¿Economía del cuidado o doble jornada laboral?

Más trabajo y menos salario

Mujer en la construcción, oficio que había sido exclusivo para los hombres hasta no hace mucho tiempo.

 

El discurso de economía del cuidado está ligado ideológica y materialmente al discurso del género, quienes lo postulan parten de que el origen de la opresión de la mujer radica en la división sexual del trabajo, concepto que nosotros como marxistas no compartimos, para nosotros el origen la opresión de la mujer está indisolublemente ligado al surgimiento de la propiedad  privada y el estado, y al surgimiento del derecho paterno.

Sin embargo es real que con el nacimiento de la propiedad privada las labores de reproducción, llamadas por estas teorías de “cuidado” pasaron del ámbito público al ámbito privado, sin embargo NO es correcto afirmar que estas labores han sido siempre subvaloradas y no remuneradas, en la economía feudal y en los inicios de la economía capitalista, la familia era un núcleo productivo donde si bien la mujer era oprimida, no se negaba el carácter productivo de su trabajo, es en el advenimiento de la sociedad capitalista industrial cuando el trabajo dentro y fuera del hogar se diferencia más claramente y se oponen uno al otro, y donde este trabajo de reproducción que es realizado por las mujeres sin remuneración se invisibiliza mucho más pero no por ello deja de existir. La unidad familiar se considera entonces como unidad de consumo más no como unidad productiva con lo que se borra del ámbito productivo el trabajo doméstico.

Según estudios de la CEPAL y el Estudio de Desarrollo Humano de 2015, es evidente que las mujeres aunque tengan igual o mayor formación (las mujeres estudian en promedio 1,4 años más que los hombres) trabajan más y ganan menos, tienen menos acceso a la seguridad social y menores posibilidades de un ingreso permanente. La precarización y tercerización neoliberal ha afectado principalmente a las ramas de la economía con mayor cantidad de mujeres como los textiles 60% y sector servicios 77%. Los mismos empresarios manifiestan que en estas áreas se prefiere el empleo femenino dado que las mujeres tienen mayor tendencia a aceptar salarios más bajos y peores condiciones laborales, sin embargo se sigue utilizando el mismo discurso de que la tercerización aumenta las oportunidades laborales y por tanto el empoderamiento de las mujeres.

Según los estudios de “economía del cuidado” del DANE 9/10 mujeres realiza actividades de cuidado vs 6/10 hombres, dedicando en promedio más de 7 horas diarias mientras ellos dedican 3. Según el estudio de desarrollo humano de 2015 las mujeres realizan 3/4 horas de todo trabajo no pagado, en cambio, los hombres 2/3 horas de todo trabajo remunerado. Este tiempo que las mujeres dedican al cuidado de otros afecta en todas las esferas su calidad de vida, de tal modo que mientras 17% de los hombres practica regularmente una actividad deportiva o cultural contra sólo el 9% de las mujeres.

Son los burgueses los que se apropian finalmente del trabajo extra de las mujeres, el sistema capitalista se ahorra el pago por el trabajo de reproducción de la fuerza de trabajo, una función que debería ser social es asumida privadamente por la familia y dentro de la familia por la mujer, sin embargo si bien esto constituye una pesada carga de explotación y opresión, no es suficiente con que el hombre participare igual que ella de las labores domésticas, de todas formas la familia sigue asumiendo los costos de este trabajo. No compartimos las visiones feministas que afirman que es el hombre quien se apropia de la fuerza de trabajo de la mujer, si bien saca ventaja de la opresión, esta fuerza de trabajo no remunerada es apropiada en realidad por el conjunto de la burguesía, por el patrón que deja de pagar por el servicio de reproducción de Su fuerza de trabajo.

Economía del cuidado se refiere al espacio donde la fuerza de trabajo es reproducida y mantenida incluyendo limpieza, cuidado de niños y ancianos, cocina, etc. De un modo este discurso nos da la razón en tanto reconoce la existencia de un trabajo realizado por la mujer, reconoce que al menos una parte de este trabajo es no remunerado  y reconoce que la existencia de esta situación pone a la mujer en una situación de desventaja, para nosotros una situación donde la opresión se convierte en una razón para la super-explotación.

Sin embargo este discurso es un discurso que enmascara justamente eso, un discurso que culpa de la desgracia de la mujer a la “división sexual del trabajo” y la organización de las tareas del cuidado de la sociedad, y que se olvida de la sociedad de clases donde las opresiones son utilizadas por los explotadores para aumentar sus ganancias y explotar a toda la clase trabajadora de conjunto, un discurso asociado al género que ubica el origen del problema en una supuesta organización social patriarcal ahistórica y sin clase.

En estos estudios poco se mencionan las abismales diferencias que existen entre la situación de las mujeres de las diferentes clases, la mujer burguesa contrata personal a su servicio – explota a otras mujeres- con lo que tiene la posibilidad de librarse, al menos en parte, de una parte de la carga de la opresión, por el contrario la mujeres trabajadora debe dejar solos a sus hijos, aceptar trabajos tercerizados o tipo satélite para poder cumplir con su carga, se ve obligada a trabajar y al mismo tiempo a ganar menores salarios porque el sistema le “cobra” su condición de madre.

Este término engañoso que tiene por objetivo cooptar a las mujeres para las políticas de empoderamiento, surge como justificación de políticas públicas relacionadas con la economía y con la provisión de servicios de cuidado, que finalmente se traducen en asistencialismo donde las empresas privadas se apropian de los recursos públicos. La preocupación parte de la idea que en el actual estado de cosas, en el que las mujeres cada vez participan más del mundo del trabajo, podrían empezar a dedicar menos tiempo a sus labores reproductivas y por lo tanto se podrían ver consecuencias sociales de una disminución de estas labores de cuidado social.

En ese sentido desde los mismos gobiernos y organismos multilaterales imperialistas se plantean políticas públicas encaminadas a mantener la reproducción de la fuerza de trabajo, y estimular la inserción de las mujeres al mercado laboral pero dentro de sus condiciones, y en otros casos otorgamiento de subsidios para mantener a la mujer en el hogar, no olvidemos que el capitalismo utiliza la mujer como un ejército de reserva de mano de obra barata y se vale de ideologías para sacarla y devolverla al hogar según lo necesite, así como puede requerir su inserción masiva en una determinada rama de la economía puede requerir disminuir la cantidad de empleados, y se prescinde primero de los empleos de las mujeres, estas políticas públicas incluyen la participación de ONG, empresas privadas en alianza con los estados, el mundo del cuidado convertido en un nuevo mercado en el marco de los acuerdos de libre comercio (TLC´s).

La mayor y creciente participación de las mujeres en el mundo del trabajo si bien ha sentado las bases para su liberación, no se ha traducido en una mayor distribución del trabajo doméstico entre los miembros del hogar, Marx mismo lo advertía cuando se refería a la contradicción que representa la inserción  de las mujeres al mercado laboral. Se trata de una de las realidades contradictorias del capitalismo, incapaz de llevar hasta el final ninguna de sus tendencias progresivas.

Es por eso que la solución no puede ser devolver a la mujer a las paredes del hogar para que tenga una sola jornada, por el contrario únicamente su participación en el mundo del trabajo, puede llevarla a la verdadera independencia económica y al desarrollo pleno de sus capacidades humanas, el trabajo doméstico era visto por Lenin como un trabajo alienante que por ser repetitivo y monótono limitaba las capacidades mentales y morales de las mujeres, esto sigue vigente hoy; no se trata de enmascarar y naturalizar la explotación y la opresión con discursos de supuesta inclusión, que finalmente justifican la opresión de la mujer y dan por sentada su mayor afinidad por el trabajo doméstico, no estamos por el otorgamiento de subsidios a las cuidadoras que finalmente se convierten en un obstáculo para la obtención de un salario real, un subsidio no es el reconocimiento del trabajo ni garantiza el acceso a iguales condiciones de vida. Por el contrario mantiene a las mujeres sujetas a las labores del hogar y con mayor riesgo de desempleo, en 2015 el 72 % de los hombres en edad de trabajar tenía un empleo, frente a solo el 47 % de las mujeres.

Los marxistas venimos hablando hace un buen tiempo de la doble jornada de trabajo de las mujeres, con lo que tratamos de explicar justamente el hecho de que además de su jornada laboral en la fábrica o la oficina, la mujer realiza un trabajo no remunerado en casa cuando se encarga de las labores domésticas, atención de niños, ancianos y enfermos, y producción de alimentos, este trabajo doméstico para nosotros debe ser asumido por el conjunto de la sociedad a través de guarderías, comedores, lavanderías, etc, para los socialistas esto va mucho más allá de políticas asistencialistas y caridad, se trata de una responsabilidad social, un trabajo que debe tener una remuneración justa para quien lo realiza y no un trabajo que las mujeres (en casi 90% de los casos) realizan gratis para el capitalismo. Estamos por el fin del servicio doméstico obligatorio de las mujeres, no por su justificación ni por su subsidio.