de la burguesía y con sus agentes, los paramilitares. En esa guerra los perdedores siempre fueron los sectores pobres y oprimidos y las FARC comenzaron a ser consideradas como victimarias y culpables del dolor y sufrimiento de muchos miles. A la vista está Bojayá.

En los próximos meses y años, en el proceso de desmovilización y desarme de las FARC, existe una altísima probabilidad de que las mismas se transformen en una “pata de izquierda” o “pata democrática” del mismo régimen reaccionario contra el cual lucharon – tal vez con algunas transformaciones no sustanciales. En el pasado están las experiencias del M-19 y el EPL, espejo en el cual deberían mirarse los militantes honestos de base de las FARC para decidir si con su desmovilización y desarme es allí a donde aspiran a llegar.